Ya el pelo largo no está tan de moda en el rock y la música en castellano se escucha en todos lados. Aunque prejuicios sigue habiendo y violencia institucional también, la democracia está por cumplir 35 jóvenes años y el rock argentino más. Son 50 años de esa piedra fundacional que significó «La Balsa», la mítica composición de Litto Nebbia y Tanguito que sirvió de faro para sus contemporáneos y los que vendrían. Algo así como «La Balsa» en el rock nacional fue «El Acusticazo» y los Barock para los festivales. Nada había antes, cuando Daniel Ripoll gestó la epopeya. Una crítica publicada a días de «El Acusticazo» titulada «Los exploradores del sonido» decía: «El Acusticazo congregó por primera vez a un grupo de músicos exploradores de un modo de expresión necesaria de rescatar: la música simple, sincera y casi humana que sale de las guitarras acústicas». Fue el 16 de junio de 1972 en el teatro Atlantic.
De ese primer concierto, pre Barock, participaron Edelmiro Molinari, Gabriela, Raúl Porchetto, Litto Nebbia y León Gieco, entre otros. Hoy, a 45 años de ese puntapié inicial en materia de festivales locales, Nebbia y Gieco de la vieja guardia y Catupecu Machu y Salta la Banca, debutantes en el evento, revivirán el espíritu de aquella época, su mística y aventura aunque, claro, con la madurez de hoy, en una nueva edición de «El Acusticazo», que se realizará el jueves 8 de junio en el Gran Rex y que servirá de anticipo al regreso de Barock, en octubre.
A días del show, Litto, León, Santiago Aysine (Salta la Banca) y Fernando Ruíz Díaz (Catupecu Machu), charlaron sobre lo que significó «El Acusticazo» para quienes fueron parte de esa historia y la importancia de celebrar, en un show conjunto, los 50 años de historia del rock argentino.
«Cuando se hizo ‘El Acusticazo’, en el año ’72 recuerda León peleábamos contra la dictadura de (Alejandro) Lanusse. Yo venía del campo y quería grabar, quería tener éxito. Y de pronto empecé a componer mis primeras canciones sin quererlo. La primera vez que grabé solo ‘Hombres de hierro’ fue en ese recital y cuando salió el disco y lo llevé a mi pueblo para que lo vea mi vieja, me di cuenta de que ese disco estoy compartiéndolo con Litto Nebbia y con Edelmiro Molinari, que era el guitarrista de Almendra. Fue increíble.»
Para Ruíz Díaz, que celebró el año pasado los 20 de Catupecu, el convite fue más que tentador. «Me nombran ‘El Acusticazo’, nos invitan, me dicen los tres artistas con los que vamos a tocar y los quiero a los tres. No se podía dudar pero pienso que, más allá de la distancia entre el primer concierto y este, los problemas siguen más o menos parecidos. De hecho el Barock hace poco casi se levanta porque no sé que pasó con uno de los sponsors y dijimos: ‘vamos, vamos a hacer notas’. Estamos todos contentos de que esto suceda», dice.
Ese registro del que habla León consta de nueve canciones y hoy representa una joya invaluable como documento de los comienzos del rock local, como sucede también con la película Rock hasta que se ponga el sol, de Aníbal Uset, filmada en el Barock del ’72.
Nebbia, para ese entonces y pese a los escasos años que llevaba de carrera, ya era un prócer entre sus colegas. «Tuve la suerte de que mis viejos eran músicos, entonces tuve una educación muy buena con el arte. Mi viejo me decía: ‘¡Cuando seas conocido y te digan que lo que hacés es una mierda, no les des bola y cuando vengan y te digan que sos un genio no les des bola’. Ese es el equilibrio de esta carrera para mí, no creerse ni una cosa ni la otra y seguir con el mismo puntapié con el que uno empezó», dice hoy el para muchos «padre» del rock nacional frente a la escucha atenta de los más jóvenes del grupo. Y coindice con León con que, motivos para festejar, sobran. «Me parece que ésto que se está celebrando está bueno porque nuestro país tiene un montón de cosas que son realmente bastante chotas. Hay tantos aniversarios para hacer de la música argentina pero ¿quién festeja los 70 años del tango? Nadie sabe un carajo y estas cosas hay que celebrarlas.»
León, que como en esos primeros registros volverá a esa despojada y sensible puesta de cantautor con guitarra al hombro, recoge el guante y continúa: «El rock nacional hizo una carrera increíble, pudieron vivir de esto muchas personas, consiguieron su trabajo de salir a tocar, componer canciones haciéndose amigos, prestándose equipos. Entre todos crearon esto que es el rock nacional, un movimiento que está evaluado en el mundo como uno de los grandes movimientos de rock del mundo.»
Y como en ese entonces, cuando las energías estaban puestas en sonar bien, en conquistar a un público nuevo, en unir voluntades frente a un estado represivo que tildaba de «revoltosos» a los jóvenes pelilargos, hoy con un escenario social bien distinto pero que también requiere la unión de esfuerzos, los músicos que poco quieren adelantar de sus presentaciones piensan «El Acusticazo» como un show integral y no una suma de individualidades. Sin problemas de cartel ni de orden, Litto quiere empezar y León pidió que cierre Catupecu («porque después de que tocan ellos ya no queda más nada»). Motivos, es verdad, sobran. Desenchufados, íntimos y con un puñado de canciones infalibles, el rock argentino vivirá una auténtica celebración. «