Crestas. Filosas, puntiagudas, duras como rulo de estatua, algunas coloridas, bastantes ya canosas, cuidadosamente peinadas, todas de aires mohicanas. Es la cresta de una ola de punks que peregrinan por la avenida Santa Fe a la altura de Plaza Italia, miran con justo desprecio a la oligarca Rural y siguen viaje hasta la puerta del boliche Groove. Apiñados en la parte menos cheta de Palermo, van a celebrar su pico máximo, el icónico penacho rojo shocking que se agita desde hace más de 40 años en las alturas de los escenarios del under, la cumbre más borrascosa del punk británico. En la noche de un jueves sin estrellas distantes en el cielo, The Exploited y el plumero inmortal de Wattie Bunchan van a hacer lo de siempre: ponernos los pelos de punta.
¿Ya crepó el punk? La pregunta –que cansa y harta- se repite desde la génesis del movimiento contracultural parido en las islas piratas durante la segunda porción de la década del setenta. Los Exploited no se cansan de refutar a los enterradores. Los escoceses lo hacen desde Punk’s Not Dead, su ópera prima. El disco es un clásico de clásicos del hadcore-punk y sus satélites. Vio la luz a principios de los ’80, durante la UK82, segunda marejada de la gran ola punkie. Años duros de la dama de hierro Margaret Thatcher y del neoliberalismo más cruel. También de la Guerra de Malvinas. “Cuando arrancamos había mucha pobreza y rabia en Gran Bretaña con la clase trabajadora, siempre tratada como basura. Eso inspiró a bandas de punk como la nuestra. Creo que en muchos países el punk continúa furioso con la pobreza y con los gobiernos de mierda”. Es palabra del crestudo Wattie. Amén.
Banda de culto, sus sinfonías aceleradas y efímeras fueron una influencia poco secreta para glorias del thrash como Slayer, Megadeth y siguen las firmas. Después de cuatro décadas de carrera, ocho discos, tres EPs y miles de recitales, los escoceses explotados repiten sin transpirar su eficaz receta de hardcore-punk lumpen y despreocupado. Himnos al pogo. Por favor, todos de pie.
Flema se encarga de prender el fuego. En un set corto y emotivo, los de Gerli –con el aporte de Mike de Kapanga en la tercera guitarra- no defraudan a seguidores propios y unos pocos extraños. El espíritu del no-santo punk Ricky Espinosa sobrevuela el boliche. “Nadie pintó el Conurbano y a la juventud no future del menemato como Ricky. Es nuestro Roberto Arlt de los años noventa”, me dice Leonardo, un curtido punk llegado desde la Siberia de Villa Urquiza, tierras santas del eterno Pil Trafa. Pasan perlas negras como “Si yo soy así”, “Metamorfosis adolescente”, “El linyera” y “Siempre estoy dado vuelta”. El final es con sorpresa. El hijo de Ricky se hace cargo de las voces. Diecinueve años tiene el pibe y, albricias, no canta trap. Recita los versos antiyuta escritos por su padre: “Nunca seré policía / De provincia ni de Capital”. El mensaje postrero de los Flema antes de dejar el escenario es clarito: “Estudien y trabajen, chicos, pero no sean cobanis.”
Y el show de The Exploited arranca… cabezas
La batalla de cresta roja arranca con puntualidad británica pocos minutos después de las 21:30, a la hora señalada. Entonces, The Exploited dispara una tríada incendiaria: “Let’s Start a War (Said Maggie One Day)” –con saludito para la Thatcher-, seguido por “Fightback” y “Dogs of War”. Pibas y pibes desatan un pogo bañado con napalm. ¡Cuidado con el mastodonte con remera Black Flag que puede partirnos la cabeza!
Wattie, con 66 años sobre el lomo, hace gala de una cresta colorada ejemplar. También de un pulcro estado físico, luego del paro cardíaco que sufrió hace algunos años durante un show. Lo que no te mata, te fortalece. El frontman regala puños en alto y agarradas de testículos por doquier. Al colorado lo secundan como fieles escuderos el rastudo bajista Irish Bob, el violero Stevie Campbell y su hermano Willie Buchan atrás del bombo y los platillos. Equipo sólido. A propósito de equipos y de mundiales, Wattie le dedico un saludito a los eliminados alemanes, los favoritos del piedra Macri.
En hora y media, The Exploited le sacó brillo a sus antihits. Desde “Cop Cars”, hasta “Fuck the USA”, sin olvidar “Fuck the system”, “Punks not dead” y otras delicias. El final fue para “Sex & Violence”, con Wattie y su hermano invitando a los presentes a copar el escenario. Una escena barroca, sucia y desprolija. Un fresco muy bello. La última cena punk.