Hace apenas tres meses, el poeta, escritor y cineasta César González visitaba el programa de Víctor Hugo Morales en C5N para presentar su último libro, El fetichismo de la marginalidad. En algún momento miró su celular y como tantas otras veces, el mensaje era de Alejandro Bercovich: “Tengo un proyecto artístico, político, periodístico y laboral”, recuerda González, y sonríe al repasar la enunciación un tanto barroca. Bercovich aclara, no menos risueño: “Puse la palabra ‘laboral’ para que sepa que había guita, porque si no, yo siento que nos viven haciendo propuestas militantes de cosas que no son laburo, y era importante que esto fuera profesional. Si no, no habríamos llegado nunca al resultado que finalmente conseguimos”. Entre la hipérbole de aquel WhatsApp y ese esfuerzo contrarreloj nació Diciembre, el primer trabajo en colaboración de González y Bercovich, que intenta abrir nuevas perspectivas sobre el estallido de 2001, a partir de los testimonios de quienes estuvieron en las calles, los que participaron de los saqueos y de dirigentes como Eduardo Duhalde, Carlos Ruckauf y Luis Zamora, entre otros. Este fin de semana, el documental empieza su derrotero de exhibiciones, en una búsqueda de los realizadores por llegar a todos los lugares posibles y alentar reflexiones que, según entienden, 20 años después de aquel suceso, aún parecen veladas.
“El intento narrativo que hicimos es polifónico, lo más variopinto posible y sobre todo, tiene un ángulo nuevo, que es el del barrio: el barrio Carlos Gardel, en el que vive César, donde filmamos y donde habla por primera vez un sujeto hasta ahora ignorado, que es el pueblo con hambre, el pueblo que saqueó los locales”, cuenta el periodista. “En ese intento de revisitar esa historia tratamos de contarla para los que no la vivieron, para que aquel que era un chico, nació después o no estuvo, llegue a comprender la profundidad de ese quiebre que fue 2001. Un acontecimiento que, como tesis que compartimos con todo el equipo, marcó a fuego los 20 años que siguieron”. Uno de los recursos que utiliza la película es el personaje de Soledad, una joven periodista nacida el 20 de diciembre de 2001, encarnada por Sabrina Moreno. Junto con Bercovich, recorrerá las calles tratando de rescatar las huellas del estallido hasta llegar al barrio, donde se invierten los roles: ahora será ella quien muestre a Alejandro y a los espectadores que allí también hubo un 2001, y que no fue solo el de los combates en la calle o las luchas palaciegas.
Bercovich y González se conocieron en el terreno común de su vida profesional. Cuando el periodista decidió que en vez de un especial para su programa Brotes verdes, los 20 años del estallido merecían una película, no dudó en contar con esa “sensibilidad de la imagen y el territorio” de González. “Fue una carrera descomunal, 24 x 7 –cuenta el escritor–. Teníamos claro desde el principio que no queríamos hacer nada parecido a lo que se había hecho para otros aniversarios del 2001. Investigamos mucho para ver qué ángulos y puntos de vista nuevos o no tan desarrollados sobre el tema podíamos abordar”. En esa búsqueda, fue fundamental el aporte como guionista de Nahuel Prado (periodista y colaborador de Bercovich en la radio y la tele) y del documentalista Patricio Escobar (¿Qué democracia?, La crisis causó dos nuevas muertes). “En la calle se mezcló todo el pueblo en su multiplicidad y sus contradicciones, unido como pocas veces estuvo y dispuesto a todo. Una de las cosas que me llama mucho la atención, yo que estuve trabajando en los archivos, es que era un pueblo dispuesto a morir, y que cuando ya sabía que había muertos, tampoco paraba, no retrocedía. Y eso, más allá de que me conmueve y afecta, me hace pensar. Porque pocas veces el pueblo estuvo dispuesto a morir por una causa como en diciembre de 2001”, reflexiona González.
