La frase no pasa desapercibida: «El vendedor número uno de bonos en países emergentes quiere un poco más de respeto». Es el título de una entrevista de la agencia Bloomberg al ministro de Finanzas de nuestro país, Luis Caputo, a quien presentan como un exbanquero de Wall Street.
En el texto se afirma que uno de los problemas es que «los rendimientos que demandan (los mercados) se mantienen altos, el rating crediticio es bajo y el mercado de valores doméstico está aún con la misma clasificación que las repúblicas de Mauricio, Túnez y Bangladesh». Por ello el gran interrogante para Caputo es entender «por qué la comunidad de inversores no aprecia todo lo que el país está consiguiendo». Un deseo de agradar a los mercados que está lejos de cualquier pretensión soberana de desarrollo económico y social.
En lo esencial, la propia nota confirma que Argentina ocupa un podio preocupante: «es el mayor emisor de bonos en el mundo en desarrollo, lo que significa que está constantemente dependiendo del efectivo de los inversores». Esta es una «fórmula peligrosa para cualquier país (…), que lo expone de manera considerable», agrega el texto.
Algo parecido comentó Moody’s. Para esta calificadora el riesgo de refinanciación de las deudas permanece alto, es importante el endeudamiento en dólares de las provincias y el riesgo de descalce de monedas (ingresos en pesos y deudas en dólares): «No prevemos cambios sustanciales en esas tendencias en los próximos dos años y esperamos que las necesidades de financiamiento de las provincias seguirán estando cubiertas principalmente por los mercados de capitales internacionales, más que los locales».
Sin embargo, los inversores especulativos lucen satisfechos con las jugosas ganancias financieras que obtienen con la política de endeudamiento del país. A tal punto que en el corto plazo el ingreso de capitales parece estar asegurado. El Instituto de Finanzas Internacionales (IIF), conformado por los mayores bancos mundiales de inversión, acaba de pronosticar que en Argentina habrá mayor ingreso de capitales en 2018.
Otro asiduo visitante de los mercados internacionales es Brasil, que esta semana emitió deuda a diez años a una tasa del 4,625 por ciento. Las autoridades argentinas deben haber seguido la licitación de cerca, viendo cómo hacer para reducir el 7,6% que nuestro país afronta en la actualidad. La brecha indicaría, en parte, algunas de las tareas que el Parlamento brasileño ha convalidado últimamente, como la decisión de congelar el gasto público real por 20 años o la reforma laboral. Un sendero nocivo y contraindicado.
No obstante, Caputo afirmó: «De todas las metas, el déficit (fiscal) es «la meta» no negociable». Esto augura un camino cuesta arriba para nuestro país, más teniendo en cuenta que el ministro está convencido de que «Argentina será la estrella de los países emergentes por los próximos 20 años». La pobreza y el empleo, relegados a un segundo plano.
La extorsión de las finanzas globales también se hizo evidente en España. Lo ocurrido en Cataluña, con la amenaza de reducir su calificación es un claro ejemplo de cómo funcionan los tentáculos del sistema financiero, en caso de que se pongan en jaque las reglas e intereses que rigen el «consenso». Tras esto, algunos de los bancos y empresas más importantes de ese país comenzaron a anunciar movimientos de relocalización.
La vulnerabilidad de los países tiende a incrementarse a mayor nivel de deuda y dependencia con los mercados financieros, y es preciso prestar atención a este tipo de riesgos. Diversos sectores de la prensa y analistas económicos locales han alertado últimamente sobre el crecimiento de la deuda. Para ellos la única opción posible pasa por implementar un severo ajuste fiscal. Pero la historia muestra que el ajuste sólo daña la economía y, a su turno, termina afectando la recaudación tributaria, por lo que el ajuste fiscal requerido se torna interminable (y con ello el aumento de la deuda). Más aun, si se avanza con el proyecto de reforma tributaria (baja de impuestos) que el gobierno tiene en las gateras. Por eso afirmo que el dilema deuda o ajuste es falso: son dos caras de la misma moneda.
Deberes de todo buen alumno
En un informe, la consultora de Orlando Ferreres afirma que «una vez que pase el ruido electoral, el gobierno tendrá que iniciar un camino en donde deberá efectuar reformas en el frente fiscal ( ) Impostergables, sobre todo si consideramos el nivel de atraso relativo que padecemos en aspectos centrales, y que nuestros vecinos están avanzando en la implementación de reformas estructurales, con el ejemplo saliente de Brasil». Entre ellas menciona particularmente la previsional y la laboral. Un modelo de país en extremo excluyente y a favor de brindar «los incentivos adecuados para fomentar la inversión del sector privado». Según Ferreres, nuestro país tiene una de las tasas de sindicalización más elevadas, y si bien esto no tiene por qué ser algo negativo necesariamente, es un obstáculo para lograr una asignación de recursos más eficiente.
Dicho esto, el gobierno no para de dar señales en línea con el recetario neoliberal. El ministro de Trabajo, Jorge Triaca, afirmó en la Cámara de la Construcción que el gobierno pretende crear 300 mil puestos laborales a través del sistema de pasantías, aunque prometió que «no serán precarias». Una rotunda vuelta a las prácticas flexibilizadoras de los noventa. Según El Cronista (6/10/17) lo que más sorprendió a los presentes no fueron las palabras de Triaca, sino las del titular del gremio de la Construcción, Gerardo Martínez, que pidió apostar «por la competitividad».
Otras decisiones del gobierno preanuncian también una andanada privatizadora. Tal es el caso de la conformación de una empresa SA (Corredores Viales) creada con la excusa de construir obras de infraestructura vial, aunque, como reflejó El Cronista (5/10/17), también «permitirá conseguir créditos en el sector financiero privado o público, y dejar de financiarse a través del Tesoro Nacional». Otra vía paralela de incremento del endeudamiento del país. Si bien por el momento su accionista de origen es el Estado, se prevé el ingreso de socios privados. Además, estará exenta de las regulaciones que rigen para los organismos estatales, con lo cual podrá hacer contrataciones directas, otro paso atrás en términos de la mentada institucionalidad. Es el mismo espíritu que contiene la PPP (Participación Público Privada). Una normativa que, entre otras cosas, deja el terreno listo para volver, de manera encubierta, a las privatizaciones de servicios públicos y de empresas estatales argentinas.
Vale cerrar el circuito con la nota de Bloomberg. Allí Caputo fue enfático al afirmar: «Las viejas formas que han condenado a este país en los últimos 70 años no van a volver; Cristina (Fernández de Kirchner) no va a volver». Es importante ver el mensaje oculto detrás de esta idea, ya que el punto de partida no es casual. En la práctica, hace aproximadamente 70 años, mediados de los ’40, se inauguraba un período de sustitución de importaciones, con amplia presencia del Estado y con mejora del reparto de los ingresos.
A Caputo le faltó decir que lo que se va a tratar de emular es el modelo del último cuarto del siglo XX, cuando prevalecieron experiencias que llevaron a una fuerte desindustrialización, a una brutal pobreza, a una caída de la participación de los asalariados y a un alto endeudamiento. También omitió que los gobiernos del período 2003-2015 fueron los que debieron lidiar con esta fatal herencia. Esta historia no puede volver a repetirse. Para ello, es absolutamente necesario el rechazo masivo a este modelo en las urnas, en tan sólo un par de semanas. «