Las 24 horas de Le Mans (1971)
Un clásico del cine popular en buena parte porque tenía como protagonista a Steve McQueen (¿sabrán les chiques de dónde viene el nombre del héroe de la saga animada Cars?), que como tal muestra muy bien las ideas y costumbres (incluidas las amorosas) de época pero no trasciende su espacio tiempo. Entretenimiento asegurado para los amantes de autos y pilotos, poca atracción para los que buscan algo más relacionado con la lucha empresarial. Su historia: un piloto americano (McQueen) vuelve a Francia tres años después de haber quedado fuera de las carreras por un accidente. Entre sus dudas y temores, se enamora de la mujer que fue pareja de uno de los pilotos que murió en el mismo accidente que participó McQueen.
Carrera mortal 2000 (1975)
Sus ingredientes son contar con David Carradine y Sylvester Stallone como sus protagonistas. Y algo nada menor: su distopismo sobre el 2000, que si bien ya no era la fantasía idílica de unos años antes, aún resultaba un futuro deseable para las mayorías. Lo que ha sucedido en el mundo según el film es que en 1979 los Estados Unidos se derrumbaron, y entonces estalló la anarquía y el colapso económico. Lo que viene es un totalitarismo que gobierna la ley marcial como si fuera la Constitución Nacional. Como parte del circo que siempre se necesita, organizan la Transcontinental Road Race, cuyo lema es: «En el año 2000 atropellar conduciendo no es un crimen, es el deporte nacional». Y de eso se trata, de que los conductores recorran el país a la manera de un videojuego, en el que cuanto más cosas se llevan por delante (en especial peatones, que cuanto más inocentes más puntos le dan en la competencia). Pero en el año 2000 la resistencia se ha organizado. Y un grupo dirigido por Thomasina Paine (descendiente directa del revolucionario norteamericano Thomas Paine), planea un golpe para desatar la rebelión de las masas.
Tucker: Un hombre y su sueño (1988)
Una perlita de Francis Coppola, no siempre recordada. Su propio homenaje al capitalismo que le permitió cumplir sus sueños de creación libre y soberana (léase La conversación, El Padrino I y II), y que el cambio de modelo en el capitalismo le valió enormes frustraciones, pérdidas millonarias y, lo peor, la condena que siempre quiso evitar: quedar a merced de la voluntad de los grandes estudios, siempre más solícitos a lo que dé más rédito antes que a la creación artística. Su historia es sencilla: en 1948, Preston Tucker está obsesionado con la idea de crear Tucker Torpedo, un auto revolucionario para su época: de gran reacción, veloz, aerodinámico y con un diseño que se adelante al futuro, pese a que General Motors, Chrysler y Ford se unieron en su contra. Un fracaso comercial total que introdujo un montón de características de los autos de décadas posteriores. Sin dudas Coppola vio en la historia de Tucker una emulación de la suya con Apocalypses Now.
Días de trueno (1990)
Una con las que Tom Cruise conquistó a las multitudes. Y lo hizo de la mano del mismo director con el que había llamado la atención del mundo con Top Gun, Tony Scott. Ideal para ver antes de que en junio se estrene Top Gun: Maverick, con el mismo Cruise. Él es una gran promesa automovilística y cuando está a punto de conseguir la gloria sufre un accidente que lo manda por muchos meses al hospital. En su recuperación conoce a la Doctora Claire Lewicki (Nicole Kidman, de quien ya se había enamorado pero aún no casado: lo harían ese año), y de la mano de ella volverá a las pistas. Tiene los mejores ingredientes de los films de carreras cuando están decididamente volcados a la acción, en una época en la que aún sólo pueden triunfar los buenos. Y es el debut de Kidman en Hollywood.
Rush: pasión y gloria (2013)
Una que también tiene su origen en un hecho real, también ficcionado. Y lo bien que hace. Porque representó una de las últimas grandes batallas entre pilotos que los nacidos y criados en el fin de la era analógica recuerdan con añoranza. Se trata de la temporada de Fórmula 1 de 1976, cuando Niki Lauda (Ferrari) sufre un tremendo accidente que lo deja fuera de las pistas durante varias carreras, y permite a James Hunt (Mclaren) ponérsele a tiro en la pelea por el título. Hunt ya venía en ascenso y mostrando su talento, pero Lauda estaba demasiado lejos para darle alcance, y además contaba con una Ferrari. De ese espectacular accidente del que pocos suponían que podía volver, Lauda volvió y dio batalla hasta el final. La lucha entre el joven británico Hunt y el metódico e igual de talentoso austríaco Lauda. Una de esas grandes batallas de la que la película consigue rescatar su espíritu.