Los trabajadores aeronáuticos enfrentan un ataque de fondo del gobierno de La Libertad Avanza. Esa ofensiva del Ejecutivo que comanda Javier Milei apunta a generar un gran negocio aerocomercial privado. Para lograr ese objetivo, pretenden destruir los sindicatos aeronáuticos y a Aerolíneas Argentinas, las dos grandes barreras que creen que les impiden alcanzar ese sueño. Pero como muchas de las elucubraciones que surgen de la Casa Rosada y de sus aledaños, carece de sustento real. Los sindicatos en la mira son la Asociación de Pilotos (APLA), la de personal de tierra (APA) y la de aeronavegantes (AAA).

El ataque a los trabajadores aeronáuticos tiene varias aristas. La más conocida es la salarial, en donde el ajuste lo aplica la conducción de Aerolíneas Argentinas, a cargo de Fabián Lombardo. Los cinco sindicatos que representan a los más de 10.000 trabajadores de la línea de bandera sufrieron pérdidas del poder adquisitivo a lo largo de este año de hasta el 40%. La razón principal de todos los reclamos y protestas es esta, la falta de actualización salarial. La conducción de la línea de bandera asegura que de esa forma cierra las cuentas para lograr un resultado contable neutro o positivo, pero es, a las claras, no sostenible.

El caso de los trabajadores aeronáuticos es similar al de los de las universidades nacionales. El ajuste salarial forma parte de una política más general que apunta a reducir o eliminar el sector.

Desregulación

Mientras afecta los ingresos de los trabajadores, el gobierno desreguló buena parte de la actividad aérea de cabotaje al permitir la inclusión de tripulaciones extranjeras en vuelos de cabotaje y la presencia de aviones no matriculados en el país y, por lo tanto, sin el control de las autoridades locales.

También desreguló la actividad de los aeródromos y los trámites para crear una línea aérea que opere dentro del país: con el «silencio positivo», si en un mes la Autoridad Nacional de Aviación Civil (ANAC) no se expide en contra, prácticamente cualquier ciudadano puede lanzar su propia aerolínea y solicitar rutas.

A ello se le suman los acuerdos de cielos abiertos firmados con nueve países, los que ahora pueden hacer cabotaje. Y la última desregulación, la que afecta a Intercargo. Al respecto, un detalle: el gobierno habló de que se trata de un monopolio, pero eso no es exacto. En realidad, todas las empresas pueden crear y gestionar para sí su propio servicio de tierra. Por caso, Aerolíneas Argentinas tiene Aerohandling, cuyo personal le presta ese servicio en todo el país. Flybondi tiene su servicio en Ezeiza y Bariloche, pero no en Aeroparque ni en el resto de los aeródromos del país. Los costos son prohibitivos y las aerolíneas prefieren contratar a Intercargo. La desregulación que lanzó el viernes el gobierno abre ese negocio y ahora una empresa de una aerolínea puede ofrecer servicios a terceros.

Recesión

La desregulación avanzó en casi todos los sectores del negocio aereocomercial. El secretario de Transporte, Franco Mogetta, ha sido muy activo en mostrar los anuncios de inversiones de Flybondi, Jet Smart y American Jet, que aseguran que traerán nuevos aviones en el corto plazo para cubrir rutas que hoy son trabajadas por aerolíneas Argentinas.

Pero ese empuje deberá superar la prueba de la recesión económica. Según los datos del mercado, durante el primer semestre de 2024 se reportaron 7,5 millones de pasajeros en vuelos internos, lo que representa una disminución del 7,1% en comparación con el mismo período de 2023. El asunto empeoró en agosto, ya que el descenso fue del 11%.

El mercado interno se ha reducido y la única forma de prosperar en ambientes así es sacándole a los competidores una parte de su porción. Y todos miran a Aerolíneas.

¿Qué plan?

En el ambiente empresario hay claridad respecto de que el gobierno apunta a reducir el tamaño de Aerolíneas Argentinas, aunque sin ninguna certeza de cuál será el destino final, si el cierre, el desguace o su privatización, en partes o entera.

Milei ha sido enfático con el cierre de Aerolíneas, motivado por razones ideológicas -consolidar un discurso duro contra el Estado y en este caso, contra una empresa identificada con la oposición peronista-. Hay colaboradores que aseguran que esa no es una buena idea ya que están seguros de que Aerolíneas Argentinas es una marca muy valiosa, con fuerte raigambre popular y cuya privatización podría ser un gran negocio para quien la compre, más si se logra que en el camino mantenga parte de su actual dominio de mercado (hoy es del 50%, grosso modo). Se respaldan en el proyecto de ley de Hernán Lombardi, para su privatización, aunque no avanza en la Cámara de Diputados.

A ellos se les suman muchos gobernadores que creen que sus provincias quedarán desconectadas si Aerolíneas deja de volar, como les sucedió en los 90. Estos mandatarios no comparten el optimismo de Mogetta, que cree que con las inversiones de las low cost se puede remplazar a la línea de bandera. Días atrás, el CEO de Flybondi, Mauricio Sana, aseguró que esas aerolíneas no están capacitadas para reemplazar a Aerolíneas.

En ese grupo, además, aseguran que ir a fondo contra Aerolíneas y sus sindicatos podría derivar en un grave conflicto social en la previa del verano, cuando los viajes se multiplican. Aquí, en la vereda de enfrente se ubica la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, quien le asegura al presidente que sus operativos de saturación evitarían cualquier conflicto, algo que podría convertirse en una jugada muy arriesgada, según se vio en Aeroparque esta semana, con personal de la Policía Aeroportuaria acarreando valijas.

En el gobierno se evalúa una posibilidad intermedia entre el cierre y la privatización plena, que es la venta a privados por partes: por un lado los hangares, por el otro, los aviones, los simuladores y los demás activos, incluida la marca. Pero esta opción enfrenta el mismo problema inicial: los sindicatos.

Negociaciones

En el sector sindical se analiza el cambio de actitud de la conducción de Aerolíneas. «Fue la lucha», dijo una fuente. Los representantes de la empresa se retiraron unilateralmente de las negociaciones paritarias el lunes pasado con el argumento de que en el fin de semana previo, una medida de fuerza de los pilotos había obligado a dejar en tierra cinco vuelos internacionales. «La actitud de la empresa fue poco seria. Estaban avisados de que se iba a hacer esa medida y no hicieron nada para evitar su impacto», dijo una fuente sindical.

Pero ya el martes el gobierno anunció que el viernes habría una reunión en la que plantearían un «ultimátum» a los sindicatos. No hubo tal ultimátum y sí una reapertura de la paritaria. El cambio de actitud tuvo que ver, según las fuentes sindicales, en el conflicto que se generó en Aeroparque. Pero en las tres reuniones que se realizaron -una con cada sindicato- la empresa no hizo un planteo salarial y sí llevó a la mesa propuestas de cambios en las condiciones laborales, para lo cual habría que modificar los convenios colectivos.

«Los planteos de la empresa se pueden resumir en que quieren más horas de trabajo por el mismo salario», le dijo la fuente a Tiempo. Los sindicatos tomaron nota del planteo y están dispuestos a llevarlos a discusión en sus bases, pero sujetan esa posibilidad a una recomposición urgente del salario, algo sobre lo que la empresa todavía no se expidió. En otras palabras, la frágil tregua podría concluir mal ya que los objetivos de unos y otros no están alineados.  «