La cuarentena se va convirtiendo en ese remedio que de chico había que tomar hasta un poco más allá de lo que estipulaba la fecha para curarse bien: todo sacrificio valía la pena con tal de no tener que volver a repetirlo. Y en pos de que esa carga se aliviane, quien la sufría iba buscando estrategias de diversión que al resto le resultaban extrañas. Como por ejemplo reírse cuando los demás suponían que se estaba al borde de la desesperación. Acá va un tip para ayudar a esa gracia: comedias. Sí, las desde hace un tiempo vilipendiadas comedias -nada extraño para un tiempo que parecía “sabérselas todas”-, pueden tener un regreso, si bien no triunfal, al menos de cierta reivindicación amigable. Aquí un puñado de ellas correspondientes a este siglo y con un toque de género. Una manera de ver -o volver a ver- lo que dejamos atrás no hace mucho casi sin darnos cuenta, incluso a veces menospreciando, y que probablemente en un futuro no muy lejano añoremos. Una especie de reivindicación de esa inocencia que mirábamos por arriba del hombro.
Zoolander (2001, de Ben Stiller)
Derek Zoolander (Ben Stiller), el modelo masculino más cotizado y premiado durante los últimos tres años, al ir por su cuarta consagración consecutiva se encuentra con un rival de fuste: Hansel (Owen Wilson). En un tono de humor que va virando de la idea de marica a la de gay, la película consigue instalar en el imaginario heteronormativo una nueva mirada sobre el mundo de la homosexualidad, y también sobre el de la moda. Si en su momento fue una forma de poder “salir del placard” para el que no miraba con animosidad el mundo gay, hoy puede ser un botón de muestra de lo que, pese a lo que creemos de nosotros mismos, hemos mejorado en las formas de convivencia.
Chicas pesadas (2004, de Mark Waters)
Muchos la consideran la presentación en sociedad de la Lindsay Lohan que jamás habría querido Disney. Y en verdad lo es. Pero también fue -y más visto a la distancia y en la parsimonia que dan estos días- una de las puntas de lanza que empezaban a mostrar que las chicas no sólo querían divertirse, sino que lo querían hacer a su modo, de características tan heterogéneos como los de los varones aunque al patriarcado no le gustara. Con guión de la gran Tina Fey (actriz, comediante, escritora y productora, que trabajó en Saturday Night Live), la comedia ofrece una de las primeras miradas femeninas sobre lo que es pasar la secundaria (y no en retrospectiva, sin en tiempo real, lo que hace que algunos detalles queden muy fuera de tiempo) según ellas.
Damas en guerra (2011, de Paul Feig)
Muy mal título (el de España la definía mucho mejor: La boda de mi mejor amiga) para este film bien mainstream que parece indicar una nueva etapa de aquellas “Chicas pesadas”. Y que tiene varios hallazgos. El primero, poner al frente el humor femenino (algo bastante incipiente en ese año). Todas las actrices que sostienen el relato, encabezadas por Kristen Wiig -que también es una de las guionistas-, Maya Rudolph y Melissa McCarthy, hacen reír a cualquiera. Segundo, que todos los hombres están bien en segundo y tercer plano. Tercero, que pone sobre el tapete muchos de los temas que el feminismo plantea hoy, en especial el de la competencia entre mujeres y el descubrimiento de la sororidad, como así también que el maltrato -por más leve y “respetuoso” que sea- no es amor. Por último, que su moraleja, moralista como todas, no le hace perder el rumbo: se mantiene fiel a su idea de que, lo principal, es hacer reír.
Paddington (2014, de Paul King)
Aquí va este título que no por naif carece de humor y menos de entretenimiento (se puede ver en la línea de Stuart Little). Más para compartir con hijos, tal vez, pero después de todo esta columna también va sobre la inocencia. Se trata de un oso que vive tranquilo con sus tíos en la selva peruana, quienes lo han entusiasmado con conocer Londres. Un día un terremoto devasta la selva y su tía Lucy decide salvarlo poniéndolo de contrabando en un barco hacia Inglaterra. Perdido y solo en la estación de Paddington, se da cuenta de que en Europa nada es como lo había imaginado cuando lo escuchaba de sus tíos. La película tiene inocencia y frescura, como también empatía con quienes no tienen hogar y, en menor medida, con los discriminados en general.
Dos tipos peligrosos (2016, de Shane Black)
El cierra para una que sirve para recordar cómo eran los tiempos en los que los hombres estaban (al menos en apariencia) al mando de todo. Protagonizada por Russell Crowe, Ryan Gosling y Kim Basinger, nos lleva a los setenta del siglo pasada, cuando proliferaban las películas buddy movie (la relación de amistad entre los hombres era el asunto principal del film), que había sido la manera discreta que el machismo había encontrado para hablar en contra de las mujeres, que como todo el mundo sabía en la época no podían ser amigas. Ellos son un detective y un matón que tienen que localizar a una chica desaparecida, que aparentemente está relacionada con la muerte de una actriz porno. Buena muestra del cine que décadas más tarde rescataría Quentin Tarantino, y que impregnó el imaginario social de que la amistad entre mujeres no era factible.