Dos cooperativas de la provincia de Buenos Aires trabajaron en la confección de los trajes que los bailarines usan en el programa Danza, bajo la dirección artística de Iñaki Urlezaga. A pedido de la compañía, participaron por tercera vez consecutiva en el vestuario.
«A nosotras nos gusta mucho hacer este trabajo, se presta a la creatividad y el desafío. Y nos alegra que vuelvan a confiar en nosotras porque al elegirnos están valorando el talento que hay acá adentro. De eso se trata: queremos demostrar a otros teatros que las cooperativas estamos para mucho más.» Ella está para mucho más. Ella es Cristina Mendoza, la presidenta de la cooperativa Amuyen, pero en La Matanza la conocen como La Pacha. Y al verla caminar con decisión y hablar con la fortaleza de quién sabe hacia dónde va, cobra sentido el apodo. De a poco cosecha lo que con tanta paciencia sembró. De familia de costureras, aprendió el oficio a los 13 años, cuando terminó la primaria y se sumó al trabajo de un taller frente a su casa en Laferrere. Su camino fue de talleres, fábricas y capacitaciones hasta que en 2008 llegó el cooperativismo.
Las integrantes de Amuyen, que en mapuche significa «caminar con otros», junto a sus compañeras de la cooperativa Emprendedores en Movimiento realizaron parte del vestuario del ballet, que la semana pasada se presentó con seis espectáculos gratuitos en el Teatro Opera. «Con este trabajo se abren puertas para la costura, el diseño y la asistencia. Y eso se traduce en más fuentes de trabajo en un año difícil», asegura La Pacha.
Emprendedores en Movimiento se encargó de la confección de las mallas para la obra Serenade y Amuyen estuvo al frente de la realización de la línea de hombres de Raymonda. En tanto, la Red Textil Cooperativa (RTC) brindó la asistencia técnica.»En estos tres años nos tocó trabajar con varios vestuaristas. Ahí aprendimos muchos trucos y técnicas distintas. Trabajamos con profesionales generosos y nosotras lo aprovechamos al máximo. Ponemos todo nuestro esfuerzo en esto porque queremos que las ropas luzcan», dice La Pacha, quien se define como «licenciada en costura».
Antes de esta experiencia, Iñaki tenía un conocimiento mínimo de lo que son las cooperativas y en estos últimos años se deslumbró con el entusiasmo que le ponen al trabajo: «La relación es cada día más fluida. Ellas van comprendiendo la forma de trabajar que tenemos en el ballet y eso se nota. Lo que pedimos no es solamente que la ropa quede linda en el cuerpo sino que el bailarín se mueva y dé vueltas con comodidad. Me gusta el entusiasmo con el que trabajan.»
Mariano Toffi, vestuarista del Teatro Argentino de La Plata que también trabajó en Danza, coincide con Iñaki: «El ballet es el rubro más difícil de lograr y me asustaba un poco el desafío de trabajar con gente que no conocía pero me llevé una sorpresa grata. El vestuario quedó perfecto y nunca había visto tantas ganas de aprender y tanto compromiso.»
Pero el trabajo para el ballet no termina con la costura. También se encargan de la asistencia de vestuario, lo que implica una dedicación de tiempo completo. La lavandera espera el final del espectáculo para lavar a mano la ropa, después se plancha y se supervisa cada detalle de bordado. Al día siguiente tiene que estar impecable, como si nunca la hubiesen usado. «La sociedad machista en la que vivimos nos quiere quietas en nuestras casas. De ninguna manera, nosotras salimos a potenciar los talentos dormidos de las mujeres y demostrar que hay otra forma de producir, más digna y feliz», se entusiasma La Pacha.
Si bien las cooperativas fueron convocadas para continuar en la gira que el grupo artístico iniciará por el interior del país, la decisión final la tiene el Ministerio de Desarrollo Social, a cargo del proyecto. Al respecto, apuntan desde Amuyen: «Lo importante es fortalecer el trabajo cooperativo. Este es un sector que siempre sufrió la explotación laboral y por eso mismo tenemos la responsabilidad de esforzarnos para conseguir y mantener las fuentes de trabajo. Nosotras sabemos lo que es estar paradas y eso no lo queremos más.»