No quedó nadie. De los negociadores ni de sus jefes. Y de ambos lados. Como en los campeonatos de fútbol en los que los participantes renuevan totalmente sus planteles para olvidar la pobre campaña de la temporada anterior, serán nuevos nombres los que se encarguen de discutir un nuevo programa entre Argentina y el Fondo Monetario Internacional que reemplace al firmado en 2018, que fracasó con estruendo.
El propósito del gobierno es retrasar la devolución de los U$S 44 mil millones de aquel acuerdo, suspendido en agosto del año pasado, cuando todavía quedaban por girar otros U$S 13 mil millones. Las amortizaciones deben comenzar en septiembre del año que viene y el objetivo oficial es empezar a pagar el capital en 2024 ó 2025, tal como ocurrió en la reestructuración de la deuda con los acreedores privados.
La misión llegada al país este martes, que según dijeron desde Washington viene en “modo escucha”, está encabezada por Julie Kozack, quien desde noviembre de 2019 se desempeña como directora adjunta del Departamento para el Hemisferio Occidental del FMI. Antes había tenido el mismo cargo en el Departamento para Europa, donde trabajó activamente en misiones en Rusia, Polonia y Lituania, entre otros países. Junto con ella estará Luis Cubeddu, el venezolano que ya estuvo de manera permanente en Argentina entre 2002 y 2004. En sus dos décadas en el organismo participó en la elaboración de acuerdos que tuvieron resultados bastante discutidos, como fueron los de Grecia y Ucrania.
Ambos reemplazarán a Alejandro Werner y Roberto Cardarelli. El primero, nacido en Córdoba pero nacionalizado mexicano (sus padres emigraron a ese país durante la dictadura militar), mantiene su cargo de director y en los hechos es el jefe de Kozack, aunque quedó al margen de la relación con Argentina luego de la caída del stand by anterior. También el italiano Cardarelli, autor de las revisiones técnicas trimestrales de aquel acuerdo, fue reasignado dentro de la burocracia del Fondo.
La última visita de ambos fue en agosto del año pasado, luego de que las elecciones primarias, teñidas por la recesión y la devaluación emergentes del programa económico, preanunciaran el cambio de gobierno. Esa vez, el ganador de las PASO, Alberto Fernández, les reprochó que siguieran prestando dólares a la gestión de Mauricio Macri a sabiendas de que esas divisas estaban siendo fugadas del sistema, lo que contravenía el propio reglamento del FMI. El ríspido contrapunto aceleró la suspensión del stand by y el desplazamiento de los funcionarios: oficialmente fue adjudicado a “la rotación de rutina del personal superior del Fondo y aprovechando la transición actual en Argentina y el hueco en las negociaciones”. Sólo sobrevivió el jamaiquino Trevor Alleyne, a cargo de la oficina permanente que la entidad abrió en la calle Paraguay al 1100 hace dos años, después de que la anterior fuera desmontada durante el kirchnerismo.
La barrida interna fue un coletazo de los cambios al más alto nivel. La entonces titular del organismo, Christine Lagarde (de quien el expresidente Macri había reclamado que “los argentinos tenemos que enamorarnos”), se fue al Banco Central Europeo y en su lugar quedó la búlgara Kristalina Georgieva. Sacudida por la pandemia, la nueva conducción pregonó públicamente por una activa intervención de los gobiernos para sostener la actividad, incurriendo en déficit si es preciso, en oposición con la tradicional ortodoxia fiscal del organismo.
Del lado local, el recambio del elenco también fue completo. Martín Guzmán, como ministro de Economía, y Miguel Pesce, como presidente del Banco Central, firmaron la carta del 26 de agosto en que se pedía “la iniciación de las consultas para acordar un nuevo programa”. En las negociaciones anteriores, esas notas llevaban las firmas de Nicolás Dujovne, Federico Sturzenegger y Guido Sandleris. A comienzos de año ya hubo varios encuentros entre Guzmán, Kozack, Cubeddu y la propia Georgieva, pero la crisis del coronavirus detuvo las conversaciones.
En esa carta se pidió que se evite repetir “lo que la actual Administración considera que fueron los defectuosos presupuestos del programa de 2018”. Sin decirlo, se refieren al tipo de cambio flexible, el equilibrio fiscal a rajatabla y el congelamiento de la base monetaria que disparó la tasa de interés. De hecho, en las últimas semanas se ajustaron los controles cambiarios y se presentó un proyecto de Presupuesto 2021 con un déficit primario de 4,5% del PBI. Todos esos elementos serán examinados por los visitantes en diversas reuniones hasta el fin de semana y en otra visita ya pautada para el mes que viene.