Hoy a la medianoche se estrena Avengers: Endgame, una nueva entrega de la saga los Vengadores de Marvel, producida por Marvel Studios y distribuida por Walt Disney. En ella se contarán los vericuetos de los sucesos posteriores a Infinity War, cuando la mitad de la vida del universo ha sido diezmada en el evento conocido como «La Decimación», o sea la devastación causada por Thanos tras reunir y utilizar las Gemas del Infinito. Universo arrasado, universo en ruinas. Los Vengadores se cruzarán con Los Guardianes del Espacio, personajes de Ant-Man and the Wasp y Captain Marvel, y tratarán de recuperarse de la fuerte derrota. Una recuperación que tiene un solo camino de una sola dirección: la unidad.
Muchos pueden a creer que la historia de Endgame se trata de un copia de otros éxitos del momento en el que todos se unen. Más allá del tiempo desde que se viene preparando esta nueva película, lo cierto es que es el clima de época el que indica que toda serie o película masiva de hoy debe hablar de la necesidad de la unidad de los sometidos. Game of Thrones, The Walking Dead, las por demás ninguneada que dio origen a esta reiteración temática ya en 2012, Los juegos del hambre. La unidad de los que han quedado fuera de los beneficios del sistema es mucho más que una moda, es una necesidad de sobrevivencia.
Lo que en principio aparecía como cool, oportunidad de buenos negocios (con Iron Man a la cabeza) o ganar simpatías y adherentes (¿followers?) por parte de superhéroes no tan conocidos, el tiempo y los desaciertos propios potenciados por la habilidad contrincante, llevaron a que la unidad se convierta en sinónimo de sobrevivencia. Porque juntarse con el o la que hasta ayer no se soportaba se ha convertido en un imperativo de continuidad, no sólo de la vida, sino también de negocio: el monstruo ha crecido tanto y de tal modo que sólo uniendo las partes disgregadas del mismo bando aparece como única posibilidad de seguir contando historias; y así continuar el negocio.
Desde aquel mítico viaje de Colón que hizo el mundo cada vez más chico y conectado, la Modernidad inauguró también una era de memorias de relatos y fantasías comunes que se fueron expandiendo por el mundo a través del tiempo. Cenicienta es una historia que hoy se sigue contando aunque sus orígenes pueden rastrearse a fines del 1600; La Bella y la Bestia tiene antecedentes hasta mediados del 1700. Eso no quiere decir que se cuente el mismo cuento, sólo que las nuevas épocas encuentran en esas historias la posibilidad de generar respuestas a interrogantes que pese a pensarse clausurados, volvieron en nuevas formas. Pero hoy Cenicienta tiene que encontrarse con otros encantados en Once Upon a Time (2011) para enfrentar el hechizo que promete dejar al mundo sin todos esos personajes y en consecuencias sin todas sus historias. La modernidad parece haber llegado a un punto narrativo en el que ya no son posibles las rivalidades entre los pares, sólo la unidad contra un enemigo tan imaginario como real que es el fin del mundo como tal: es decir, dominado por humanos (sino es sólo un planeta). Zombies, hombres de hielo, Thanos y sus secuaces, robots y terminators varios. La amenaza es gigante. Y latente.
Ante ese futuro tan temido, la saga Avengers obtuvo su éxito ofreciendo algunas nuevas respuestas, o al menos indicios de ellas, a temas que parecen no tener fin. Sólo desde ese núcleo es posible volver exitosa toda la ornamente de efectos especiales y tecnología que la hacen bella a los sentidos. De lo contrario aburriría.
Pero como sus pares del Olimpo popular de estos tiempos, también sufre del riesgo del agotamiento: ¿qué podremos ya contar una vez que nos unamos y venzamos al monstruo? ¿Un nuevo comienzo? (no es adrenalínico). ¿El surgimiento de un nuevo monstruo? (se convertirá en el cuento del pastorcito haciendo la broma de que viene el lobo). El agotamiento de esta y otras sagas parecen anunciar el fin de un período, sin duda relacionado con el cambio que el streaming trajo al mundo audiovisual, que quebró el predominio de cine sobre otros formatos.
Por eso la nueva Avengers augura nostalgia. No porque este sea su final, ni porque el final se acerque. Incluso con las dudas que hay sobre la continuidad de Iron Man. Tampoco cualquier nostalgia. Aunque seguro no será una festiva. Más una de esas que se empiezan a sentir cuando se sabe que se está cerca del final de algo sobre lo que no se avizora reemplazo. Es ese no ver nada igual en el horizonte inmediato lo que la hace más grande. Y más saboreable y triste su llegada.