El final, inexorable, ya está disponible. Netflix publicó este viernes los últimos ocho capítulos de Bojack Horseman, la serie animada que fue estrella de la TV en los ’90, protagonizada por un caballo-hombre que vive de las regalías, pero nunca puede escapar de la nostalgia, las adicciones y el desprecio por sí mismo. En rigor, se trata del estreno de la segunda parte de la sexta temporada –la industria del espectáculo puede ser caprichoso hasta para agrupar episodios–, el cierre definitivo de una historia marcada por el vértigo, la desazón, las pérdidas, los absurdos y los daños autoinfringidos. El gran desafío de Bojack será, esta vez, encaminar su vida luego de una larga internación por un tratamiento de rehabilitación y comenzar una nueva etapa muy lejos de –casi– todos sus seres queridos.
No es poco que Bojack Horseman haya llegado al más que respetable estatus de las producciones que se extienden por seis temporadas. Sobre todo en la era en la que un parpadeo de algoritmo puede clausurar al instante hasta al más audaz de los proyectos. Esa categoría no le alcanza para hablar de una de las series más populares del momento, pero sí confirma que este caballo bípedo, parlante y malhumorado construyó una sólida base de fans en todo el mundo y seguirá dando qué hablar. La creación de Raphael Bob-Waksberg (35 años) trabaja con el humor negro, el drama y el absurdo. Waksberg se animó a hurgar en temas incómodos para la industria del entretenimiento como el abuso de drogas y alcohol, las diversas formas de sexualidad, los chalecos de fuerza emocionales, las infancias traumáticas, las problemáticas de género y la adicción al trabajo, entre muchos otros.
La historia se desarrolla en Hollywoo (sí, sin la d, un «accidente» que se transformó en uno de los gags más emblemáticos del ciclo), una ciudad habitada por humanos y animales humanizados que conviven con plena naturalidad. El protagonista excluyente es Bojack Horseman (con la voz de Will Arnett), que en una primerísima mirada puede parecer cercano al Charlie Sheen de Two and a Half Men, aunque el dibujo de Bojack resulta un actor más convincente y vívido que Sheen. En la vida de Bojack (cuyo humor ácido puede referir a Ricky Gervais) no faltan mujeres, fiestas, alcohol, cocaína, heroína y más. Pero el personaje del hombre-caballo y quienes lo acompañan despliegan una profundidad emocional e histórica mucho mayor, y la serie elude forzar la resolución de todo capítulo con un epílogo gracioso y vacuo.
Bojack vive, literalmente, sobre una colina de Hollywoo, pero más específicamente sobre un narcisismo aun más imponente que esa construcción geológica. Por eso su enorme dificultad para relacionarse con los seres vivos, su falta de empatía y todos los problemas que eso impone. Sus seres más cercanos son el impredecible Todd Chavez (Aaron Paul, Jesse Pinkman de Breaking Bad), la incansable agente Princess Carolyn (Amy Sedaris) y la escritora y existencialista militante Diane Nguyen (Alison Brie). Temporada a temporada, capítulo a capítulo, cada personaje fue reescribiendo su relación con Bojack, pero también sus propias historias, permitiendo asomarnos a esa rica galería de daños que suele llamarse vida.
En estos últimos capítulos Bojack se enfrentará a sus abismos más medulares. Luchando contra sus adicciones se alejará de Los Ángeles para dedicarse a la docencia y acercarse a su joven hermana. Pero la redención en la vida real suele encontrar múltiples obstáculos y en la de Bojack también será un camino incierto. El pasado lo seguirá persiguiendo con múltiples implicancias. ¿Más soledad, recaídas, problemas con la ley, reencuentros? Quizás todo eso junto y un poco más. Porque la vida –a veces– puede parecerse a la historia de un caballo que habla.
En foco
Bojack Horseman. Sexta temporada, segunda parte. Comedia dramática animada. Creador: Raphael Bob-Waksberg. Disponible en Netflix.