La misión técnica del Fondo Monetario que revisó por tercera vez las cuentas de la Argentina viajó de regreso a Washington el 22 de febrero. En ese momento, el gobierno exhibía su optimismo y pronosticaba que el informe técnico sería favorable y que el Directorio del FMI lo aprobaría. Todo muy rápidamente. Por lo tanto, los 10.700 millones de dólares estarían disponibles para la fecha prevista, el 15 de marzo.
Pero pasaron cosas. El 18 de marzo, el jefe de la misión técnica, Roberto Cardarelli, emitió un comunicado oficial, algo inusual hasta ese momento, en el que decía que se había llegado a un acuerdo con las autoridades argentinas sobre la tercera revisión y que «en las próximas semanas» el directorio del Fondo lo aprobaría.
Así las cosas, ahora se habla del 15 de abril como la fecha en la que el FMI dará su visto bueno a la revisión.
A estas alturas de los acontecimientos, la postergación del FMI de un mes en la entrega de sus dólares es interpretada como una pulseada con el gobierno de Mauricio Macri para obligarlo a establecer un nuevo piso de la divisa, por arriba de los $ 39,23 que cotizaba cuando Cardarelli y equipo tomaron el avión en Ezeiza. El 10% de aumento del precio del dólar mayorista desde entonces hay que cargárselo a la cuenta del FMI.
En el medio, el Banco Central subió la tasa de interés de las Leliq del 49% al 68 por ciento.
Estas dos decisiones actúan como pinzas sobre la ya malograda economía, golpeada por el estallido de la burbuja de la deuda del año pasado. De un lado, acentúan la inflación tanto de los productos que tienen precio dolarizado porque están vinculados a la economía mundial como de los servicios públicos a los que el gobierno les otorgó la dolarización.
Del otro lado, la recesión se profundiza al eliminar en la práctica el crédito, pieza fundamental para cualquier economía.
El correlato social es escandaloso. El 32% de pobreza del segundo semestre de 2018 ya es historia y se habla de un casi 36% para el último trimestre del año pasado. Además, cualquier análisis de lo sucedido en los primeros tres meses de 2019 contradicen abiertamente los dichos recientes de los más altos funcionarios del gobierno, en el sentido de que «la economía ya se está recuperando».
El futuro próximo no luce mejor. ¿Los 60 millones de dólares diarios que venderá el gobierno desde el 15 de abril aplacarán los temores? ¿Los productores venderán su cosecha? ¿Los especuladores querrán renovar los bonos que vencen este mes a cambio de otros con final cerca de octubre?
Pero ya nadie cree que la alineación de los planetas vaya a ser una constante de aquí en más. El gobierno, sin el auxilio de los prestamistas, no tendrá telescopio astronómico que lo ayude a disfrazar la crisis en oportunidad. «