Un edificio imponente, un teatro suntuoso, de grandes arañas y pesados cortinados. La sala Orestes Caviglia del Cervantes, ambientada como el living de una casa de familia adinerada, es el escenario perfecto para el desarrollo de la acción en Tarascones, pieza de Gonzalo Demaría, dirigida por Ciro Zorzoli.
Paola Barrientos, Alejandra Flechner, Eugenia Guerty y Susana Pampín interpretan a cuatro amigas que se juntan una vez por semana a tomar el té y a jugar a la canasta. Una tarde un episodio criminal sucede en el departamento y las amigas verán transformada su rutina en una escalada de desbordes. Zorzoli, quien dirigió Traición, Las criadas y Estado de ira de la que también es autor- entre otras piezas, describe a la obra como llena de humor y situaciones que se ligan por fuera del realismo. No me esperaba que fuese en verso, dice el director y agrega: Creo que lo que me atrajo de esta propuesta fue el tipo de lenguaje, o la conformación de estas cuatro mujeres que tienen algo para explorar que no me lleva a terrenos tan conocidos. Me gustó que sea una historia urbana, que el verso estuviese cruzado por una situación que sucede en la ciudad.
¿El tono ya se refería desde el texto o lo fueron construyendo?
-Es un texto que te pide una actuación que permita decir esas cosas. El verso te corre del realismo. Y creo que, a veces, hasta te olvidás que está escrita en verso. Es un ritmo que era interesante que estuviese levemente corrido porque, sin develar la trama, hay un desenlace que requería un mínimo de locura por parte de la actuación y que las actrices estuviesen dispuestas a jugar. Yo creo que en el contraste es donde se genera la tensión, en alguien haciendo algo que, por su aspecto, no esperás que haga y en eso se genera un torcimiento que te llama la atención. Exploramos todos juntos en el lenguaje y descubrimos que hay una dinámica que te ayuda a la continuidad de la acción. Si se pierde ese ritmo se pincha la trama. En los ensayos hubo mucho humor, muchas situaciones, mucho fuego y uno espera que se pueda capturar lo más posible de esa instancia. Creo que el humor genera algo en las personas, es como cuando en una reunión se crea esa situación de complicidad.
Un código común.
Claro, esas reuniones donde vos sentís que hay humor, y no porque se estén contando chistes. Hay un clima que predispone a entrar y de pronto uno se pone como más avispado a las asociaciones y, por momentos, hace chistes casi de niños. Acá era eso, un humor donde suceden cosas que son de puro juego actoral y terminás celebrándolo.
El grupo de amigas también requiere cierta complicidad.
Sí, y a la vez potenciarse para pasarse la pelota. Siempre hay una que tensa la cuerda pero la pelota tiene que circular. La obra es muy compacta, dura una hora cinco minutos y están al pie del cañón, no pueden aflojar.
¿Cómo fue el trabajo de puesta en cuerpo para estas personalidades y la creación del espacio ficcional?
Las actrices son muy físicas y muy payasas también y no tuvieron problemas en marcarse, desfigurarse, nada. Por suerte hubo también mucha correspondencia con las responsables de la parte plástica que trabajaron con nosotros y lo mismo pasó con Marcelo Katz, quien hizo la música. «
Urgencias del teatro oficial en la ciudad
«Hay una cosa muy concreta en lo que tiene que ver con la cultura de la ciudad y son los espacios que todavía están en construcción y que son espacios donde los artistas pueden desplegar lo que hacen, dan fuentes de trabajo y dan posibilidades a la gente para ir al teatro a un precio accesible», dice Ciro Zorzoli ante la salida de Darío Lopérfido y la asunción de Angel Mahler como ministro de Cultura de la Ciudad. «La sensación es la de una cierta inercia», agrega.
«No se trata solamente de la importancia del espacio público por el espacio en sí sino como lugar de encuentro. El riesgo de que no haya espacios públicos es la dificultad del encuentro. Esa es la sensación. Los espacios, los proyectos crean pertenencia. Es una prioridad que el Estado preserve los espacios para que las personas se encuentren», concluye el director.