La virtual desaparición de la brecha cambiaria puso al gobierno en una disyuntiva: mantener o desactivar el dólar blend, la mezcla pergeñada por el equipo económico para mejorar el tipo de cambio efectivo y alentar las exportaciones. El mecanismo, versión ampliada del dólar soja que había inventado Sergio Massa en las postrimerías de la etapa del Frente de Todos, implica que el 80% de las divisas obtenidas en cada operación debe ser liquidada por el mercado oficial y el 20% restante en el mercado financiero a través del contado con liquidación (CCL).

Este sistema ayudó a las autoridades a mantener bajo control ese mercado, al que muchas empresas acuden cuando necesitan hacerse de billetes de manera inmediata. La quietud de esa cotización permitió calmar las expectativas sobre una posible devaluación.

Así, a pesar del retraso real en la paridad que significó la estricta pauta de 2% de ajuste mensual, la brecha entre el tipo de cambio oficial y el financiero quedó reducida al mínimo. El viernes, el mayorista quedó en $ 1019 y el CCL en $ 1079. De esa manera, el blend neto para los exportadores se ubicó en $ 1031, apenas 1,2% más que el oficial. En julio último, esa diferencia era del 36%.

La drástica reducción provocó que en el mercado muchos crean que el momento es ideal para eliminar ese mecanismo, abriendo la puerta a un «sinceramiento» del tipo de cambio y a una salida más o menos rápida del cepo. Sin embargo, hay varias cuestiones más que tornan más compleja la decisión.

Una ventaja inmediata sería el fortalecimiento de las reservas netas del Banco Central, que a pesar de las abundantes compras de divisas por parte de esa entidad en los últimos meses, siguen en terreno negativo en alrededor de U$S 4000 millones, según la mayoría de las estimaciones privadas.

El blend implica que el BCRA sólo captura el 80% de los dólares generados por las exportaciones. ¿Cómo resistirse a la posibilidad de retener el resto, en un contexto de necesidad apremiante de divisas?

Al respecto, un estudio de la Bolsa de Comercio de Rosario indica que entre enero y octubre, en concepto de ventas del sector de cereales y oleaginosas, al Central le ingresaron U$S 20.660 millones y los restantes U$S 5165 millones fueron al mercado financiero. Si se sumara esa fracción, las reservas internacionales netas ya tendrían saldo positivo.

La previsión de la BCR es que el sector venderá granos y derivados por U$S 31.500 millones el año entrante, de los cuales unos U$S 6300 millones irán al CCL, de continuar sin cambios el régimen actual.

Sin embargo, la pérdida del control de los dólares financieros es lo que preocupa al gobierno. Si el dólar de contado con liquidación se mantuvo sin mayores sobresaltos es gracias a que la reglamentación actual asegura la abundante oferta de esos títulos, que absorbe alrededor de un tercio del movimiento habitual de cada ronda.

Eso mantuvo la cotización en los mismos niveles que antes de la elección del año pasado, mientras que el índice de precios prácticamente se triplicó: en noviembre de 2023 su paridad era de $ 3500, a valores de hoy.

Ancla antiinflacionaria

Esta relativa inmovilidad tiene un impacto directo en la formación de precios, ya que el CCL es usado indirectamente como una referencia para las empresas que importan por fuera del mercado oficial. En sus redes sociales, el economista Lorenzo Sigaut Gravina, de la consultora Equilibra, estimó al respecto que “el precio de los bienes acumuló desde noviembre de 2023 una menor alza que los servicios privados (+145% versus +174%), que respondería a que el dólar exportador, un blend entre el oficial y el CCL, trepó 87%, mucho menos que el dólar oficial (177%)”. Renunciar a ese mecanismo significaría para el gobierno desprenderse de un ancla anti-inflacionaria que ya probó su poderío.

El tema también fue abordado por la consultora EcoGo en uno de los últimos informes elevados a sus clientes. Allí valoraron que, luego de que el gobierno girara los dólares para afrontar los pagos de bonos de enero venidero, las próximas compras de dólares ingresarán directamente en las reservas del BCRA.

Pero también dejaron un interrogante inquietante: «La pregunta del millón es cuántos de los dólares que hoy van al blend (U$S 15.900 millones estimados en 2025 de sostener el esquema) tiene que usar el BCRA para mantener comprimida la brecha». De la respuesta que tengan en mente el ministro Luis Caputo y su equipo dependerá el futuro de este esquema cambiario. «

Qué puede pasar con el crawl

La nueva reducción en el índice de inflación le dio un nuevo impulso a la baja en el crawling peg (el ritmo de las microdevaluaciones diarias).

La pauta adoptada a comienzos del gobierno de Javier Milei es de 2% mensual. Si bien el proyecto de Presupuesto 2025 contemplaba un rango de ajuste del tipo de cambio del 18,3% en todo el año, a tono con la inflación, el crawl podría bajar todavía más para acentuar el freno a la inflación, según adelantó el propio mandatario.

La resolución sobre una eventual disminución se da en momentos en que desde la mayoría de los sectores productivos alertan por la pérdida de competitividad que implica el dólar barato y las amenazas de una oleada de importaciones.

Sin embargo, en el Palacio de Hacienda hacen oídos sordos y siguen adelante con el plan. Así lo confirmó Luis Caputo: “2,4% de inflación minorista en noviembre, la más baja desde julio 2020. El proceso de desinflación continúa. Cada vez más cerca de bajar el crawling peg al 1%”, tuiteó el ministro de Economía.

Todo indica que el gobierno se tomará un par de meses más para dar ese paso, sobre todo teniendo en cuenta que la suba de precios suele acelerarse en diciembre por cuestiones estacionales.