Aquella “mesaza” justo el día de los Inocentes del año 2017 terminó siendo antológica. El gobierno, envalentonado porque acababa de ganar las elecciones de medio término y habían asumido los nuevos legisladores, se veía protagonista de un ciclo largo para la política nacional y si bien el dólar comenzaba a mostrarse inestable, se había aprobado el presupuesto del 2018 y el camino parecía despejado ante el nuevo año.
El jefe de Gabinete, Marcos Peña; los ministros de Hacienda, Nicolás Dujovne, y de Finanzas, Luis Caputo; junto al presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger. Brindaban detalles de un plan que implicaba “recalibrar nuestras metas” de inflación. El índice de precios había superado el techo de 17 por ciento fijado para el año electoral y la propuesta era poner la situación en caja. Pero todo se desmadró y salvo Peña, muy cascoteado por estas semanas, ninguno se mantiene en el cargo.
Ahora, el que fuera “gobernador” del BCRA, según la denominación anglosajona, acaba de publicar un paper donde revela pormenores de aquella presentación: por un lado, busca salvar su responsabilidad en políticas con las que se notó aquel día que no estaba de acuerdo. Se ve que no quiere que lo sigan asociando al resultado posterior. Pero lo interesante es que desmantela un argumento que el gobierno utiliza para justificar el fracaso de su modelo económico. Para Sturzzeneger, «si bien la herencia macroeconómica recibida por el gobierno no era ideal, es difícil culparla por los resultados».
Otro argumento oficial que demuele FS es el de que “pasaron cosas” que arruinaron el plan de Macri. Entre ellas, el gobierno había puesto a la sequía de 2018 y el aumento en las tasas de interés que fijó la Reserva Federal de EEUU ese año. «Este golpe afectó a muchos países, pero no tuvieron las mismas consecuencias. Por ello es difícil asociar el rendimiento económico a la suerte o a factores externos».
Crudo en su análisis, el economista –que había sido Secretario de Política Económica con Fernando de la Rúa en 2001 y terminó procesado por el Megacanje que negoció Domingo Cavallo- reconoce que la reducción de la deuda externa durante la administración kirchnerista “fue un hecho y fue sustancial”. Pero agrega que los compromisos externos comenzaron a crecer nuevamente desde 2012 y desde entonces “la bóveda se llenó de letras intransferibles del Tesoro”.
Pero acusa a la gestión macrista de que como “la economía creció menos de lo previsto” (que era un 5% de aumento al final del período, contra una contracción que será de más del 3%) y bajó impuestos y eliminó parcialmente las retenciones, sumado al fallo de la Corte sobre la coparticipación federal, “se incrementó el déficit fiscal”.
En ese contexto, el gobierno, tras el triunfo en las parlamentarias de octubre, comenzó a plantear un cambio en las metas de inflación seguidas hasta ese momento por el BCRA. “O aceptaba eso o el Gobernador (del banco) se tenía que ir”, escribe Sturzenegger en tercera persona hablando de él mismo. A los tres meses, finalmente, se terminó yendo y cargando sobre si, desde entonces, con el sayo de haber sido protagonista del fracaso.
“Si el BCRA hubiera sido independiente, la agitación de los meses finales del Gobierno se podría haber evitado, ya que nadie hubiera pensado que un resultado electoral adverso podría acarrear grandes cambios en la política monetaria», concluye el también docente en la Universidad de San Andrés, en un texto de 58 páginas.
«Los regímenes de metas de inflación presuponen la independencia del Banco Central y una preponderancia sobre el área fiscal”, anota el ex titular del BCRA en el documento que tituló «La macro de Macri, el sinuoso camino a la estabilidad y el crecimiento» publicado por el Brookings Institute, de Washington. A renglón seguido, Sturzenegger sostiene que si la entidad “hubiera sido independiente, el cambio de políticas que desanclaron las expectativas luego del ’28D’ no hubieran sucedido».
En este punto, Sturzenegger, ferviente defensor del libre mercado y de los postulados neoliberales, considera como una falla importante en el sistema financiero que fuera tan fácil echar al presidente del Banco Central si los resultados no son los que el gobierno pretende.
Por algo es que destina varios párrafos a cuestionar la política de “gradualismo” que el gobierno postuló el inicio de su gestión. Un poco porque políticamente Cambiemos cargaba “con el estigma” de ser considerado un partido de derecha que buscaba imponer desde el principio un brutal ajuste fiscal.
“El gradualismo –relata- conllevaba el riesgo de aumentar el nivel de deuda durante los primeros años, con el riesgo de un evento de crédito, al mismo tiempo, se argumentó, no tomar este camino implicaba el riesgo de un apoyo político más débil en el momento en que se necesitaría un ajuste severo”.