De los ritos de pasaje que marcan la vida adulta en el mundo capitalista, el de enfrentar una entrevista de trabajo debe ser de los más cruciales. En su metamorfosis canallesca, en las últimas décadas el establishment parece haberse encargado más de disimular las viejas prácticas vinculadas a las desiguales relaciones de poder entre patrones y trabajadores que en cambiarlas de raíz. Sobre todo eso reflexiona El método Grönholm, la obra del catalán Jordi Galceran que con humor y mordacidad pone en escena la instancia final de una selección de personal tan vanguardista como extrema, que definirá cuál de cuatro candidatos se quedará con un codiciado puesto ejecutivo en una empresa de tecnología. Estrenada en 2003 en Barcelona y con decenas de versiones alrededor del mundo (incluida una adaptación cinematográfica del director Marcelo Piñeyro), la obra tiene ahora su segunda puesta en Buenos Aires, esta vez con las actuaciones de Benjamín Vicuña, Laura Fernández, Rafael Ferro y Julián Cabrera, bajo la dirección de Ciro Zorzoli.   

“Es una obra actual y de una vigencia tremenda”, comparte Vicuña. “Ese sistema perverso y salvaje que plantea, existe. El miedo a que una multinacional cambie de dueño y despida a la mitad de las personas, o que un tipo de recursos humanos llegue y haga un enroque en los puestos de trabajo, o que desplume a los trabajadores, eso está presente aún”, sigue el actor chileno respecto a lo poco que cambió el panorama en todos los años que trascurrieron desde las primeras funciones de El método Grönholm.

“Mi personaje es Fernando, un tipo ambicioso, políticamente incorrecto, con un humor ácido, dispuesto a todo para conseguir lo que quiere. Es un atrevido, y eso es muy interesante. Es un hijo de puta con cara de buen tipo, pero tiene un gran carisma e inteligencia. Es como crear un monstruo”, dice Vicuña acerca de su papel. Sin dudas, el cinismo es uno de los ejes que hace andar al texto de Galceran: vale preguntarse qué es lo que cautiva tanto al público de ese discepoliano despliegue de maldad insolente. “Creo que la empatía viene por la crítica al sistema, a cómo resulta hoy trabajar, a la codicia y la ambición de la condición humana. De cómo nos comportamos con un par, con un empleado, con un jefe: todos sabemos de lo que estamos hablando, del abuso de poder o de las locuras que uno puede llegar a cometer por ambición. Todo eso está en la pieza y potencia las personalidades de los personajes. Pero más allá de eso, la dirección de Ciro Zorzoli, hace que la obra tenga un ritmo espectacular”, opina el protagonista.

Pero si bien la esencia de las corporaciones sigue siendo la misma, esta puesta de El método Grönholm necesariamente toma otros aspectos de la coyuntura. “Se suman nuevas lecturas. Nos hacemos cargo del clima político y social, no mencionando cosas puntuales, pero sí hablando de la incertidumbre o de cómo, por ejemplo, un alto ejecutivo ya no llega a una reunión en traje, sino en remera y andando en monopatín. También hay otro personaje que plantea un cambio de género. Pero en cuanto a hacer lo que sea para conseguir un puesto, creo que en estos tiempos se acentúa por la necesidad, la confusión y la competencia”.

Vicuña fue parte de una innumerable cantidad de proyectos como actor en la Argentina, Chile y España. Entre muchos de ellos, vale mencionar las series El primero de nosotros, En terapia o Vis a vis; en cine, El hilo rojo y El Bosque de Karadima; y en teatro, Los elegidos o Eva Perón, la obra de Copi. Pero más allá de aquellos que lograron mayor resonancia mediática, el intérprete impulsa diversas iniciativas que lo vinculan con el quehacer cultural a éste y al otro lado de la Cordillera: si bien, por ahora, casi no está viajando a su país. “El teatro te amarra. Pero es algo que yo elegí, estar con mis hijos y vivir en la Argentina. Y estoy feliz de volver a escena y de reencontrame con el público, es algo que como actor te llena. Espero que la temporada traiga cosas buenas”.

Sobre su búsqueda en relación a su papel en El método Grönholm, el actor comparte: “Con ciertas diferencias, todos vivimos un fracaso en un casting, con las ganas y el deseo de quedar, haciendo todo lo posible por que te elijan, viendo a tus compañeros como pseudo rivales. Pero la obra está más enfocada en un mundo de altos ejecutivos, tipos que tienen muchas aspiraciones y que se mueven más allá del mundo del arte o del teatro, que es lo que hago yo. En esto de encontrar elementos para construir con cierta verdad, yo me conecto con el humor negro, con la acidez de este tipo, con lo políticamente incorrecto. Sólo en un escenario y disfrazado podés decir lo que dice este personaje”.

Tras el cimbronazo de la pandemia, para Vicuña esta obra trae otras satisfacciones. “Después de hacer dramas, es lindo volver hacer comedia hoy, estando el mundo como está. Esta comedia sana, libera e invita a la reflexión. Es bello para el público y es un ejercicio súper sanador para los actores.” «


El método Grönholm

Dirección: Ciro Zorzoli. Dramaturgia: Jordi Galceran. Actúan: Benjamín Vicuña, Laura Fernández, Rafael Ferro y Julián Cabrera. Funciones: miércoles y jueves a las 20:15, viernes 21:30, sábados 19:30 y 21:30 y domingos 19:30 en Paseo La Plaza, Av. Corrientes 1660.

El presente, el futuro y la grieta de Chile

Benjamín Vicuña es responsable, junto a su amigo y colega Gonzalo Valenzuela, del Centro Cultural Mori de Santiago de Chile, que consta de varias salas de teatro. “La pandemia nos pegó muy fuerte. Perdimos casi todo lo que habíamos construido en 15 años, pero tuvimos el compromiso de no despedir a nadie y sostener un equipo de trabajo de más de 50 personas. Las consecuencias fueron económicas, pero estamos volviendo al ruedo. No con tanta fuerza como acá: en Chile es más paso a paso”, señala. Sobre la presidencia de Gabriel Boric, el actor opina: “Veo muy auspicioso tener al presidente más joven de nuestra historia, con buenas relaciones con gran parte del mundo y con ganas de hacer las cosas bien. Ahora estamos resolviendo la votación por la nueva constitución y está muy polarizado el país: algo que debería ser una fiesta, pasa a ser una gran grieta. No es fácil para un presidente lidiar con esto, con una guerra, con la inflación. Pero está muy bueno que se haya dado un cambio generacional y que haya gente nueva que quiere hacer las cosas distintas.”