Según los organizadores se movilizaron alrededor de 200 mil personas. Con todo, gran parte de los manifestantes los aportaron los movimientos sociales como la CCC, la CTEP y Barrios de Pie. Entre los sindicatos se destacaron los camioneros que, además de exhibir nutridas columnas que ocuparon el espacio central de la Plaza, tuvieron a cargo la seguridad de la movilización. El objetivo fue, por un lado, intentar impedir un final como el del 7 de marzo pero, por el otro, marcar la cancha dentro de la propia CGT.

Si bien ninguno de los sindicatos enrolados detrás de los sectores de Los Gordos y de los Independientes faltó a la cita, su participación fue deslucida. Se trató de un claro mensaje político acerca de cómo consideran que debe plantarse la CGT frente al gobierno luego de las PASO. Esos sectores ya habían manifestado su voluntad de suspender la movilización y no están de acuerdo en que se convoque a un nuevo paro general. Los sindicatos enrolados en el MASA no participaron de la movilización.

Otra columna importante fue la que encabezaron los obreros de Pepsico junto con los sindicatos conducidos por la izquierda y el clasismo como el SUTNA, la AGD, los Suteba de varias seccionales de la provincia de Buenos Aires, entre otros.   

Al momento de realizar la presentación del único orador, el locutor se refirió a Juan Carlos Schmid como «el secretario general de la CGT» omitiendo que, en realidad, se trata apenas de uno de los miembros del triunvirato que conduce la central. 

En el escenario brillaban por su ausencia Héctor Daer, otro de los triunviros, y los principales referentes de los Gordos y los Independientes. No estaban Armando Cavalieri del sindicato de Comercio, ni Guillermo Pereyra, ni Francisco «Barba» Gutierrez, ni Antonio Caló de la UOM entre otros destacados dirigentes sindicales. Tampoco estaba Omar Maturano de La Fraternidad. 

Tampoco estaban los referentes de las CTA pero por motivos diferentes. La presencia de Hugo Yasky, candidato a diputado nacional por Unidad Ciudadana, hubiera sido utilizada por el gobierno para intentar identificar la movilización con el kirchnerismo.

Sí estaba en el escenario Carlos Acuña, jefe de los estacioneros y el otro miembro del triunvirato. Sin embargo, su ubicación en un rincón contrastaba con el lugar central que le otorgaron los organizadores al camionero Pablo Moyano, a su hermano Facundo, a Sergio Palazzo, a Omar Plaini, a Julio Piumato, Juan Pablo Brey y Sergio Romero. El escenario, al igual que la Plaza, ostentaba una mayoría moyanista.

En su discurso que duró poco menos que 15 minutos, Juan Carlos Schmid se esmeró por explicar a propios y ajenos que no eran «sordos» y habían «escuchado el mensaje de las urnas», que no estaban ahí para «levantar la bandera de ninguna candidatura ni para denunciar ninguna conspiración». El dirigente planteó que su única aspiración era la de luchar por un «trabajo digno y salario justo». Además rechazó la reforma laboral y reclamó la aparición con vida de Santiago Maldonado porque «no queremos otro Julio López en la Argentina».

La convocatoria a un Confederal para el 25 de septiembre para discutir un plan de lucha «que incluya un paro nacional» sirvió para contener el reclamo que se hacía escuchar, incluso, entre las filas de los camioneros que oficiaban de seguridad y, al mismo tiempo, generar una agenda tal que postergue cualquier medida de acción para después de las elecciones de octubre y viabilizar las negociaciones para ir delineando una nueva dirección capaz de reemplazar al ya desgastado triunvirato.

Al finalizar la movilización circularon rumores sobre la renuncia de Héctor Daer al triunvirato que, por el momento, fueron desmentidos por el mismo dirigente.