Pisó los grandes escenarios a los dos años, hizo una aparición fugaz porque su papá lo llamaba y huyó cuando una multitud coreaba su nombre. Tiene muchos seguidores en las redes sociales, donde se despacha a gusto sobre música, su apoyo al feminismo, al movimiento LGTTBIQ y su desagrado hacia el actual gobierno. Sacó tres discos con su banda Zero Kill y prefiere tocar en vivo en lugares pequeños, como si diera una fiesta con amigos. Las canciones de Unisex, su último trabajo y quizás el que mejor lo representa, alternan guitarras furiosas, sonidos electrónicos, crítica social o pura introspección en inglés y en castellano. A Benito Cerati (25 años) no le interesan los catálogos ni colmar expectativas ajenas, hace su propio camino más allá de cualquier límite.

El cantante y compositor creció sin los cánones tradicionales que dictan que determinadas cosas son para mujeres y otras para varones. Y en ese recorrido de libertad fue encontrando sus propios caminos musicales y personales: «Creo que viví un combo de sobreprotección y una crianza rara que hizo que mi salida al mundo se postergara mucho. Yo de chico estaba en Plutón. Por ejemplo, veía Sakura, un animé de una chica vestida de rosa que tenía un palo y unas cartas que me encantaba. Mi abuela me compró el conjunto y yo salía a todos lados con el palo rosa. También veía otro animé que se llamaba Ranma 1/2, que era un chico que cada vez que se mojaba con agua fría se transformaba en mujer y cuando lo mojaban con agua caliente se transformaba otra vez en hombre. Me atraía mucho ese súper poder, era ‘guau, se puede ser las dos cosas a la vez’. Nunca entendí las ideas
tradicionales de lo masculino y lo femenino, no tengo ese chip. Cuando salí al mundo me di cuenta que la gente era muy distinta», revela Benito.

–Tu disco Unisex tiene mucho de Ranma 1/2.

–Mis discos son muy bipolares, van de un extremo al otro, siempre estoy como en un yin y yang pero desde un lugar constitutivo, más allá de los géneros o la elección sexual. Creo que uno siempre se está buscando a uno mismo y que si algo te apasiona o te choca es porque tiene que ver con tu esencia. Siento que David Bowie me dice «che, vos sos un poco como yo”. Todos mis discos son distintos. En mi vida soy así, corro el límite, no lo puedo evitar. No lo hago de rebelde, lo hago porque me sale.

–Se te nota una persona sensible. ¿Cómo hacés para sobrellevar tu actividad en las redes con la violencia que allí se manifiesta?

–Me costó bastante porque nunca fui una persona de perfil alto. En los primeros dos discos (Trip Tour y Alien Head) iban a verme los curiosos, básicamente. Con Unisex necesité mostrar, poner la cara y decir cosas que me interpelan. Todo eso me dio fuerzas para incursionar en las redes, ahí hay gente que me interesa y también es el lugar donde puedo decir «no puede ser que siga sucediendo esto». Fue muy difícil encontrarme con gente que pensaba muy distinto o que no le gustaba como yo comunicaba y lo aproveché para expandir mi cabeza.

–¿En qué expandiste tu cabeza?

–El año pasado tuve un momento muy bisagra. Para mí el feminismo es un movimiento que socialmente tiene el mismo nivel de importancia que la invención de la agricultura. El mundo se está revolucionando y yo sentía que mucha gente me prestaba atención por lo que hacía y decía, por lo tanto podía y quería aportar mi voz, entonces me puse a twittear sobre el feminismo y me empezaron a escribir un montón de chicas que me decían que estaba buenísimo lo que decía, incluso referentes me pidieron mi testimonio para libros sobre el tema, y de repente aparecieron varias que me dijeron «che, bajá un toque, te están llamando a vos para hablar de esto y sos un chabón». Fue un shock. Yo quería aportar, no lo estaba haciendo para robar protagonismo. Ahí entendí que mi lugar de apoyo es que se sepa que estoy a favor y listo.

–En algunos medios te tildan de activista, ¿lo sos?.

–No, soy muy apasionado, hay temas que me interesan mucho y hablo, y si hay charlas voy a escuchar y si hay marchas voy a estar, pero no soy de los que lideran o son parte de un movimiento. Estoy muy de acuerdo con la lucha por los derechos de las personas LGBTTIQ, pero no estoy de acuerdo con algunas de ellas. Si sé con lo que no transo y con lo que nunca voy a coincidir.

–¿Por ejemplo?

–No estoy de acuerdo con el gatillo fácil, ni con la pena de muerte, ni con no legislar el aborto. Si me vas a dar una explicación religiosa, lo siento, yo no comulgo con eso.

–Y te tildan de radical.

–»Andate a Venezuela», me dicen. A veces siento que nos tocó ser los conejillos de Indias de algo que va a venir. Se están rompiendo paradigmas y no sabemos para dónde disparar, entonces cuestionamos todo. A la vez, hay personas que prefieren reaccionar antes que abrir la mente, eso es el conservadurismo. El miedo a lo desconocido es una respuesta muy humana. Pero creo que estamos en un momento de cambio para bien. Lo que está pasando con el movimiento feminista es impresionante, la gente volvió a manifestarse y eso es bello.

–En tus discos hay canciones en inglés y en castellano ¿Qué te lleva a elegir cantar en determinado idioma?

