Casi feliz, la nueva producción local de Netflix, seguramente no decepcionará a todo aquel que guste del humor de Sebastián Wainraich. Se trata de diez episodios de casi treinta minutos cada uno en los que, entre lo autobiográfico y la ficción, el también reconocido conductor radial (Metro y medio, FM Metro) construye un relato que incluso suma matices al registro al cual nos tiene acostumbrados.
Quienes no sean tan amantes del estilo de Wainraich, si le da una oportunidad a la serie (esto en la jerga actual significa por lo menos dos o tres capítulos), quizás encuentren algunas puntas de donde agarrarse y dejarse llevar por la historia.
Wainraich escribió el guión de la serie y se nota. Tuvo colaboradores en esa creación que encausaron, según declaraciones del propio humorista, aquellas escenas escritas en solitario para llegar a este producto de buena factura, que tiene posibilidad de encontrar su público dentro de la amplia oferta existente en el mundo del streaming.
Obviamente no se trata de un relato 100% autobiográfico, pero la serie juega con elementos reconocibles de la vida pública de Wainraich que son exagerados y/o combinados con ficción para provocar la risa del espectador.
Casi feliz retrata la vida de un conductor radial exitoso de cuarenta y pico de años, fanático del fútbol, que no termina de ser feliz. Un tipo de barrio con problemas burgueses, pero por esto no menos dolorosos o engorrosos de sobrellevar. El personaje de Wainraich se maneja entre una relación complicada con el amor de su vida (su ex esposa), interpretada por Natalie Pérez (bien ella, relajada en cámara), y una lista larga de inseguridades que simplemente no le permiten encontrar la felicidad. Se trata de un hombre que está en la mitad de la vida y tiene todo para pasarla bien, pero se le hace imposible.
La serie trabaja con un tono muy porteño y un humor cotidiano. La banda de sonido –que incluye una canción original compuesta por Ale Sergi e interpretada por Miranda– suma mucho al buen trabajo hecho en la puesta por el director Hernán Guerschuny, con quien Wainraich ya trabajó en la película Una noche de amor (2016).
Hay sencillez en el relato y buen manejo de los tiempos para los remates graciosos. Pero esta claramente inspirado en el humor de tantos referentes que le quita originalidad: el coctel de miedos, angustias, culpas, neurosis, fantasías, pasiones y obsesiones, mas las situaciones ridículas del día a día de alguien semifamoso, no sorprende. Son notorias las referencias a Woody Allen, Larry David o Jerry Seinfeld, entre otros, que construyeron un camino entre la autoparodia, la terapia creativa y la catarsis pública.
Casi feliz tiene cameos para tirar al techo: Julieta Díaz hace de un amor de la adolescencia, Gustavo Garzón es su psicólogo, Adrián Suar aparece como un empresario chanta y Benjamín Amadeo como un fan algo tonto y molesto. También aparecen Dalia Gutmann (su pareja), Julieta Pink (su compañera de radio), Peto Menahem (su amigo y colega) y hasta sus propios hijos. Hugo Arana, Carla Peterson, Wos, Rafael Ferro, Emme y Mex Urtizberea, entre otros, también se suman a la historia.
Esta serie muestra la capacidad de observación del autor para las comedias de situación argentinas y para aprovechar las puertas que se le abren en reconocimiento a su trayectoria. Habrá que ver si se podrá esperar una segunda parte o si sólo es un buen intento de dar una mirada más a la vida actual que naufraga en el mar del on demand.
Casi feliz. Dirección: Hernán Guerschuny. Guion: Sebastián Wainraich. Actúan: Sebastián Wainraich, Natalie Pérez y Santiago Korovsky, entre otros. Disponible en Netflix.