Si bien ya se ha recorrido un largo camino y la situación sanitaria se encuentra más aliviada por los programas de vacunación a nivel global, los efectos económicos y sociales de la pandemia aún están presentes. Los impactos han sido heterogéneos entre los países, así como también fue distinta la capacidad de respuesta de los gobiernos.
Según los últimos datos de la Cepal, mientras que en 2020 se perdieron más de 140 millones de empleos en el mundo, la riqueza global aumentó un 7,4% debido al crecimiento de los mercados bursátiles, la apreciación del sector inmobiliario, las bajas tasas de interés y los ahorros imprevistos como consecuencia del confinamiento. La variación no fue uniforme: mientras que la riqueza creció un 12,4% en Canadá y los Estados Unidos, un 9,2% en Europa y un 4,4% en China, en la India se redujo un 4,4% y en América Latina y el Caribe cayó un 11,4 por ciento.
Las cifras de la Cepal también son contundentes en cuanto a los volúmenes de asistencia fiscal en el contexto pandémico. En 2020 las economías avanzadas destinaron en promedio un 12,7% de su PBI en inversión pública excepcional y alivio tributario, y un 11,3% en instrumentos de liquidez. Para citar un caso representativo: los Estados Unidos aprobaron en su momento el Plan de Rescate Estadounidense de 2021 con estímulos de 1,9 billones de dólares orientados a financiar la vacunación, fortalecer las redes sanitarias, brindar alivio económico a las familias, ampliar los beneficios del seguro de desempleo y mantener el apoyo a las empresas. Este plan de estímulo, sumado a los que se pusieron en práctica en 2020, lleva la respuesta fiscal de ese país al Covid-19 a cerca de un 25% de su PBI.
Los países emergentes, por su parte, destinaron una magnitud mucho menor: un 4% promedio en 2020 en gastos adicionales y alivio tributario. Un dato más que concluyente. En este marco, se está bregando por una redistribución de los Derechos Especiales de Giro (DEG) recientemente otorgados por el FMI. Si bien aún no hay avances concretos, se busca modificar el criterio procíclico para que los recursos fluyan desde las grandes potencias hacia los países más vulnerables, que son los que más los necesitan y los que menos recibieron, dada su menor cuota de participación en el organismo.
La recuperación en 2021 también muestra grandes asimetrías. Según el informe de la Cepal, se espera que las economías desarrolladas incrementen su actividad en conjunto un 5,5%. Estados Unidos se destaca con un 7%, mientras que la Zona Euro crecería un 4,7% y Japón un 3%. Las economías emergentes registrarían un avance del 6,2% en promedio, con China (8,4%) e India (9,2%) a la cabeza.
Llegando al interior de nuestra región, cinco de las 18 economías aun registraron variaciones interanuales negativas en el primer trimestre 2021, otros ocho países crecieron por debajo del 3% y tan solo cinco lo hicieron por encima del 3%. Muy distinto a lo que ocurre en las economías desarrolladas. El caso argentino resulta bastante auspicioso dado que, si bien en el primer trimestre tuvo un moderado crecimiento del PBI del 2,5% (de todas formas estuvo por encima de países como Brasil, México o Chile), en el segundo tuvo una variación interanual positiva del 17,3%. Es cierto que la base de comparación de 2020 es muy baja (fue el momento más álgido de la circulación del virus), pero existen indicios de que no fue un mero “rebote”. Las proyecciones oficiales estiman que el año cerrará con una variación positiva del 8% del PBI.
Los sectores más dinámicos continúan siendo la industria y la construcción. Según la ejecución presupuestaria de este año, durante los primeros siete meses las inversiones en obras públicas estuvieron un 70% por encima de igual periodo prepandemia sanitaria 2019, descontados los efectos inflacionarios. El indicador de la actividad de la construcción del Indec, además, registró en julio pasado un incremento mensual del 2,1%. Acumula hasta ese mes un alza de más del 50% con respecto al año pasado y también se encuentra por encima de los niveles prepandemia. En cuanto a la industria, considerando los siete primeros meses se registró un progreso del 21% respecto de igual lapso de 2020 y del 5% al comparar con el mismo período de 2019.
Además de las menores restricciones a la circulación, las políticas públicas continúan teniendo un fuerte impacto en el desempeño económico. Ahora están más focalizadas en los sectores que aún no han podido “arrancar”, los más afectados.
La segunda edición del Programa Previaje es un ejemplo. Más de 500 mil personas lo utilizaron en su primera edición, y todo indicaría que esta vez serían bastantes más, dada la mayor flexibilidad para trasladarse que tienen los y las turistas. El mismo implica un reintegro del 50% de los gastos que los viajeros efectúen dentro del territorio nacional, tales como gastronomía, alquiler de automóviles, excursiones, etcétera. También impactan los créditos a tasa subsidiada, e incluso a tasa cero, los bonos a beneficiarios de la seguridad social y los planes en cuotas para compras de ciertos bienes y servicios. Todo esto, junto con la reapertura de las paritarias, entre otras cuestiones, contribuye a incentivar el consumo privado y a que gire con más fuerza la rueda virtuosa de la economía.
Estas herramientas implicaron, y aún lo hacen, un gran aporte de las cuentas públicas, que pudo compensarse, entre otras cuestiones, por una inferior carga de intereses de la deuda.
Según el citado informe de la Cepal, “los pagos de intereses (en las economías de la región) están ejerciendo una presión mayor sobre las cuentas públicas en los primeros meses de 2021. En la mayoría de los países esta dinámica se explica por el aumento de la deuda pública en 2020 (…). No obstante, se destaca la contracción de los pagos de intereses en la Argentina y el Ecuador, como resultado de las reestructuraciones de deuda acordadas con sus acreedores”.
La recuperación económica vino favoreciendo los niveles de recaudación a partir de 2021. Según la última información disponible: en nuestro país los ingresos tributarios reales crecieron un 20,6% en los primeros siete meses de 2021. Por el lado del gasto, se destaca el incremento real del 55% en las inversiones de capital. Por otra parte, se redujo en $ 739 mil el déficit primario en ese mismo período con respecto a 2020 (año en el cual se efectuaron importantes inversiones excepcionales para paliar los efectos del Covid-19) y de $ 700 mil del gasto financiero por la baja en el pago de intereses de la deuda, en línea con lo ya comentado.
No obstante, sigue siendo fundamental trabajar en la creación de mecanismos que minimicen la evasión impositiva. Los datos regionales de la Cepal dan cuenta de la magnitud de la situación: “La evasión tributaria representó una pérdida de recursos de 325 mil millones de dólares en 2018 (equivalente al 6,1% del PBI regional)”. Además de lo ilegal de estas maniobras, son recursos que podrían ser utilizados para medidas relacionadas con la pandemia y para resolver cuestiones más estructurales que es preciso modificar. Otro de los flancos que debe enfrentar la economía argentina se relaciona con las renegociaciones de la deuda. Se ha logrado reducir una gran parte de las obligaciones en moneda extranjera con los bonistas privados. El próximo paso lo constituye la reestructuración de la deuda con el FMI. Es preciso despejar el cronograma de vencimientos para los próximos años y avanzar en un acuerdo sin condicionalidades que permita seguir apuntalando la recuperación de la actividad y el empleo.