Podría decirse sin temor a equivocaciones que es la piedra fundamental sobre la que se erigió el metal progresivo que encuentra en Dream Theater a su exponente más acabado. O que es el kilómetro cero de sonoridades que casi 20 años más tarde se sintetizarían en el grunge vertido desde la placa In Utero de Nirvana. Pero todas estas afirmaciones grandilocuentes quedan increíblemente chicas a la hora de definir a Red, disco medular en la historia de la banda británica King Crimson, que este domingo 6 de octubre celebra 50 años de su lanzamiento.

Es que no se trata solo de un trabajo en donde se vislumbra el nervio desesperado de “los chicos ricos que tienen tristeza”, ni el músculo sobredimensionado de los amantes del sonido duro complejizado; sino que estamos hablando de una producción en donde estos elementos forman parte de una amalgama mucho más rica que con soberbia creatividad hace convivir al heavy metal con el expresionismo contemporáneo y el free-jazz.

El séptimo trabajo de estudio de la formación comandada con rigor prusiano por Robert Fripp es la quintaescencia del “estilo crimsoniano” y, sin embargo, es también una obra única en su extensa discografía, plagada de primeras y últimas veces en la larga historia del “rey carmesí”, que curiosamente marcó el punto final de una primera etapa tan inestable como coherente en su lógica interna.

La portada del disco.

Por ejemplo, es el único disco de la banda que en su portada contiene una foto del grupo, a pesar de que la idea inicial era una ilustración de los vúmetros con la aguja en rojo, una situación que ocurría cuando se escuchaba el tema que da nombre a la placa. La imagen en blanco y negro con los rostros sombreados, que recuerda a With The Beatles, fue obra del fotógrafo Gered Mankowitz, quien debió realizar el registro de cada uno de los miembros por separado debido a la tensa relación entre ellos.

Pero, fundamentalmente, es el único trabajo de King Crimson con una formación de power trío, más allá de los aportes de viejos conocidos del grupo y no se trata de un simple dato de color; pues en este trabajo aparece consolidada la base conformada por el baterista Bill Brudford y el bajista y vocalista John Wetton, lo que permite hablar de un disco que cierra una trilogía iniciada con Larks’ Tongues in Aspic, de 1973, y Starless and Bible Black, de 1974. Además de la reincidencia de George Chkiantz como ingeniero de grabación. 

Justamente, es en este punto en donde la pared sonora conformada por Brudford y Wetton adquiere un protagonismo que le da a esta placa un sonido marcadamente más pesado que sus antecesores; sumado esto a las sobregrabaciones de guitarras realizadas por Fripp porque, como se sabe, aún faltaban algunos años para que desarrollara sus célebres «frippertronics».

Como para poner las cosas en contexto, hacia 1972, Fripp rearmó casi de cero al grupo luego de una implosión que dejó en el camino a ilustres nombres acumulados desde su debut en 1969, en una famosa actuación como telonero de Los Rolling Stones en el Hyde Park. Así fueron quedando atrás músicos como el bajista y cantante Greg Lake, los vocalistas Peter Sinfield y Boz Burrell, y los saxofonistas Mel Collins e Ian McDonald, entre tantos.

Los nuevos elegidos fueron Brudford, ya con algunas cucardas encima por su desempeño en Yes, Wetton, el pecusionista Jamie Muir y el violinista David Cross. Así el grupo fue adquiriendo un sonido mucho más potente que se intensificó con la partida de Muir tras la gira de Larks’ Tongues in Aspic y el despido de Cross poco antes de entrar a registrar Red en Oympic Studios de Londres.

El disco que este domingo cumple 50 años está conformado por cinco tracks que concentran casi 40 minutos de un “tour de forcé” sonoro que no deja cuentas musicales por saldar. Muchas de esas composiciones se confeccionaron a partir de motivos surgidos de improvisaciones, de acuerdo a lo que puede escucharse en distintas grabaciones del grupo en vivo, y contaron con líricas de Richard Palmer-James.

La apertura corre por cuenta del tema que da nombre a la placa, una pieza instrumental construida alrededor de un pesado riff de guitarra con la que King Crimson muestra sus credenciales de power trío. Su pulso incendiario jugó un papel clave a la hora de nombrarla.

Cabe destacar que «Red” es una composición que se estableció como un clásico del grupo y su celebrada inclusión en los setlists de sus visitas a la Argentina, en 1994 y en 2019, es una prueba cabal de ello. La bella melodía de “Fallen Angel” crea un reposo a partir de la expresiva voz de Wetton y la inclusión de una sección de vientos conformada por el trompetista de jazz Marc Charig y el oboísta clásico Robin Miller.

“One More Red Nightmare” retoma el vigor del primer corte, aunque con una melodía central más dinámica y sazonada por el saxo de McDonald, un ex cuya presencia desmitifica un poco el bravo carácter de Fripp. La lista de temas sigue con “Providence”, una pieza en vivo grabada en la ciudad del mismo nombre ubicada en Rhode Island, cuando aún estaba David Cross en la formación, por lo que aparece el sonido de su violín y su melotrón. Se trata de una extensa obra expresionista que bien podría haber sido creada por Luigi Nono o Béla Bartók.

Cierra el disco “Starless”, otro clásico en la historia de King Crimson, un descomunal trabajo surgido de una simple melodía de Wetton que no había conformado demasiado al resto de la banda como para incluirla en la placa anterior, pero que fue cincelada de a poco hasta convertirla en una obra maestra. Se trata de una balada simple que ingresa en un crescendo con partes solistas y vuelve a enriquecerse con los saxos de Mcdonald y de otro viejo integrante, Mel Collins, que la llevan hacia el terreno del jazz.

King Crimson se disolvió antes que el disco viera la luz y recién volvería a armarse siete años después con una nueva formación en cuarteto en la que solo sobrevivirían obviamente Fripp y –una vez más- Brudford, por lo que puede decirse que Red mostró a un grupo conformado por “tres de un par perfecto”.

La historia ubicó a este disco no solo como uno de los más importantes de la banda, sino como una obra clave en el completo devenir del rock mundial. Pero claro, fue tanta la energía necesaria para su realización que el fuego consumió al grupo, más allá de que el tiempo demostró que el “rey carmesí” siempre puede renacer de sus propias cenizas.

King Crimson, Red

Para celebrar el aniversario, este 25 de octubre se lanzará una edición especial del disco, disponible en un box de cuatro discos (2 blu-ray y 2 CDs) y como set de vinilo de 2 LP de 200 gramos.