La fuerte caída en la producción agrícola, originada en la sequía, y la compleja situación que atraviesa el Banco Central en materia de reservas siguen despertando temores sobre la evolución que tendrá la actividad económica en el presente año. Si bien ya se da por descontado que haya crecimiento para 2023, el temor es que la recesión sea más profunda de lo esperado.
En estos días se conoció un nuevo indicador en esa dirección: el índice general de actividad que elabora la consultora OJF marcó que en febrero hubo un retroceso del 0,7% con relación al mismo mes del año pasado. En la comparación mensual, el índice desestacionalizado también marcó una caída mensual de 0,1% con relación a enero.
“El segundo mes del año parece confirmar el freno que venimos viendo para la actividad económica. La serie sin estacionalidad se ubica en su nivel más bajo de los últimos doce meses”, afirma la consultora que encabeza Orlando J. Ferreres. “El sector de la agricultura es por lejos el mayor arrastre negativo, con una caída de 21,6%, enmarcado en el desastre que provocó la sequía en los principales cultivos del sector”, agrega el informe. También se detectó una reducción del 0,5% en la actividad de la industria manufacturera, si bien la construcción operó en sentido contrario, con una mejora anual del 5,5%. El rubro que más se destacó fue netamente primario, minas y canteras, con una suba del 7,9%.
Hace algunos días, el ministro de Economía, Sergio Massa, se expidió en sentido inverso. En una declaración en Twitter, enfatizó la mejora de los indicadores industriales que elabora el CEP XXI, un centro de estudios que depende de la Secretaría de Industria y Desarrollo Productivo. “En febrero la industria creció otra vez y el primer bimestre del año logró su nivel de producción más alto en cinco años”, dijo en referencia a la mejora mensual de 0,6% detectada por ese organismo en el sector manufacturero.
Sin embargo, y a pesar de las esperanzas que el oficialismo depositó en el sector energético y en la pronta inauguración del gasoducto Néstor Kirchner (la primera etapa podía estar habilitada para junio), desde OJF son escépticos. “Para los próximos meses no hay señales que permitan ser optimistas; el factor climático sumado a la falta de dólares y el descalabro macroeconómico, junto con un gobierno sin margen fiscal y un consumo privado contractivo, nos llevan a prever que 2023 será un año recesivo”, dijeron.
En este último factor influyen cuestiones nunca resueltas en los últimos años. Fundamentalmente las referidas al consumo privado, uno de los principales motores del PBI, y al poder adquisitivo de los trabajadores, que perdieron más del 20% de sus ingresos reales en los últimos cinco años.
Un diagnóstico similar fue realizado por la consultora Ecolatina. “La economía se verá golpeada por múltiples frentes en 2023. La profundización de la sequía no golpeará únicamente al sector agropecuario, sino también a sus actividades conexas y al volumen de exportaciones del principal sector generador de divisas del país”, destacaron sus analistas.
“Así, la inversión productiva también se verá golpeada, en un contexto en el cual alrededor del 30% de la misma depende de las compras al resto del mundo (maquinaria y equipo importado, por caso). Además, el consumo público no será un factor diferencial dadas las fuertes restricciones que recaen en el Tesoro en el marco del acuerdo con el FMI. Con este panorama complejo, que derivará en una recesión este año, queda el consumo privado (70% del PIB) como único componente de la demanda agregada a la que apostará el Gobierno para evitar una mayor caída del PIB en 2023”, señala el trabajo.