Un centenar de miles de personas irrumpieron el jueves en las calles de todo el país convocados por el Frente de Lucha Piquetero, uno de los tres bloques en los que se estructuran las organizaciones sociales. La masividad puso en evidencia lo que los datos duros ya habían revelado: en un año 2,7 millones de personas cayeron en la pobreza.
La cristalización de este escenario o su empeoramiento actúan como acicate del mayor protagonismo de las organizaciones «sociales» o «piqueteras». La divergencia a la hora de denominarlas no es ociosa. Expresa un contenido político que tiene plena vigencia. La mayoría de ellas surgieron en la crisis de 2001 y en la lucha contra el desempleo. Los cortes de rutas y movilizaciones contra el poder político le dieron su carácter «piquetero». Luego, la gestión de sus conquistas y la paulatina integración al Estado de varias de ellas dieron lugar a un rol de tipo «social».
Es esa, en definitiva, la línea divisoria en la que hoy se trazan los grandes agrupamientos. Por un lado, la del denominado triunvirato de San Cayetano (CTEP, la CCC y Barrios de Pie), constituido bajo el gobierno de Cambiemos y que aportó varios de sus dirigentes como funcionarios y legisladores del nuevo gobierno.
Por el otro, el Frente de Lucha Piquetero compuesto por veinte organizaciones lideradas por el Polo Obrero y que ya prepara un plenario nacional el próximo 26 de febrero para dar continuidad al plan de acción junto con el Teresa Vive y una de las alas de Barrios de Pie, entre otras organizaciones.
En el medio, la denominada «cuarta pata» que, por las tensiones de la situación y fracturas mediante, tiende a disolverse en los dos bloques.
Con todo, la envergadura de la crisis parece empujar a todas las organizaciones a la calle. Así lo dio a entender Juan Grabois, dirigente de la CTEP, que a pesar de su identificación con el gobierno, señaló que su rol «es el de molestar y tirar la oreja del Ejecutivo».
Los temas acuciantes en los que coinciden las organizaciones pasan por la demora en las entregas de alimentos para los comedores y la negativa de la cartera de Desarrollo Social de incrementar el monto y abrir nuevas inscripciones para los programas sociales vigentes que, al momento, cuentan con 780 mil beneficiarios. En 2002, los planes «Jefas y Jefes» alcanzaban a 2,2 millones de personas.
Desde esa cartera explicaron que han diversificado sus instrumentos y que, en 2020, destinaron $ 133.000 millones a programas de asistencia (tarjeta alimentar, Pro Huerta, etc.), además de los $ 74.200 millones para financiar los programas vigentes.
Según pudo saber Tiempo, la táctica de los funcionarios con origen en las organizaciones sociales fue la de sobre-ejecutar el presupuesto en los primeros meses para forzar partidas extraordinarias. Esa maniobra se agotó con las negociaciones con el FMI por el Presupuesto 2021.
Nicolás Caropresi, de la CTEP, señaló a Tiempo que «tiene que haber un salario universal o, al menos, que abarque a 4,5 millones de personas en la indigencia. Si no reclamamos medidas, la situación va a empeorar. El mercado de trabajo no va resolver el problema, incluso si el rebote fuera como utópicamente creen algunos».
Juan Carlos Alderete, de la CCC y diputado por el Frente de Todos, explicó que «se ha agravado enormemente la situación, a pesar del esfuerzo del gobierno. El Estado está cediendo a los poderosos. Tiene herramientas para controlar los precios de los alimentos pero no las usa. Tiene que haber un control de arriba para abajo y no de abajo para arriba».
Ese sector, sin embargo y por el momento, evitó llevar esos reclamos a la calle.
Caropresi, explicó que «venimos pregonando que las organizaciones del pueblo y las sindicales le planteen al gobierno las políticas necesarias», sin embargo, continuó, «tendremos que marcharle a los que acopian para especular con el dólar para que la sociedad entienda que estamos en una situación como la del 2001 y el gobierno pueda avanzar sobre ellos».
El dirigente señaló que «no se puede decir que el Ministerio no haya hecho nada, ejecutó el 180% del presupuesto. Pero en la base se empieza a sentir la desesperanza. Cuando esa situación no aguante más (y eso no está muy lejos) vamos a estar en la calle porque los compañeros nos lo van a exigir. Hay redes que se están resquebrajando».
Desde el Polo Obrero, Eduardo Belliboni, señaló que «el movimiento piquetero vuelve a tener protagonismo por una situación social desesperante. Somos un canal de la organización popular». El dirigente aportó un elemento distintivo: «Ha cambiado el sujeto piquetero de años atrás. Notamos una multitud de jóvenes de los barrios. Antes, primaban las señoras mayores que estaban estructuralmente fuera del mercado laboral. Hay un notorio desencanto con esas organizaciones que decían que venía un gobierno de los nuestros y ahora ven que es más de lo mismo. Eso, cruzado con una enorme bronca popular, es lo que explica nuestra movilización de cien mil personas». Para Belliboni, además, «está planteada la necesidad de una respuesta común con el movimiento obrero ocupado que está amenazado por despidos, la reforma laboral y paritarias a la baja». «