¿Puede evitar el gobierno, con 100 mil millones de pesos, que la economía argentina caiga aún más bajo de lo que ya está?

El mal humor social es amplio y profundo y la primera respuesta que surge es que no lo logrará. En el gobierno buscan cambiar esa perspectiva con dosis de optimismo, pero por ahora esas intenciones no logran su objetivo.

Y, mientras tanto, asoman los primeros síntomas de este nuevo descenso, que ya se están sintiendo en todo el cuerpo económico y social del país.

En la última semana, muchas empresas decidieron no vender sus productos a sus clientes por la falta de precios de referencia. La suba del dólar, de casi un 30% el lunes 12, provocó un shock. Al ser el dólar la medida de valor de buena parte de los productos que se consumen en la Argentina, su brusca alza derivó en un parate de las ventas hasta que se diera la estabilización de la moneda estadounidense. Pero la volatilidad política y financiera no augura que esa calma llegue en los próximos días. O semanas.

La ruptura de las cadenas comerciales sólo se atenuó en aquellas que tienen demanda constante, pero a cambio de nuevos precios. Los listados llegan con hasta un 30% de aumento respecto de los valores vigentes una semana antes.

Pero en muchos casos, los proveedores siguen retaceando ventas ya que aún no tienen precios de referencia. Es decir, no saben cuánto les costará reponer lo que vendan ahora.

Esta situación se vive en todas las cadenas de valor, desde la del trigo-harina-pan hasta la del acero-chapa-electrodomésticos. El precio del dólar es fundamental en todas ellas.

La restricción de las ventas llega en un momento en que la recesión domina el conjunto de la actividad económica. La baja del comercio golpeará a la ya debilitada producción industrial. La esperada suba de la inflación (ver página 5) reducirá aun más el poder de compra de salarios cuya actualización estará por debajo de la suba anual de precios. La vuelta de tuerca descendente estará marcada por una recesión más profunda y una inflación más elevada: más estanflación.

Este el cuadro por el cual abundan las dudas por el efecto reactivador de los 100 mil millones que llegarán a los bolsillos de la población por las distintas medidas que el gobierno tomó esta semana.

Acumulación de stocks

Uno de los síntomas del nuevo ciclo depresivo es que las empresas proveedoras bajan la producción, venden menos y acumulan stocks. Esto se comenzó a ver en el sector de la industria pesada. Es paradojal: con fuertes inversiones para poner en marcha y mantener sus estructuras, este sector requiere de producción al máximo y constante para repagar las inversiones. Sin embargo comienza a suceder lo contrario.


Las empresas que compran a las firmas siderúrgicas y químicas se encontraron desde el lunes pasado con un nuevo panorama. «La chapa tiene precio dólar. Nosotros compramos a 1000 dólares la tonelada. El precio en dólares se mantiene, pero en pesos es un 30% más caro por la devaluación», le dijo a Tiempo un empresario del sector metalúrgico liviano, que transforma las chapas en bienes finales.

Este empresario no compra directamente al fabricante de la chapa sino a uno de los tantos mayoristas, que son los que sí tienen vínculo directo con las siderúrgicas. Uno de ellos aseguró que para evitar una caída más profunda de las ventas absorberá una parte de la devaluación. «Vendemos con el dólar a 53 pesos. Absorbemos una parte de la devaluación porque de lo contrario perdemos mercado», explicó.

Este comportamiento es algo distinto de lo sucedido en 2018, luego de la disparada del dólar de fines de abril. Un año atrás, los fabricantes trasladaron casi de inmediato el impacto de la devaluación del peso, generando una elevada inflación mayorista –superior a la minorista– que el Indec registró en todos los meses posteriores del año pasado. Mientras, los productores de bienes intermedios y finales debieron absorber una parte de la inflación ya que el consumo estaba en retroceso.

Además de los nuevos precios, los productores han endurecido las condiciones comerciales de las ventas. «Los proveedores ofrecen condiciones que significan prácticamente el pago al contado», agregó el industrial pyme, quien detalló que el plazo de pago se redujo a los 90 días con tasas del 5% mensual.

Según la información del Indec, la industria venía reduciendo sus stocks en una combinación con producción a media máquina, a la espera de lo que sucediera en 2020.

