La estructura productiva de la economía argentina está un poco desequilibrada porque los márgenes de rentabilidad, en promedio, se estiman en un 30% para el sector agrícola (soja) compensada por los otros cultivos; sector de la construcción un 25% y la industria un 15%. 

Pero esta rentabilidad también esa sujeta a los cambios climáticos y la volatilidad de los precios y cómo evoluciona el crédito agropecuario. Los precios internacionales no están ayudando, el crédito agropecuario es costoso y la liquidación de los exportadores presiona a una nueva devaluación.

Según FADA en su informe de junio de 2017 la participación del Estado en la renta agrícola de junio 2017 fue de 74%; similar situación que el periodo 2008, 2010, 2011, 2012, 2013 y 2014. 

El gobierno que asumió en diciembre de 2015 aplico una devaluación, quita de derechos de exportación, liquidación a 10 años de la divisa y parece que la renta que se apropia el Estado no vario demasiado sino, según los datos de FADA, lo que estaría variando sería la recaudación impositiva.

Por lo tanto, se mejorara la rentabilidad en base a una devaluación porque la quita de derechos de exportación no modifico la situación previa a 2015; lo que no ha cambiado fue el arrendamiento sin regulación, porque el esquema seria simple: venta de porotos de soja –granos en general- a 350 u$s/tn, luego de su procesamiento, el aceite de soja se vende a 714 u$s/tn o el aceite de girasol a 949 u$s/tn 

¿Quién está en medio de esta comercialización e industrialización? Las empresas aceiteras, que se quedan con mayor margen a costa de los pequeños productores que lidian con otros costos.