Orange is the New Black (por Jenji Kohan)

Se habló bastante de esta comedia dramática que ganó popularidad con el boca a boca y los premios que fue acumulando. La serie da cuenta de que las ellas también sufren (o merecen, acaso se prefiera) la cárcel. Como si fuera un mundo exclusivamente masculino, la ficción casi no le había dado lugar a la temática. Aquí están ‘la ruda’, ‘la romántica’, ‘la inteligente’, ‘la buena amiga’, ‘la hueca’, ‘la hippie’, los mismos estereotipos que pueblan las cárceles de hombres, a los que se les reconoce el derecho a la brutalidad. Orange is the New Black (gran título, por otra parte) de algún modo hace justicia sobre esta inequidad de la narrativa universal en cualquiera de sus formatos. En el gran manejo de la Big Data que tiene Netflix, vio en esta historia basada en el libro autobiográfico de Piper Kerman -pasó 15 meses en una prisión federal de mujeres por contrabando de drogas- una oportunidad para atraer al público femenino primero, y al general después. No la pifió.

Girls (Lena Dunham)

Quien vio en esta serie un aggiornamiento de Sex and the City, incurrió en un error de apreciación importante. Si aquellas eran profesionales hechas y derechas, mostraban la autonomía que su sector social reclamaba a los gritos y con decisión, estas son la parte olvidada cuando de la igualdad de género se trata. Está protagonizada por la propia Dunham, y visita todos los tópicos femeninos de los últimos tiempos: dificultades laborales, desamores, falta de entendimiento de los hombres, soledad, solidaridad y disputa con otras mujeres. Pero todo atravesado por el sector social al que pertenece Lena, ubicado en la frontera de las clases medias y bajas, al que los progresistas demócratas le prometen cosas que nunca le dan, y los republicanos proponen la venganza pírrica de una derrota de aquellos incumplidores, que termina trayéndole más problemas que soluciones.

Masters of Sex (Michelle Ashford)

Está basada en las investigaciones sobre la vida sexual de los estadounidenses que el científico y doctor estadounidense, William Masters, impulsó a fines de 1950 junto a su asistente, Virginia Johnson. El estudio recibió todas las resistencias habidas y por haber, y la figura de Johnson fue esencial para vencerlas: ella le daba a la investigación la legitimidad sobre la que Masters, por ser hombre, despertaba sospechas; la mayoría de las mujeres no habrían accedido a ser parte de los estudios sin Johnson: en ella encontraron la contención que les dio su visión femenina del mundo y la relajación necesaria para que la investigación consiguiera datos suficientes para arribar a resultados acertados. Sin esa confianza, las mujeres no sólo probablemente no habrían participado, sino que no se habrían prestado a ser observadas en sus goce sexual, ya sea a partir de un dispositivo o en contacto físico con un hombre. Alrededor de esa investigación, la exposición de todo el machismo del mundo de esos tiempos, mucho más solapado y sutil de lo que pueda imaginarse. Y de eso se ocupa esta gran serie.

The Mindy Project (Mindy Kaling)

Saliendo un poco del drama, esta comedia ligera se ocupa, con ese tono, de los temas habituales: estabilidad profesional, sentimental, metas en la vida, acciones para un futuro en paz personal y hasta física. Usted reirá con las aventuras de Mindy que están lejos de ser las de la protagonista de un típico ‘chick-flick’, pero que sí guarda la esperanza de encontrarse con su verdadero Harry de ‘When Harry Met Sally’. Mindy es la única mujer en un consultorio ginecológico neoyorquino. Ante tanto varón -y más estos varones, con dificultades para atender la especificidad femenina-, su inteligencia y su particular forma de solucionar las cosas (tan de mujer) la convierten en la profesional destacada (con las dificultades que eso le trae entre los hombres). Grey’s Anatomy (Shonda Rhimes)

Todo un clásico que tal vez por eso se haya excedido en temporadas. Aunque el público se renueva, la sensación es que ya van demasiadas. Su estructura convencional, típica de las series sobre médicos y hospitales -donde el espectador medio sabe más o menos qué esperar-, no le impidió a su autora darle ese toque femenino que caracteriza cada vez con más fuerza a las series del siglo XXI. Además, la serie sirvió y mucho para que su creadora, Shonda Rhimes, se hiciera un nombre respetable en la industria, cosa que la llevó luego a estar al mando de Scandal (con más y más poderosas mujeres) y ahora a estar bajo las órdenes de Netflix para, precisamente, crear series con temática o puntos de vista femeninos. Para entender de dónde viene Rhimes