La dictadura del General Pinochet ha sido de las dictaduras latinoamericanas que más historias ha dado a la cinematografía mundial. No tanto por su propio cine, totalmente censurado en los años en los que Pinochet gobernó en forma directa. Sino porque como pocos, el gobierno de Salvador Allende derrocado por Pinochet suscitó una simpatía internacional como pocas; la vía chilena al socialismo, como la había denominado Allende, fue sin dudas una esperanza mundial que la oligarquía de Chile en alianza con la CIA (como lo revelaron años después sus documentos desclasificados) aplastó a sangre y fuego.

En estos casi 50 años que comprenden los 40 en el que el dictador le dio una nueva Constitución a su país, prácticamente atando de pies y manos al pueblo para impedir cualquier cambio por la vía institucional, ayer llegaron a su fin gracias al único camino que quedó en pie luego de tanto intento fallido: la protesta popular y la lucha callejera.

Aquí se ofrece un puñado de películas a modo de guía para entender algo mejor la historia de una resistencia que nunca tuvo la prensa que merecía: silenciada por los grandes medios de comunicación, el cine se convirtió en una de las herramientas que encontró la expresión popular para manifestar su oposición al pinochetismo en particular y la connivencia política en general. Desde la ya legendaria La Batalla de Chile, el enorme documental de Patricio Guzmán con sus tres partes (La insurrección de la burguesía, El golpe de Estado y El poder popular) hasta la tierna Lemebel, con su doble lectura de la irrupción de las mujeres y su mirada -no sólo como realizadoras- en el proceso político por la reforma constitucional y en la reivindicación del mundo trans y su resistencia al pinochetismo -inmortalizada en la figura del gran Pedro Lemebel-, aquí cinco títulos para una breve trayectoria de un pueblo en lucha.


La Batalla de Chile, de Patricio Guzmán (1975, 1977 y 1979)

Filmada mientras los hechos se iban desarrollando, relata el último año de gobierno de Salvador Allende (se rodó hasta el mismo 11 de septiembre) y las consecuencias durante los primeros años de la dictadura de Pinochet. Después del golpe de estado, Patricio Guzmán permanece incomunicado dos semanas en el Estadio Nacional (donde la dictadura llevaba a los detenidos para fusilarlos), pero la presión internacional provoca su liberación y salida del país en noviembre de 1973. Consigue llevarse todos los rollos filmados en 16 mm a Europa, donde empieza a montar el documental en el que cuenta cómo el gobierno de Salvador Allende surgido de las urnas (luego de tres derrotas consecutivas anteriores), pone en marcha un programa de cambios políticos y sociales con el fin de llevar a Chile hacia el socialismo. El documental comienza en los días previos a las elecciones en las que Allende ganaría las parlamentarias de 1973 con el 43,4 por ciento de los votos.


Diálogos de exiliados, de Raoul Ruiz (1975)

Primera disrupción en el discurso de los partidarios de Allende. Ruiz, con la incandescencia del joven que pregunta lo que no se debe, expone a la opinión pública la burbuja en la que buena parte de la dirigencia que había participado del gobierno de Allende. Filmada a cinco meses del golpe, esos exiliados que dan testimonio parecen aún no haber caído en la cuenta de lo que Pinochet estaba haciendo en su tierra, que no habrá vuelta atrás, que no habrá redención, y que en parte, los hechos sucedieron por sus propias falencias, al hacer una mala lectura política de la situación de su país y el mundo.


La muerte y la doncella, de Roman Polanski (1994)

Chile ya tiene elecciones libres y empieza a desvanecerse el foco sobre Pinochet y aparecen temas que tienen que ver con las consecuencias directas que la acción dictatorial dejó en los individuos. La película está basada en una pieza teatral de Ariel Dorfman de 1990, que fue llevada a escena en el Royal Court Theater de Londres y tuvo una versión en Broadway con la dirección de Mike Nichols y con Glenn Close, Richard Dreyfuss y Gene Hackman. En el film de Polanski la joven Paulina Escobar (Sigourney Weaver), torturada y violada por un médico que trabajaba en las salas de tortura pinochetistas, tiene “la fortuna” de un nuevo encuentro. Con la destreza de Polanski para el thriller, la película consigue transmitir la gran impotencia que sufrieron las víctimas, a las que la connivencia política post dictatorial les negó la posibilidad de justicia, y lo más parecido a eso que les quedó fue la venganza personal.


No, de Pablo Larraín (2012)

Si se quiere entender cuál fue el Chile que dejó Pinochet, pocas películas lo hacen de manera tan didáctica y elocuente. Gael García Bernal es un ejecutivo publicitario chileno formado en el exterior contratado por las fuerzas políticas opositoras a Pinochet para el plebiscito en el que se define la continuidad del dictador en el gobierno. Con el fin de jugar a la democracia pero dejársela bien difícil, Pinochet indica que el NO es la opción de sus opositores. Hoy es sabido que los mensajes electorales basados en términos negativos no son muy bien recibidos por los electores. Imaginar entonces esa dificultad en 1988 y encima en un país que por quince años no había votado y ni siquiera se había podido manifestar porque era reprimido por las fuerzas armadas pinochetistas, y encima con partidos políticos que desde 1973 no tenían práctica electoral. A eso se enfrenta la oposición al régimen, y encima teniendo que hacer un curso de modernización veloz (y casi feroz) de comunicación política. Fundamental para entender mucho de cómo y por qué fueron creciendo las protestas del pueblo chileno en los últimos años.


Lemebel, de Joanna Reposi (2019)

Una de las más entrañables voces que no pudo callar Pinochet. Sus libros son realmente distintos, y ofrecen una mirada totalmente original, disruptiva y perturbadora de los años 80 en pleno régimen. Este documental le hace honor aunque no se acerque a la altura del protagonista del que se ocupa. Vida y obra de este pionero del movimiento queer en Latinoamérica, que enfrentó con mucho coraje y mucho miedo (sí, es de esa gente que enseña que no es incompatible tener los dos, y al mismo tiempo) la sociedad conservadora que se pavoneaba en su salsa gracias a la dictadura militar.