–¿Por qué plantean que lo sucedido en 2001 “se barrió debajo de la alfombra”?
AB: –Es que diciembre de 2001 termina siendo un hecho incómodo para todos. Ninguna de las dos grandes narrativas políticas que surgieron a partir de ese estallido, el kirchnerismo y el macrismo, termina de reconocerse como hija de 2001 y todos, cuando lo evocan, dicen: “Ojalá que nunca más pase”. La evocación está siempre acompañada de esa especie de anticuerpo. Y la verdad es que nadie quiere que las fuerzas de seguridad asesinen a 36 personas, ni que los dueños de supermercados maten jóvenes, pero lo que pasa así, como de soslayo, es que fue un momento de cuestionamiento generalizado de todas las estructuras de poder por parte de toda la sociedad, al mismo tiempo. Eso, que fue poderosísimo, todos lo quieren ahuyentar.
–¿Cómo dialoga el “que se vayan todos” con la actualidad?
AB: –El “que se vayan todos” vuelve potente en estas elecciones. Ahora que estamos pensando en la génesis de esta peli, me doy cuenta de que claramente está vinculada con la reemergencia de lo que se vio en las PASO: cuando le escribí el mensaje a César y convocamos a Pato Escobar, que le puso una potencia documental tremenda, porque él es un cineasta militante, un documentalista muy riguroso que siempre interviene con algo muy revulsivo en la conciencia del momento. Ese mensajito de septiembre estaba marcado por el voto bronca de estas elecciones.
CG: –(N. de R.: a Bercovich) Yo había estado en tu programa y vos me habías preguntado por Milei, antes de las PASO, y yo dije “dejemos de reírnos de Milei”, y las elecciones lamentablemente me dieron la razón. Hay algo sistemático, no de borramiento, porque es imposible borrar una cicatriz, una cicatriz viva, porque sin el 2001 no existiría todo lo que vino después y porque fue un cuestionamiento al statu quo en sí, y el statu quo tuvo que responder como cofradía de esa situación, pero sí hay una necesidad sistemática de apaciguar o amortiguar la interpretación de la potencia de esos días, porque realmente temblaron los cimientos del sistema. Y lo sabían porque estaban la clase media, la baja y la más baja dispuestas a estar en la calle. Lo interesante que tiene la película es que no nos quedamos solamente ahí, sino que mostramos la previa y el post.
–¿Cómo trabajaron esas tres perspectivas que son el eje del documental?
AB: –Pensamos en el palacio, la calle y el barrio. Destaco el laburo de Nahuel Prado, que no solo hizo el esqueleto narrativo de cómo esos tres territorios se superponen, sino que también hizo en tiempo récord la curaduría de las entrevistas con los personajes de poder de aquel momento, que hasta ahora tampoco habían hablado. Chrystian Colombo, por ejemplo, cuenta que el 19 a la noche De la Rúa se fue a dormir… Esas son cosas que nos hicieron reflexionar mucho sobre cómo el poder se desmoronó solo: hubo una potencia popular, pero también un poder que se desintegró.
CG: –Lo importante de esos tres puntos de vista es que el documental es muy democrático. Por supuesto, nosotros tenemos nuestra propia tesis, pero en el documental no hay una voz en off que vaya orientando, ni que sea reflexiva o indique al espectador por dónde tiene que ir: nosotros dejamos hablar a todos, que cada cual diga lo que quiera, no sacamos de contexto ninguna frase, ni jugamos a agarrar una oración que nos convenga. Creo que eso es muy interesante. Tener un material que abra muchos puntos de vista, maneras de percibir e interpretar, de recordar esos hechos. Yo, que edité, me preocupé de que esté todo el tiempo esa mistura. La película no termina ni con una reflexión ni nada, hay algo abierto que todo documental político tiene que tener.
–¿Cómo estamos después de estos 20 años?
