Las previas siempre son complicadas: la víspera pueda estar atiborrada de ansiedad, que no suele ser buena consejera para nada, y que siempre es difícil de dominar. En ese sentido, modernidad mediante, el cine resultó un eficaz antídoto contra eso que la misma modernidad generaba: una buena película resulta una buena manera -al menos una que nunca falla- para esperar, por ejemplo, el Año Nuevo. Claro que no cualquiera película. Dramas afuera; si son reflexivos, más. Quedan las comedias (si son románticas mejor, aunque cada vez hay menos), las de aventuras, acción, ciencia ficción, algún que otro policial. Pero como esta es una lista temática sobre fin de año, la lista se achica. Y queda un puñado, entre las que pueden estar, sin orden jerárquico, las siguientes.


Días extraños (1995). La gran Kathryn Bigelow cuenta una historia de amor en medio de un escéptico mundo futurista, donde el sexo es una entelequia y los placeres vienen por medio de dispositivos digitales. Pero hay una mujer negra (Angela Bassett) que aún se atreve al amor (físico y sentimental), un adicto a esos dispositivos digitales Ralph Fiennes, caído en la desgracia precisamente por desamor, y una artista de vodevil (Juliette Lewis) que hace una de las mejores interpretaciones muscales que se haya visto en cine, y encima de un tema de P.J. Harvey. Encima sucede el último día siglo, cuando la humanidad espera algo especial. Sino todos los ingredientes, sí los necesarios para saborear bien un fin de año.


Cuando Harry conoció a Sally (1989). Una de las más clásicas películas de fin de año. Y un verdadero anticipo de lo que serían las relaciones sentimentales entre el fin y el principio de dos siglo, al menos en el mundo hetersexual. Se trata de dos decepcionados totales con el amor, que se conocen y sólo manteniendo su amistad, se van contando sus desventuras y critican abiertamente la postura de los demás, porque sólo ellos tienen la verdad sobre el mundo y sus relaciones. Como dos clásicos enamorados, obvio. La película tuvo, además, una de las grandes revelaciones que dio el cine: la escena en el restaurante en la que la por entonces imparable Meg Ryan finge un orgasmo, pone en evidencia el padecimiento de las mujeres cuando tenían sexo con parejas. Escrita por una de las mejores guionistas de esas décadas, Nora Ephron.




La emboscada (1999). Con la por entonces intrépida Catherine Zeta-Jones y un todavía vigente Sean Connery, que incluye un robo sofisticado y maravilloso (con ese toque Robin Hood que siempre enamora), un contrapunto generacional más que interesante (en un período histórico de clara ruptura) y una seducción bien del siglo XX pero con conciencia de que se trata sólo de un juego porque nada más allá de eso sucederá.


Asalto a la prisión 13 (1976). A pocas horas de fin de año, un policía de Los Ángeles tiene como misión comandar un pequeño grupo de oficiales para trasladar a los temibles criminales de la Prisión 13. Del gran John Carpenter, este film catalogado clase b en su momento y por muchos años, tuvo justicia con el tiempo, que lo convirtió en clásico. Una obra que tiene mucho de western, con toda su acción y tensión.


Un gran chico (2002). Técnicamente no es de fin de año, pero esta película de Chris y Paul Weitz transcurre durante fin de año y cuenta la historia del soltero Will Lightman (Hugh Grant). A los 38 vive sin trabajar gracias a las regalías que aún paga (y él cobra) la pegadiza canción que compuso hace años su padre. En términos de hallazgo social descubre que las mujeres madres son altamente eróticas y más buscadoras de sexo y hombres de lo que hasta el momento era de dominio público. En términos más artísticos es una tierna historia sobre dos (o más soledades) que se encuentran, la posibilidad de comprensión entre chicos y grandes y, sobre todo, la idea de que nadie es una isla en esta vida, y que todos necesitan encontrar gente con la pueda tener códigos y complicidades, que es algo parecido a decir que todos necesitan amor.