«Hay una caída en la industria metalmecánica, en el rubro textil y de confecciones, y crece en servicios; hay suspensiones en grandes empresas». Lo reconoció el ministro de Producción, Dante Sica, en una entrevista con Radio Cultura. El estimador de actividad económica que elabora el Indec arrojó un retroceso interanual del 6,7% en junio. El mismo indicador, circunscripto al ámbito industrial, bajó un 5,7% en julio. Ese mes, el sector manufacturero apenas usó el 60,1% de su capacidad instalada. CAME denunció que las ventas minoristas declinaron un 8% en agosto y los gremios reclaman reabrir paritarias ante una inflación del 34% anual en vías de acelerarse.
Los economistas califican como recesión la baja del PBI por al menos dos trimestres consecutivos. Desde el punto de vista estadístico, recién quedará confirmada a mediados de diciembre, cuando el Indec publique la evolución del producto bruto del tercer trimestre del año (el primero dio resultado positivo y el segundo se conocerá este miércoles). Pero a esta altura, la duda no es si habrá o no recesión, sino cuánto durará y de qué profundidad será.
El relevamiento de expectativas de mercado que realizó el Banco Central en agosto entre 41 entidades financieras, consultoras y centros de estudios pronosticó una caída del 1,9% del PBI para todo 2018, que se compensará con una leve suba del 0,5% el año que viene. Las estimaciones empeoran una y otra vez: de hecho, en julio, la misma encuesta había predicho un retroceso de sólo el 0,3% para este año. Como referencia, el proyecto de Presupuesto que entrará mañana al Congreso prevé una baja del 2,4% en este período y un crecimiento nulo en 2019, aunque nadie se anima a explicar en qué se basó el Ejecutivo para esos parámetros.
Señales
Aun con esa incertidumbre, algunos indicios permiten aventurar que esta recesión puede ser más fuerte que las otras de esta década, de 2014 y 2016, ambas originadas en sendas devaluaciones impulsadas por los gobiernos de Cristina Kirchner y Mauricio Macri. La primera significó una baja anual del PBI del 2,5% y la otra, del 1,8%. El Instituto Estadístico de los Trabajadores (IET), que mide los ingresos y los gastos de las familias en las que el jefe de hogar es un asalariado, calculó que el poder adquisitivo de los trabajadores registrados cayó un 11,7% desde noviembre de 2015 y está incluso por debajo del de julio de 2016, el momento más crítico de la recesión anterior. Para encontrar un momento peor hay que remontarse a mayo de 2010, cuando aún se sentían los efectos de la crisis de las hipotecas, iniciada el año anterior a partir de la caída de bancos estadounidenses. El IET también afirma que la reducción del salario real se agudizó en agosto, con un 8,3% interanual, cercano al 11,5% registrado en julio de 2016.
Devaluación y después
Buena parte del descalabro se desencadenó a partir de la fuerte devaluación que llevó el dólar a los $ 40,51 del viernes. Un artículo periodístico de la agencia Bloomberg marcó la semejanza del caso argentino con las crisis monetarias ocurridas en los últimos 35 años en otros países, en los que una depreciación superior al 40% (el peso ya bajó 53% con relación al dólar desde abril) hizo caer la economía más del 6 por ciento. El informe rememora los ejemplos de Chile, Indonesia, México y Tailandia. También el de la Argentina en 2001, cuando el peso se depreció un 70% y el PBI retrocedió el 10,9 por ciento.
El Instituto de Trabajo y Economía (ITE) apeló a más variables para comparar el cuadro actual con otras recesiones. Por ejemplo, las reservas del Banco Central: desde abril la entidad gastó para tratar de contener el dólar el 23,5% de los fondos que atesoraba (U$S 14.500 millones), mientras que en 2009 sólo perdió el 8,5% de las reservas que tenía al comienzo de la crisis (U$S 4000 millones), y en 2008, durante el conflicto por la patronal rural, un 5,9% (U$S 3000 millones). En términos nominales, el dólar sólo subió un 10% en 2009 y hasta había bajado levemente un año antes, mientras que en esta ocasión casi duplicó su valor.
Aunque esta historia recién empieza y su final es incierto, hay quienes ya hablan de una década perdida en términos de crecimiento, como ocurrió en los ’80. «En 2018, la economía argentina habrá concluido otra década pérdida: el PBI per cápita a fines de este año será muy similar al que teníamos antes de que se iniciara la crisis financiera internacional en septiembre de 2008», señala un documento del CIPPEC (Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento). Parece que las promesas de 20 años de crecimiento continuo y de romper con la maldición de los años pares, como la llamó el presidente Macri, tendrán que esperar a mejor ocasión. «
El FGS perdió el 27% de su valor en dólares
La devaluación licuó los bienes del Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS). Según el informe de la ANSES, que administra ese conjunto de activos que respaldan el sistema previsional, su valor a fines de junio era de 1,371 billones de pesos, con un alza de 8,3% en el segundo trimestre y de 14% en todo el semestre. Sin embargo, medido en dólares, bajó de U$S 64.055 millones a U$S 46.364 millones, con una caída de 27,6 por ciento.
El FGS, originado en los fondos que manejaban las AFJP en 2008, cuando se reestatizó el sistema, también se desvalorizó por la caída en los precios de las acciones que integran la cartera. El plan que el gobierno elevó al FMI incluye la liquidación de una parte de esos bienes para pagar jubilaciones y pensiones. Sin embargo, pese al anuncio, no se avanzó en esa dirección en los últimos meses.