–Hace unos años estaba con un amigo escuchando mi primer disco y él me dijo: «¿Te das cuenta que tus letras en inglés son más directas y tus canciones  en castellano son todas metafóricas?». En ese entonces no me animaba a decir ciertas cosas, era una persona más tímida, casi que no existía mi propio juicio. En el fondo pensaba «voy a decir cosas en inglés para que pasen por debajo del radar». Ahora si canto en inglés es porque me gustan las palabras o la fonética. El inglés es un lenguaje más suave, el castellano tiene sonidos más duros. Si hago un tema rockero me va más el castellano.


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–Tuviste tu momento de ostracismo, ¿cómo que saliste de ese lugar?

–De a poco. Tengo una familia que por suerte tiene recursos y me ha podido dar un lugar cómodo, pero siempre tuve las ganas y la necesidad de crear mis propias cosas. Podría haber agarrado al productor de Lali Espósito para llegar a todos lados, para que mi música se escuche mucho. Pero no es lo que quiero. No me interesan esos atajos. Quiero entrar a la Matrix de costado.

–Varias veces dijiste que vas por la vida captando sonidos y que después los metés en la licuadora ¿Cómo procesa tu licuadora?

–La verdad es que no lo tengo muy claro. Veo algo y pienso «quiero eso», no sé por qué, y de repente armé un puzzle. Laburo con un concepto, como si fuera un espectáculo del Cirque du Soleil, para mí no existen temas de relleno.

–En Twitter siempre ponés la música que te gusta o estás escuchando.

–Sí, yo siempre muestro de dónde robo (risas). Nadie crea desde la nada, todos agarramos cosas de todos lados para hacer algo propio. Cuando estudiaba Antropología hice un trabajo práctico sobre la música en el siglo XX y vi cómo se fueron creando los géneros. Todo el arte se fue creando a partir de otra cosa que le dio el pie. Por eso ese asunto del derecho de autor me resulta un bodrio; en todo caso hiciste un buen licuado. Me resulta muy individualista decir «esto es mío».

–¿Qué opinás del rock y el pop argentino actual?

–Creo que estamos en un momento en que los músicos vuelven a decir cosas. Marilina Bertoldi, incluso los chicos del trap, tienen posiciones tomadas y las expresan. Quizás alguno te parezca plástico o que apenas rasca la superficie. Gimena Barón hace un tema y muchos dicen «esto ya lo escuché mil veces», pero no piensan en el pibe de un pueblo lejano que lo escucha por primera vez en la tele y lo interpela. Como la tira de tevé 100 días para enamorarse, que tenía un personaje trans. Yo tengo un montón de amigos trans, pero hay que comprender que esto es la puerta para el público general que no sabe nada del tema. A mí me hubiera gustado ver de chico en un programa mainstream un beso entre dos tipos. ¡Ni eso había!

–¿El hecho de que Marilina Bertoldi haya ganado el Gardel de Oro tiene que ver con su música y con lo que interpela?

–Marilina es una excelente música, tiene mucha fuerza, canta muy bien, tiene muy buen vivo y tiene su postura. Sumale que es lesbiana, es muy representativa por distintos aspectos, es una respuesta al momento represivo y arcaico que estamos viviendo. Ya no nos bancamos esto, por eso siento que es muy importante la posición de la música actual, la valoro mucho, y que además que sea muy buena música es mucho mejor. Estoy contento con lo que está pasando. «



¿Cuándo?

Benito Cerati y Zero Kill siguen presentando «Unisex». Domingo 23 de junio a las 18 en JJ Circuito Cultural, Jean Jaurés 347. Sábado 19 de julio en Kirie Bar San Telmo, Bolívar 813.



Rock, política y sociedad

El líder y fundador de Zero Kill destaca que le interesa la política y que, aunque sea en forma indirecta, siempre impacta en la música: «Cuando terminó la dictadura todos los discos que salieron expresaban una atmósfera festiva. Soda Stereo y Virus son de ese período, con letras ligeras, muy new wave. Si Soda hubiese salido en el 2001 es muy probable que no hubiera pasado nada. Serú Girán apareció durante la dictadura, logró encriptar todo lo que estaba pasando y fue como un respiro. Ahora, con el movimiento feminista en auge, Marilina Bertoldi ganó el Gardel de Oro y salió la media sanción de la ley de cupo femenino para festivales. Siempre hay relación entre la música, lo social y lo político. Yo no puedo entender que sea necesario sacar una ley para que haya equilibrio, es incomprensible que no se dé naturalmente. Pero vas a cualquier festival y el 99 por ciento de los artistas son hombres, y si hay una mujer quizás es la corista de una banda de varones. Es una lástima que tenga que ser a la fuerza, pero la ley de cupos va a llevar a naturalizar el equilibrio. El arte funciona como una respuesta a todo lo que está pasando. Por eso decir que la música es apolítica o asocial es bullshit».



Música increíble y desengaño

Benito se crió rodeado de música y hasta con un estudio de grabación a su disposición. Desde muy chiquito, papá Gustavo lo dejaba tocar sus instrumentos, palancas y botones. Grabó sus primeras canciones a los cinco años, pero recién se tomó el asunto en serio en 2012, cuando grabó covers de uno de sus grandes ídolos de la adolescencia: Michael Jackson.

–Después el documental Leaving Neverland, donde se lo acusa de abusador de niños, ¿cómo resignificás a Michael Jackson y su música?

–Es inevitable apreciar el talento que tenía, que lo usara para cosas espantosas es otro tema. No vi el documental, pero cuando salió ya no lo escuchaba tanto. Si lo ponen en una fiesta no voy a dejar de bailar, a todos nos pasa eso, el que diga que no, miente. Su música sigue siendo increíble y fue una gran influencia durante mi adolescencia. No admitirlo por ser políticamente correcto no me parece bien, porque es una realidad. Sin embargo, si lo escucho ahora me deja una sensación amarga.