No es novedad que la renta de la tierra agraria argentina, en particular de la pampeana, ha hecho la fortuna de sus propietarios. Tampoco lo es el vigor con que éstos enfrentan todo intento por desviar porciones de renta mediante las retenciones o la regulación estatal del comercio. Pero, más allá de estos rasgos visibles, la apropiación de la renta agraria encierra complejidades que hacen a la estructura específica de la economía nacional.
La renta diferencial y la de simple monopolio realizadas mediante la exportación agraria constituyen un flujo, hacia el país,de riqueza social generada por la valorización de los capitales en los países importadores. El reconocimiento de esta fuente de la renta quita sustento a las teorías que buscan explicar las limitaciones del desarrollo económico nacional por la salida de riqueza social del país en razón de un intercambio desigual entre mercancías agrarias exportadas e industriales importadas. El hecho de que las rentas referidas implican la venta de las mercancías agrarias argentinas a precios comerciales por encima de sus respectivos precios de producción,anula las bases mismas para tal intercambio, cualquiera fuera la composición orgánica relativa de los capitales industriales productores de las mercancías importadas (Iñigo Carrera, J. La renta de la tierra, Imago Mundi, 2017).
La evidencia del origen de la renta que afluye a la Argentina destruye las ilusiones de que las trabas actuales puedan superarse mediante el desarrollo de una Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI) o la mera redistribución del ingreso. En cambio, obliga a descubrir el curso completo de su flujo. Porque así como la renta entra al país, sale nuevamente de él.
La historia de la Argentina es la de un espacio nacional estructurado económica y políticamente para hacer refluir la mayor parte de la renta hacia los espacios nacionales originarios. Y los cursos portadores de este reflujo mutilan el desarrollo de las fuerzas productivas sociales. Dos se destacan: 1) contraer y pagar deuda pública externa con intereses leoninos y sin fin productivo; 2) remitir ganancias, realizadas internamente mediante la apropiación indirecta de renta con la mediación de las políticas públicas (p. e., la sobrevaluación del peso), por las filiales de capitales que operan con el equipamiento y la tecnología descartados en sus países de origen.
De modo notable, esta forma nacional de acumulación de capital se sostiene cada vez más a expensas de empobrecer a los trabajadores argentinos. Sólo un cambio radical de su misma base puede superarla.