AB: –Lo que es un hecho es que estamos de vuelta en una crisis muy grave, tanto económica, social y política, que no es igual a la de 2001 pero para la cual nosotros creemos que se pueden extraer aprendizajes de cómo transitamos ese 2001. Por eso, en la película lo que intentamos aportar es que para pensar esta crisis y cómo nos reinventamos, hay elementos de aquella que le pueden ser útiles a los que se hacen esas preguntas. Incluso para quienes buscan horizontes en opciones que no nos gustan o nos dan miedo, como el fascismo, pero que expresan un descontento con el estado de cosas.
CG: –En mi barrio, en mi infancia, los recuerdos que tengo de la política son de la unidad básica del peronismo, pero hoy hay muchas organizaciones que hacen trabajo territorial. Creo que a partir de 2001 también se reforzó ese nivel de participación para los sectores medios a los que hoy en día le molestan los piquetes en la 9 de Julio pero, por otro lado, viven convocando a marchas. Se apropiaron de un símbolo, una herramienta que ellos siempre despreciaron. Hoy, ante cualquier cosa van a Tribunales, Plaza de Mayo, hacen marchas en pandemia. Creo que en la Argentina va a ser muy difícil extirpar eso que siente la sociedad de que para lograr algo, en política, hay que estar en la calle. «
Diciembre
Dirección: Alejandro Bercovich y César González. Guión: Nahuel Prado. Con la participación de Sabrina Moreno. Hoy a las 18:30 en Plaza de Mayo; lunes 20 a las 23, por la Televisión Pública y martes 21 a las 22:30, por C5N.
La agresión de una patota nazi y antivacunas
El pasado miércoles, un grupo de antivacunas amenazó a Alejandro Bercovich y el equipo del programa Pasaron cosas (lunes a viernes de 13 a 16, Radio con Vos), en la puerta de la emisora. Con una bandera con la consigna “No al pase nazitario” y expresiones antisemitas, desde alrededor de las 15 horas comenzaron a intimidar al conductor con frases como “Si sos tan valiente vení acá abajo a hablar”. Bercovich, en ese momento al aire, se había manifestado a favor del pase sanitario. Poco después, cuando llegaba a la emisora para realizar su columna en el mismo envío, el periodista Tomás Eliaschev filmó a un hombre del grupo agresor mientras lo amedrentaba con dichos tales como “Cuando se termine la pavada esta van a ir todos colgados” y “Te saltó el judío”. “Recién puedo salir sano y salvo de @radioconvos899 gracias a la solidaridad de amigos, colegas y del @sipreba. La patota antivacunas sigue ahí. Identificamos a tres que nos amenazaron y le dijeron a @TomasEliaschev que nos iban a ‘colgar por judíos’”. Eliaschev y Bercovich radicaron una denuncia en la comisaría vecinal 14-B.
Los asesinatos que nadie cuenta
Para César González, recordar los acontecimientos de aquel diciembre de 2001 es un desafío conmovedor que lo interpela mucho más allá de su rol como realizador. “Yo era chico, tenía 11 o 12 años, y estaba metido en los saqueos, trayendo mercadería para mi casa. Fuimos con mi hermano Leo, porque mi mamá también participó de los saqueos pero no nos dejaba a nosotros: entonces, esperábamos a que se vaya o nos metíamos en otro supermercado. El aporte que trae el documental es el testimonio de muchos vecinos que cuentan por qué saquearon, y que reflexionan sobre esa época. Para mí fue nuevo escucharlos a ellos y a mi mamá, contando por qué saquearon y no desde un lugar moralista: qué significó el 2001 y el después. Yo edité programas enteros y diciembre siempre es un pantallazo. Los saqueos son imágenes que pasan rápido con música de acción”. Hoy, todo aquello adquiere una nueva dimensión. “Los saqueos también eran arriesgar la vida. Porque también te podía dar un tiro el dueño del supermercado, como le pasó a Patricia, una vecina mía. Son los muertos que no se cuentan de la represión”.