BBC One lanzó «A Christmas Carol», el clásico de Charles Dickens en la versión de Steven Knight, el creador de The Peaky Blinders, que había saltado a la fama por otra historia de una violencia inhabitual: Promesas del este (dirigida por David Cronenberg y protagonizada por Viggo Mortensen). La producción se estrenará en nuestro país el lunes 23 a las 22 por Fox Premium Movies.
Serán apenas tres capítulos que amenazan con levantar olas: el cuento de Dickens tiene innumerables versiones en teatro, cine y televisión, y cambió la forma de concebir la Navidad. Ahora se arriesga a una versión con el sello de Knight.
La combinación puede resultar explosiva. Peaky Blinders fue todo un hallazgo no sólo en su tratamiento de la violencia, contenida en la misma narración, siempre tensa, siempre al borde. Sino por situar la historia en un momento de crisis profunda del capitalismo -como la actual-, y como punto de quiebre de la visión del ser humano sobre sí mismo a partir de la Primera Guerra Mundial, y no de la Segunda. Dickens, literalmente, instaló el imaginario moderno de la Navidad.
Imperio globalizador por excelencia, el Británico propaló -por acción o imposición- su concepción del mundo a partir del reinado de Victoria, punto culminante de la Revolución Industrial y del poder del Imperio. Dickens escribe su cuento en 1943, cuando ya estaba claro que el capitalismo había llegado para quedarse, y que para conquistar el mundo necesitaba cambiar la historia del trabajo del hombre: si hasta entonces había trabajado según el ciclo de la luz del sol (trabajarás de sol a sol), ahora la máquina imponía su ritmo de trabajo: invierno o verano tenía que estar a las 6 de la mañana en la fábrica; pero en el primero era de noche, y en el segundo, de día. Para conformar ese nuevo cuerpo productivo se necesitaba de todo un nuevo dispositivo cultural, que difícilmente se podría haber impuesto sin violencia.
Entre las cosas que había imponer, una de las principales era la de convencer de que la explotación inédita que sufrían los trabajadores no era por culpa del sistema, sino por personajes inescrupulosos como Ebenezer Scrooge, un ricachón al que hay que hacerle descubrir que él también tiene corazón, y que con un poquito de bondad hacia sus explotados, más que un lugar en el cielo, obtendrá una mayor productividad de sus trabajadores. Que apenas cinco años más tarde Marx y Engels publicaran El Manifiesto del Partido Comunista no es mera casualidad: comenzaba, sin anuncio, la lucha por el sentido.
A partir de A Christmas Carol comenzó a imponerse un nuevo imaginario navideño. En primer lugar, que en Navidad nieva. El mundo todavía no conocía un horario mundial -eso fue a partir de 1884-, cada lugar del mundo recreaba la Navidad según su clima. De hecho la nieve es sólo común en la región más nórdica de Europa, y hasta se dice que la recreación de Dickens responde a que su infancia transcurrió en la década más fría del siglo en Inglaterra, que llegó a congelar el Támesis. También impuso el Merry Christmas como saludo navideño (aparece 21 veces en el cuento), una forma que se desprende de un Villancico que dicen le gustaba mucho a Dickens. La última, por sólo nombrar tres, la costumbre del pavo en el norte anglosajón: hasta mediados de siglo la fiesta navideña de los pobres era el día 26, llamado “Boxing Day”. Ese día los ricos entregaban regalos, entre otras cosas un ganso, a sus sirvientes por haberles atendido el día de Navidad. Pero sólo los más ricos lo hacían, ya que se consideraba que tenía un toque “papista/ católico” en un país anglicano. En A Christmas Carol la transformación de Scrooge lo lleva a ordenar a un niño comprar y llevar un pavo a la casa de su secretario, en vez de un ganso.
Pocos relatos le cayeron mejor a Victoria (y a su estado) que A Christmas Carol. En manos de Steven Knight renace la esperanza de que se pueda exponer el grado de violencia que implicó tal operación cultural.
A Christmas Carol. Lunes 23 a las 22 por Fox Premium Series. Disponible en Telecentro Play y Cablevisión Flow.