El viaje que prepara Sergio Massa a Estados Unidos tiene por objetivo cerrar provisoriamente los peligros que genera el frente externo. La agenda, que está en conformación (ver página 8) incluye la visita a los factores de poder que podrían colaborar para cerrar ese flanco. El cuadro es de urgencia, marcado por una corrida contra el peso y la fuga de capitales.
El esquema, sin embargo, tiene desafíos complejos que superar, como la escasa disposición de los grandes bancos globales a prestarle plata a un país al que ven cerca de la insolvencia, y las implicancias políticas en un cuadro de relaciones entre potencias globales cada vez más complejo y peligroso.
El frente externo se caracteriza por la pérdida constante de dólares, que se escurren como agua entre los dedos. En el primer semestre de este año ya ingresaron unos U$S 18.000 millones en exportaciones de bienes y servicios, pero el Banco Central no pudo acumular reservas. Según sus estadísticas, entre enero y junio de este año pasó de U$S 37.589 millones a U$S 42.787 millones, pero en el medio recibió más de U$S 11.000 millones del Fondo Monetario. El saqueo de las reservas fue constante en el semestre.
El gobierno sostiene la línea de la no devaluación brusca como un límite, por las consecuencias que tendría sobre el conjunto de la economía. Pero las fuerzas que lo empujan a ello aparecen como superiores, sin contar las ideas que en ese sentido pululan en el Palacio de Hacienda, que ven los efectos positivos de una devaluación en las cuentas fiscales. En contra de una pérdida de valor brusca del peso se encuentra Miguel Pesce, el titular del Banco Central, que cuida el mercado de pesos y advierte que una devaluación brusca lo destruiría. Pesce remarca en especial la apuesta por las Leliq que hacen los bancos a partir de los plazos fijos. La experiencia macrista con las Lebac ha sido suficiente como para ver la leche y llorar.
El futuro no es fácil
La otra razón para no devaluar está en los U$S 7000 millones en posiciones en futuros que penden como una espada de Damocles sobre las cuentas del Banco Central. En pocas palabras, la autoridad monetaria apuesta en el casino a que el dólar va a estar a un valor determinado (bajo) al final de cada mes, de acá al año que viene. Los especuladores le compran la apuesta: si el dólar está más abajo que lo que dijo el Central, éste gana; si está más alto, la autoridad monetaria pierde y debe pagar. Ese resultado fue el que derivó en una causa penal que acusó a Cristina Fernández y a Alejandro Vanoli por «defraudación a la administración pública».
Dónde están los dólares
Massa anunció ayer por la red social Twitter que ya se logró un anticipo de exportaciones por U$S 300 millones del sector pesquero, y que en los próximos días saldrá una propuesta para lograr lo mismo del sector petrolero. Luego vendrán el minero y el de la economía del conocimiento. Estos esquemas siguen el planteo de dólar especial que ya rige para las liquidaciones de soja y que implican una mejora del tipo de cambio del 15% para quienes optan por este mecanismo, sin contar con el acceso al dólar oficial, más barato que el financiero. El gobierno aspira a lograr unos U$S 5000 millones por esta vía.
Los créditos de los organismos multilaterales, como el BID, la CAF y el Banco Mundial, entre otros, también están entre las posibilidades más concretas. El gobierno espera unos U$S 2000 millones en un plazo indeterminado, de los que U$S 700 millones de la CAF podrían llegar primero.
En cambio, el acuerdo con los bancos de inversión -con un mecanismo llamado repo- aparece como más complicado por la mirada escéptica de ellos, como Goldman Sachs y JP Morgan, que quieren garantías insólitas para financiar la falta de reservas.
Para estos monopolios, no alcanzan las garantías que la autoridad monetaria extendió a los acreedores de la deuda en pesos. En rigor, ni siquiera el vínculo con el FMI les da la seguridad que reclaman. «