Cualquier seriéfilo o consumidor más o menos habitual de series ya no se sorprende con historias en las que la heterogeneidad de género y la integración de los que ayer nomás eran considerados -en el mejor de los cosos- como especiales, forman parte del elenco, cuando no los protagonistas principales. El asunto no es nuevo, pero sí es un fenómeno que caracteriza este siglo. Si bien series paradigmáticas como Friends hicieron uno de los primeros approach ya en los 90, fue la década del 10 del actual siglo la que marcó la irrupción de la diversidad, en su más amplia acepción -es decir que excede el género-. Y una línea de tiempo posible de ese cambio puede ser la siguiente:


Transparent (2014, Amazon Studios)

Acaso por su tono la más revolucionaria. Un año antes de la aparición en escena pública del #NiUnaMenos y tres antes del #MeToo, Transparent cuenta la historia de Morton (Jeffrey Tambor), quien ya ingresado en la vejez y después de haber formado una familia con Shelly, con la que tuvo dos mujeres y un varón, decide cambiarse de género. La conmoción es grande, pero el afecto que como padre supo cosechar durante su vida, logra que su ex mujer y sus hijos pueden ver en su cambio de género (ahora es Maura) todo un mundo nuevo de oportunidades que de otra manera no habrían conocido. Y también, aunque con dolor, revisar muchas de sus decisiones y acciones del pasado, que convierten al presente en un territorio lleno de dificultades para ir tras aquello que se quiere.


Atypical (2017, Netflix)

La serie que dio cuenta de las novedades en el mundo autista (por decirlo de algún modo): desde su integración a espacios considerados generalmente “normales” hasta sus distinciones por grado de afectación, como también una serie de particulares puntos de vistas sobre el mundo “de verdad” y sus relaciones. Aquí el protagonista es Sam, diagnosticado con trastorno del espectro autista que acaba de cumplir 18 años. Su forma de comprender el mundo es a través del conocimiento que tiene de los pingüinos: sabe no sólo de los distintos especímenes de la especie, sino su forma de reproducción, de comportamiento ante distintas eventualidades,y demás cosas que hacen a una especie que, como la mayoría de las especies, vive en comunidad. Desde su novia a su hermana, pasando por su compañero de trabajo en el negocio de electrodomésticos, la variedad y variación de posibilidades de entendimiento de las cosas que ofrece la serie es interminable. Como si fuera una galaxia que estalla y todo el tiempo da nacimiento a nuevas estrellas.


Pose (2018, Fox)

Como otras series hicieron con otros temas (por ejemplo Glow, un grupo de mujeres que empieza a ganarse la vida con un show de lucha por televisión), Pose encuentra en los 80 el origen (o al menos su exposición en superficie) de la explosión de la diversidad de género actual. En plena era Reagan (1987) la comunidad trans aprovecha el laissez-faire que el mandatario impulsa más que nada en lo económico, para mostrar que también vale para los géneros: un estallido de diversidad que trae aparejado un sinnúmero de problemas, entre los que el Sida aparece como uno de los principales, especialmente por cómo ataca a una comunidad que no tiene la misma protección del estado que “los normales”.


Sex education (2019, Netflix)

Como si fuera parte de un ciclo, la serie inglesa de la que Netflix está a punto de lanzar la segunda temporada, rescata la problemática de los heterosexuales luego de la explosión de la diversidad de género. Ellxs también necesitan volver a pensarse luego de la deconstrucción veloz -y por momentos feroz- que impuso el feminismo y la comunidad LGBTQ+. Se trata de un chico virgen hijo de una madre terapeuta sexual. Lo que surgirá es una nueva generación, la centennial, que pese a su imagen de tolerancia y adaptación no conflictiva al mundo y sus cambios, en realidad tiene sus buenos problemas. Problemas que por lo general, debido a esa imagen de “la tienen re clara”, casi nadie se preocupa en averiguar y se sorprende por demás al escucharlos. La que se puede denominar como la primera generación parida por el estallido del género y la deconstrucción del binarismo, tiene bastante para decir. 


The Modern Family (2009, Fox)

Sobre el final de la primera década del XXI estableció, como parte de la “normalidad cotidiana” de las sociedades (o sea que a nadie le sorprendía su existencia) a las familias ensambladas, aunque con un toque de distinción: no sólo eran posible las maternidades/ paternidades gays, sino que podían formar parte de un colectivo familiar más grande, en el que el origen étnico y etario no fuera un escollo para quererse. Así, los Pritchett se convierten en una verdadera banda disruptiva. Los Pritchett están conformados por la segunda esposa de quien da el apellido, su hijo y su hijastro, así como dos hijos adultos y sus esposos e hijos. Entre ellos encontramos una pareja gay con una hija vietnamita adoptada, una pareja de edades bien dispares (ella encima de joven es extranjera), y miembros de origen étnico distinto, como los Delgado. Una diversidad bien amplia comandada por el tono de comedia como para que todas y todos pueden llegar a empatizar con la mayor cantidad de distintos posibles.