Una aparición que modifica dramáticamente el curso de los acontecimientos y que no encaja en lo que era esperable: el cisne negro. El concepto lo desarrolló el filósofo libanés Nassim Taleb. Para dar un ejemplo: la pandemia de Covid 19 podría-quizás-considerarse un fenómeno de este tipo. Taleb -haciendo aquí una gran simplificación- sostiene que los cisnes negros son parte constitutiva de la vida humana y que una vez ocurridos se intenta darles una explicación racional para tratar de hacerlos encajar.

Si llevamos esta concepción al análisis político-electoral, el cisne negro sería lo que no aparece en las encuestas. Los sondeos de opinión pública vienen mostrando enormes deficiencias en Argentina y en el mundo. Pero son el único elemento con el que se puede intentar conocer el humor social antes de que se exprese en las urnas. Se sabe que suelen reflejar más el imaginario de la clase media que el de los sectores populares. Más allá de esto, hay algo de lo que no pueden escapar y es de las «modas» de opinión pública, en las que los medios de comunicación hegemónicos tienen mucho peso.

En las elecciones de 2011 todas las encuestas-también las de consultoras cercanas al oficialismo-decían que Cristina Fernández ganaba con alrededor de 40 por ciento. Había, como siempre, operaciones de todo tipo, pero este era el número promedio. La realidad fue muy diferente. CFK sacó 54 puntos. Una de las explicaciones posibles es que había muchos votantes de Cristina que no lo decían, el famoso voto vergonzante. Clarín y sus satélites llevaban casi cuatro años de la campaña de demonización que continúa hasta hoy. En amplios sectores de la población decir que se votaba a CFK estaba mal visto.

Hoy la «moda» de opinión pública es decir que todos los políticos son lo mismo y que se vota por Javier Milei. Esto no implica que el diputado de extrema derecha no esté ocupando un espacio existente. Cuando hay dos gobiernos de distinto signo que no logran saciar una demanda central de la sociedad, como es la recuperación de los ingresos fijos, aparecen los “outsiders” con su simplificación antipolítica. Se  abrió la posibilidad para que surja un flautista de Hamelín para los desencantados. (Hay que recordar que en la fábula de los hermanos Grimm lo que hace el flautista es hipnotizar con su música a todos los roedores del pueblo para que lo sigan y llevarlos hasta un río en el que mueren ahogados). 

La incógnita es: ¿cuánto peso real tiene el fenómeno de Milei? ¿Cuánto hay de «moda» de opinión, sectores de la población que contestan lo políticamente correcto para su entorno: que todos los políticos son la misma bosta?

Las elecciones provinciales por ahora muestran que la supuesta corriente arrolladora de antipolítica no se traslada a las provincias. La asistencia a votar no está muy lejos del promedio. Los oficialismos ganan. Es un comportamiento electoral bastante habitual. Un politólogo que es fuente de consulta frecuente de este medio sostiene que el electorado no está enojado con las autoridades locales, intendentes, gobernadores, sino con los dirigentes de alcance nacional y que eso explica por qué los candidatos de Milei no tienen buenos resultados en sus terruños. Puede ser.

Otra explicación es que haya una respuesta en las encuestas y otro comportamiento en el cuarto oscuro, como ocurrió en 2011 con Cristina. Un cisne negro: que el peso electoral de la extrema derecha sea menor al que se espera. Si esto es así, todo el escenario electoral será una sorpresa. Nada está ganado ni perdido todavía. «