El 1 de marzo de 1973, Pink Floyd publicaba The Dark Side of the Moon, su octavo disco, una obra conceptual que, más allá del alto nivel de experimentación en el estudio, se convirtió en uno de los álbumes más populares del grupo, con varios éxitos radiales entre sus cortes; y, a la vez, en un hito de la cultura popular a partir de varias particularidades que le dieron su carácter y establecieron parámetros ineludibles para el resto de la escena musical de la época. Temas como “Money”, “Time”, “The Great Gig in the Sky”, “Us and Them” y “Brain Damage” emergieron como grandes clásicos de la banda británica en medio de una narrativa musical de casi 45 minutos, con tracks armados a partir de la exploración al extremo de las posibilidades que brindaba el estudio y sonidos ambientales que unían los distintos cortes.
La placa registrada en los estudios Abbey Road, que tuvo como ingeniero de sonido a Alan Parsons -considerado como el “quinto Pink Floyd” en este trabajo-, fue una suerte de tardío estertor de la psicodelia, a la vez que formó parte de las grandes producciones del rock progresivo de la época, en donde pisaban con fuerza bandas como Genesis, Yes y Emerson, Lake & Palmer, entre otras. Además de la conexión entre las canciones y de su uniformidad sonora a partir de la utilización de los recursos del estudio, el disco también tuvo la particularidad de ser el primero cuyas líricas estuvieron por completo a cargo de Roger Waters, por lo que comenzaron a despuntar algunas temáticas recurrentes en la obra de la banda, como la alienación de la vida moderna, el paso del tiempo, el mercantilismo, la muerte y la locura.
Respecto a esto último, incluso su creador afirmó que el título del álbum refiere más a la locura que a la cara oculta de la luna; acaso por la experiencia propia de haber sufrido la baja de su miembro fundador, Syd Barrett, a causa del deterioro mental que le deparó la ingesta abusiva de ácido lisérgico. “Brain Damage” pareciera ser la prueba irrefutable de esto.
“Pink Floyd venía ascendiendo. Ya había superado la baja de Syd Barrett y había encontrado un sonido en Meddle (sexto disco registrado en 1971). Waters era uno más, quizás más encargado de las letras, pero Pink Floyd era conducción colegiada”, dijo el periodista especializado Sergio Marchi, autor de una profunda investigación para su libro Roger Waters. Paredes y puentes: el cerebro de Pink Floyd. “El disco irrumpió como algo extraordinario. No fue un disco más, claramente. Y se transformó en un standard de muchas cosas, sobre todo de sonido”, añadió.
A la hora de referirse a ese aspecto de esta producción, Marchi enumeró que “ahí aparece el estudio como herramienta fundamental, el CS3 (un pedal compresor para guitarras), las cintas, Alan Parsons. El sonido de Pink Floyd es el sonido del espacio exterior, aunque también habla un poco del interior”, resumió, para luego ahondar sobre las líricas de este trabajo. “Las letras tratan de hablar sobre los conflictos más inmediatos del ser humano: el tiempo, el dinero, la muerte, la redención y hasta ‘la grieta´ en ‘Us and Them´. Pero muchas veces, para hablar sobre estas cosas no necesita palabras: el sonido es más elocuente”, destacó, y puso como ejemplo el tema “The Great Gig in the Sky”.
Además de su sonido, la placa también es reconocida por su famosa tapa, creada por Storm Thorgerson, del colectivo de diseño gráfico Hipgnosis; y por algunas anécdotas y curiosidades relacionadas con su proceso de grabación, al punto que Marchi afirmó que esa etapa fue “una fuente inagotable de notas al pie, detalles e historias” cuando se sentó a escribir su libro sobre Roger Waters. Entre ellas destacan la modalidad de entregar una especie de cuestionario con preguntas de diversa índole a personal del estudio, cuyas respuestas fueron grabadas y utilizadas como voces de fondo a lo largo del disco. Incluso, Paul McCartney participó de este experimento pero su parte no fue incluida por tratarse de una voz demasiado reconocible para el público. El portero de Abbey Road también fue grabado en varias ocasiones sin que lo supiera y sus comentarios ocupan lugares fundamentales en la placa.
También hubo y hay todavía controversias. Por caso, la cantante Clare Torry fue la encargada del espectacular solo vocal de “The Great Gig in the Sky”, una improvisación propia sobre una base de acordes creadas por el tecladista Richard Wright y demandó al grupo por no haber sido incluida en los créditos del tema. La justicia falló a su favor muchos años después. Y en la actualidad, en medio de la pirotecnia verbal entre Waters y David Gilmour, el cerebro de la banda anunció que actualmente trabaja en una regrabación del disco, en un intento por echar por la borda la idea de que se trató de un trabajo grupal y reafirmar que es el dueño creativo absoluto de ese trabajo. “Yo escribí ‘The Dark Side Of The Moon’, vamos a dejarnos de toda esta mierda de ‘nosotros’”, dijo Waters a la prensa al realizar el anuncio y dar algunos detalles de la nueva versión.
* Télam