El sábado 6 de julio Claudia Levy presentará su nuevo disco, “Marea verde”. Autora, intérprete y compositora -además de actriz y estudiante de danza-, como ocurre con muchos de sus colegas edita un disco en estos tiempos en el que cualquier iniciativa es tan pero tan complicada, por eso de “la necesidad interior de que las canciones nuevas estén en algún lado”. Claro que los tiempos han cambiado -ya desde antes de que “pasaran cosas”- y la edición de un disco en formato físico se ha convertido prácticamente en un sueño.

“La experiencia es muy rara -reflexiona la cantante-, falta el disco físico. Pero la alegría que tengo es total: las redes son una posibilidad inmensa; ya este disco lo ha escuchado gente que ni me conocía y ahora dice que me quiere ver. El público se agranda. A los músicos mucho no nos gustan las redes, pero la difusión es increíble, abre muchas posibilidades. Incluso me escribieron desde Londres, Grecia y otros lugares en los que otros años estuve de gira e hice amigos y me dicen: ¡ya tengo el disco! Eso antes no pasaba. Lástima que el negocio se lo quedaron las compañías”, lanza una risa resignada para convertirla en simpática ironía: “Lo difícil es explicarles a mis padres, que tienen ochenta y pico, que el disco está subido a las redes. ‘¿Cómo que está subido, Claudia?’, jaja.”

Pero “Marea verde” también llega por razones más prosaicas: Levy ganó un concurso de Mecenazgo de la Ciudad (exime a una empresa del pago de Ingresos Brutos a cambio de que financie el trabajo de alguno de los artistas ganadores) y así consiguió los fondos para grabar un disco que, sin ese dinero, no habría sido posible: “Tuve un productor que también es arreglador y pude llamar a músicos que no podría haberle pagado de mi bolsillo”. Así pudo tener la colaboración de Franco Luciani, Alejandro Oliva, Juan Pablo Navarro y Martín González Puig.


Y ese mecenazgo lo ganó, en buena medida, gracias al aporte de su hija. Con ella, a iniciativa del propietario del local de arte Circe, que es artista plástico. “Me propuso que haga un espectáculo con mi hija, Mayra Luna, que también es artista plástica. Así surgió el espectáculo multimedia: ‘Fusiones: madre e hija’. Ella empezó a hacerme acordar de temas míos de rocanrol que hice hace mucho porque tuve una banda. Le dije que no sabía dónde habían quedado, pero me insistió tanto que los busque y los recuperé. Así con varios temas que tenía olvidados, porque estaba dedicada al tango. Ella me llevó a una apertura al recuperar esos temas, porque me contagié e hice otros rocks, me animé más al folklore. Así que este disco es una libertad total de estilos, se me abrió un público inmenso, porque a la gente que no le gustaba el tango no me escuchaba, y ahora me escucha a partir de otros géneros.”

Aunque los cambios no sólo fueron en estilos y géneros. “Gente que me conoce de hace tiempo me dijo  que mi voz estaba más linda. No sé si tiene que ver con el estilo, con la vida, con lo que una madura. Toco el piano desde los 8 años y empecé a cantar como a los 30. Trabajé mucho la voz y creo que acá canto permitiendo más la emoción que lo puramente estilístico. Me acuerdo que llegué a las 10 de la mañana a grabar el tango de la mujer golpeada y no tenía nada de voz, y el productor me dice: cantalo con esa voz quebrada. Me tomé un alcohol que tenía por ahí y me animé a cantarlo así, con un desgarro que a mí me costaba que fuera a quedar bien. Pero al productor le encantó y quedó así. Hay gente que esas libertades se las da de joven y una dice bendito sea. Y otros llega un momento en el que decimos: basta, de qué me estoy cuidando. Sobre todo en los discos. No sé a qué canon respondía si a mí los cantantes que me gustaban eran técnicamente ‘desprolijos’: Concha Buika, El Polaco Goyeneche, Rita Cortese.”

“Desde que tengo cuatro años le decía a mí mamá en rima lo que había pasado en la jardín”, ejemplifica su relación con la escritura, que tiene pensada como su próximo paso: “Tengo la mitad del libro hecho, y ahora me tengo que poner en serio porque había dicho en broma que cuando tuviera el disco me iba a dedicar al libro, y sucedió de verdad”. Son más que nada poesías -”que empecé a probar cuando hice el espectáculo con mi hija, entre tema y tema, y funcionó muy bien”- y también anécdotas y pequeñas historias en una prosa “medio poética: “Tengo toda mi vida escrita en diarios íntimos y poesías”.

Esa experiencia de los poemas en el medio de las canciones la repetirá en el CAFF, aunque sólo con tres o cuatro poemas en todo el show. Ahí quiere, más que nada, ofrecer este disco que califica como “muy diferente” a sus anteriores, y dedicado totalmente “a las mujeres que luchan para la igualdad de las mujeres. Estamos cambiando la sociedad. Hasta en el lenguaje. El lenguaje inclusivo es algo que nos costará mucho pero que vamos a modificar. Es una revolución muy fuerte, lenta, pero a la vez muy constante, muy potente. Y creo que le hace bien hasta a los hombres; cuando los hombres comprendan que se le abre puertas van a aportar a la igualdad. Porque ellos pueden sacar parte de sí mismos que ahora esta sociedad no les permite por una división de roles por género tan estricto. Son sólo dos temas que hablan específicamente de esto, pero lo dedico porque es lo que está pasando es hermoso: me emociono en cada marcha, y que la juventud haya tomado esa bandera sin violencia es un ejemplo, así como lo fueron las Madres y las Abuelas con los desaparecidos. Es una lucha increíble.” 


-Claudia Levy presenta “Marea verde”. Sábado 6 de julio a las 21 en el CAFF, Sánchez de Bustamante 772.