Este miércoles 13 de julio se cumple otro aniversario de la partida de Leda Valladares. 10 años de ausencia en este plano y otros tantos de sus últimos años retirada de la vida pública. Un total de 20 años sin su presencia activa en el ámbito de la cultura argentina. Prácticamente dos generaciones que se han perdido de verla y escucharla en vivo. Pero la huella que ha dejado es tan profunda y su obra tan potente e inconmensurable que aún hoy siguen germinando sus semillas, y reproduciéndose sus recopilaciones, sus escritos, sus comentarios… cada vez con más fuerza y vigencia. Una artista única, fuera de lo común, sin concesiones, que supo escuchar lo que su intuición le dictaba, que no sólo sembró en el campo de la música y el canto ancestral, sino también en el del folklore, el jazz, la música electroacústica, la canción infantil, la poesía, el dibujo, el teatro, la filosofía, el cine documental, la docencia, la promoción cultural y obviamente la recopilación.
Siempre me pregunto cómo definirla. Es muy difícil, escapa a cualquier categoría o patrón. Esa mujer en apariencia frágil, pequeña, de enormes ojos diáfanos y expresión de asombro, se transformaba en un coloso imbatible a la hora de promover y defender nuestro patrimonio cultural. Además una mujer de una generación a la que la sociedad hegemónica y patriarcal le tenía reservado otro destino, y que ella supo quebrar y modificar venciendo todos los obstáculos y sorteando todas las dificultades que se le iban planteando en el camino. Parte de esa maravillosa herencia musical que Leda supo iluminar, y mostrarnos es la práctica del canto colectivo con caja, un torrente musical ancestral que hasta su mirada solo circulaba en el ámbito de la investigación y la musicología.
Su urgencia en cantarlos y hacerlos cantar no tardó en manifestarse y se convirtió en su prioridad única y absoluta, y de ese modo difundirlos y enseñarlos a las nuevas generaciones en ámbitos urbanos. Una gran enlazadora de mundos y universos. Supo reunir a cantantes de rock, folkloristas, cultores y cultoras del canto con caja, y estudiantes de sus talleres en discos y escenarios, cuando nadie lo hacía, como en Grito en el cielo (1988). Vinculó al canto con caja con el blues y el góspel, y también supo unir las voces y tambores de origen afro con las andinas, dos universos sonoros constitutivos de nuestra identidad americana, como en América en cueros (1992).
Admirada por muchos y no tan querida por otros supo plantar la discusión en agenda nacional sobre la diferencia de las triviales modas de la música popular impuesta por el mercado, como le gustaba definirlo a ella, “canturreo híbrido en búsqueda de agradar al soberano y anestesiar identidades” versus los sonares y sentires de un pueblo de infinitas gargantas generadoras de un canto planetario que nos llega macerado de humanidad, y que el sistema siempre trató y trata de invisibilizar. Militó como nadie la soberanía musical no solo de Argentina sino de toda América Latina, tanto en la teoría como en la práctica, decolonizando con su andar oídos e imaginarios. Su colección Mapa Musical de Argentina que reúne 8 volúmenes de recopilaciones de músicos y cantores y cantoras de campo, no solo de las provincias del NOA sino también de la región cuyana y pampeana, es un material valiosísimo de búsqueda y consulta permanente. Solía decirnos “cuando el canto pierde rugidos y lamentos, magia y sabiduría ancestral, la voz se decolora y se convierte en un juego estético o simple pasatiempo”….qué decirte Leda, se te extraña, el tiempo que ha pasado lejos de sumergirte en el olvido agiganta tu figura y tu recuerdo está más vivo que nunca, en cada copla con caja que resuena en las voces de maestros y maestras, niños y niñas en las escuelas y ámbitos urbanos, y en las nuevas generaciones que no te conocieron pero buscan en tu legado abrevar en los sonidos cósmicos y de raíz, y en los que tuvimos la fortuna de conocerte, escucharte y aprehenderte y seguimos de algún modo tu camino. Fuiste y sos tan necesaria.
* Miriam García es cantante, música, actriz, investigadora, educadora y promotora cultural. Fue discípula y colaboradora de Leda Valladares, quien la designó para continuar con la difusión de su obra.