Tres jóvenes amigos, de 20 años, Adrián, Santiago y Daniel, se van de viaje de campamento a un bosque alejado de la civilización, a recuperar la amistad que tuvieron durante la adolescencia. Es el verano de 1996 y los tres amigos se juntaron para pasarla bien entre ellos, casi en una forma púber. Pero terminan transformados por los redescubrimientos que hacen de ellos mismos y de la relación que los une.

 

Desde el título el film plantea que se trata de un tema de relación, y relaciones. Pero, ¿cuál sería la relación que se podría comparar con la de una novia sin sexo? ¿La de la amistad, por ejemplo, en la que las partes se celan, se reprochan, se aman profundamente pero no tienen sexo? Es la más indicada. Pero excepto por los primera cinco minutos, en los que al trío se lo ve con cierto ánimo de regresión a la pubertad, el film introduce el sexo como la variable alrededor de lo que girará todo.

En la promoción del film se habla de deseo, como algo más bien abstracto, casi del orden de lo divino o lo mitológico, algo con la suficiente autonomía como para no ser gobernado y gobernar. Pero incluso el deseo, para los más conspicuos defensores de su fortaleza, tiene una historia, una constitución, una materialidad que el film no toca ni siquiera con un palo (para usar expresiones que se escuchan de las voces de algunos protagonistas).

Por eso, tal vez, recurre a la introducción de la variable mujer como para disparar lo que está latente entre los tres amigos (y aquí la mujer funciona como variable antes que como género). Y lo primero que aparece es una relación homosexual. No está mal como disparador, después de todo cualquier historia lo tiene. El tema es que es el único, y el que activará todas las historias. Más allá de que no convierta en agraciado el lugar femenino (la misoginia no es sólo una cuestión hetero u homo), le quita a los varones la posibilidad de verse y encontrarse fuera de la relación con las mujeres, incluso en su lugar homosexual.

Como una novia sin sexo intenta seguir el manual. Así aparecen las negaciones, celos, aceptaciones, etcétera. Pero todo sucede con una velocidad que antes de la del vértigo es la del salto. Porque los manuales, usados por infinidad de maestros y profesores, nunca resultan igual. Eso no significa que resulten bien: uno se acuerda sólo de algunos maestros y profesores, no de todos; al menos no con gratos recuerdos. Y todos usaron un manual, más allá de que no siempre haya sido el mismo. Estaba en su interpretación y su forma de ofrecerlo y combinarlo con los saberes y osadías propias el encanto de sus clases. Y de eso que adolece la película

Como una novia sin sexo. Guión y dirección: Lucas Santa Ana. Con: Javier De Pietro, Agustín Pardella, Marcos Ribas, Luana Pascual. Apta para mayores de 13 años con reservas