Una peculiaridad atraviesa a la economía argentina. Suben, al mismo tiempo, el dólar, las tasas de interés y la inflación. En general, se supone que unas hacen de ancla de las otras. Por caso, el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, sostiene que la suba de la tasa de interés aplacará la inflación. Después de seis meses con tasas muy por encima del 20%, la inflación anual se mantiene tozuda por encima del 22%, con posibilidades de llegar al 24 o 25. Del mismo modo, un dólar planchado debería haber colaborado con una contención de la inflación y de las tasas, pero no sólo su precio se retrasó sin efecto alguno, sino que ahora salió catapultado y en un mes el peso se devaluó un 10 por ciento.
Al gobierno le está costando coordinar estas variables algo que, en definitiva, está expresando profundos desequilibrios económicos no resueltos, según algunos economistas.
Para Martín Redrado, ex presidente del Banco Central, el problema es que mientras el gobierno ha decidido «ir por el gradualismo en materia del déficit fiscal y los cambios macroeconómicos necesarios, el Banco Central actúa como si estos temas ya estuviesen resueltos y, por lo tanto, adopta la libre flotación del dólar, algo que debería ser aplicado en unos años, cuando termine el proceso de normalización».
El reclamo de Redrado no cayó en saco roto, ya que esa misma tarde del viernes último el Banco Central intervino en el mercado cambiario y vendió 305 millones de dólares, algo inusual para la autoridad monetaria que pregonaba que el valor del dólar no le importaba, a fin de calmar lo que ya era una corrida cambiaria de magnitud.
Toda corrida cambiaria tiene algo de extorsiva. Prácticamente todos los analistas de la City porteña acuerdan en señalar que la crisis cambiaria responde a dos aspectos: la posibilidad de que el resultado electoral debilite al gobierno y que, por ello, no solo no pueda encarar las profundas reformas económicas que se le reclaman sino que, además, el despegue económico se postergue aun más.
Es que el crecimiento económico de junio, del 3,3%, tiene bases endebles. «El gasto de los hogares no termina de hacer pie», asegura el Instituto de Trabajo y Economía (ITE), que asegura que la pérdida de poder adquisitivo del salario es la clave del problema mientras que en la actividad económica «persiste un estado de anemia».
Este análisis no es patrimonio de las consultoras con una visión distinta a la del oficialismo. En un sentido parecido se manifestó Management & Fit, para la cual «la economía se recupera pero no entusiasma». La consultora cuestiona el marketing del gobierno para «vender» que hay una recuperación económica basada en las exportaciones, las que, sin embargo, no muestran despegue en su principal factor: las ventas del sector agropecuario.
Para Economía y Regiones, que dirigió el actual ministro de Interior, Rogelio Frigerio, el crecimiento de la la economía de este año, en torno del 1,8% según la consultora, no alcanzará para recuperar lo perdido. Economía y Regiones considera que «se necesitan señales concretas» después de las elecciones y aventura que estas podrían no darse.
El déficit fiscal, acentuado por el peso de los intereses de la deuda pública, la fuga hacia el dólar, la falta de crecimiento económico, el escaso control de la moneda (de eso se trata la inflación), las altas tasas de interés, la caída del consumo y una inversión muy flaca, son todos factores que, conjugados, plantean enormes desafíos al equipo económico del gobierno nacional, que hasta ahora no pudo encontrarle la punta del ovillo a la madeja. «