Ahora, la Unión Industrial Argentina (UIA) se volcó al pesimismo. El viernes pasado, al presentar los números de la producción industrial de junio, advirtió que el sector experimentará en los próximos meses «una baja mayor y generalizada de la actividad productiva». Para la UIA, hay una alineación negativa de factores con  la suba del tipo de cambio, la tasa de interés por las nubes y la incertidumbre en el corto plazo.

Una baja de la producción como anticipa la UIA ya está derivando en nuevos despidos y conflictos laborales. La siderúrgica Ternium-Siderar avisó que aplicará un régimen de suspensiones y vacaciones anticipadas en su planta en San Nicolás-Ramallo, ante la cancelación de pedidos y despachos de acero a sus clientes. Las suspensiones comenzaron este fin de semana y afectarán a los 150 obreros de planta que realizan tareas en los cuatro turnos en el sector de despachos de laminación en caliente, aunque las versiones indican que se extenderían al sector de laminación en frío.


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(Foto: Pedro Pérez)

«No entremos en pánico»
Una situación similar se vive en la cadena del trigo, la harina y el pan. La pérdida de referencias llevó a que se paralizaran las ventas de trigo, los harineros ampliaran sus stocks y cancelaran ventas y los panaderos tuvieran que aceptar subas de hasta el 30% en el valor de la harina.

«El lunes se cortaron las ventas de harina de los molinos. El martes, los proveedores avisaron que la situación podía prolongarse por toda la semana. Al día de hoy no está normalizada la entrega», detalló a Tiempo Gabriel Fernández, vicepresidente de la Asociación de Panaderos de Capital y miembro de la Federación Argentina de Industriales Panaderos. Fernández calculó que recién esta semana se normalizará el abastecimiento, aunque ya será con un precio un 30% superior al que regía antes del 11 de agosto.

«El que está stockeado no vende porque no sabe a qué precio será la reposición», explicó Fernández sobre el comportamiento de los molinos harineros. Este diario se comunicó con la Federación Argentina de la Industria Molinera, pero no obtuvo respuesta.

Al respecto, Daniel Funes de Rioja, vice de la UIA, señaló: «El lunes fue un día de shock. Pero no hay problemas con la entrega de harina, puede haber habido problemas puntuales, pero si entramos en pánico todo el mundo stockea y comienza el desabastecimiento. A medida que podamos serenar los ánimos y las ansiedaes, se recompondrá la cadena».

El mismo fenómeno se produjo con la carne. Luego del lunes, los valores del ganado en pie tendieron a subir hasta un 10% al tiempo que caía la oferta. Al mismo tiempo, las carnicerías comenzaron a advertir que a algunas se les retaceaba mercadería mientras que a otras les llegaba con valores superiores en un 10 o 15% a los de una semana antes.

El IVA no es para vos

La eliminación del IVA para una docena de productos de primera necesidad no impactará en el bolsillo de los consumidores. Este solo hecho les resta eficacia a las medidas del gobierno para evitar que la recesión se profundice. Así lo confirmó Juan Vasco Martínez, presidente de la Asociación Supermercados Unidos, que agrupa a las cadenas más importantes del país. Señaló que la idea es que la rebaja del IVA «pueda ser usada como colchón ante las listas de precios que se reciban a partir del lunes». Es decir, los comerciantes podrán quedarse con la diferencia en el precio. En otras palabras, el consumidor no notará una reducción en el precio de los productos que compra.

El Instituto Argentino de Análisis Fiscal lo graficó así: «Para un alimento de la canasta básica gravado con una alícuota del IVA del 21%, se verá una reducción en su precio respecto de los valores pasados sólo si la depreciación del peso de esta semana no se tradujo en aumento de sus precios superiores al 21 por ciento».

El camino en pendiente exacerbará las contradicciones. «El martes nos reunimos los panaderos para evaluar cómo actuar», dijo Fernández. «Nosotros no queremos aumentar el pan pero nos vamos a ver obligados a hacerlo». Y agregó: «Además, tenemos que otorgar un bono para los trabajadores pero no podemos. Que se entienda, no estamos en contra. Sólo que ya no tenemos resto». «


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