El mundo del futsal no sale de su perplejidad por la pérdida de Matías Kruger, el jugador de 24 años de Boca y la Selección Argentina que esta madrugada recibió una descarga eléctrica letal cuando trabajaba en el Taller Colonia de La Línea H del subte, en el barrio de Parque Patricios.
Desde tempranas horas sus amigos y conocidos manifestaron sus condolencias en las redes sociales con frases que resumían un sentimiento de shock y tristeza.
El periodista Sebastián Larocca contó detalles de la carrera del joven oriundo de Villa Lugano. Kruger se inició en el futsal en el club Nueva Estrella de esa barriada porteña. Después viajó a los Estados Unidos donde pasó un semestre en la liga Indoor Soccer. Tras esa experiencia volvió al país para jugar en el club América del Sur y finalmente recaló en Boca, donde militó las últimas tres temporadas.
El club de la Ribera fue el trampolín que lo llevó a la selección local de futsal, el combinado que representa a la AFA en ausencia de los jugadores internacionales que este año ganaron el histórico mundial de Colombia. Aunque no estuvo en la foto del equipo mundialista, Matías se dio el gusto de integrar el cuadro que el año pasado ganó la Copa América en Ecuador.
Este último domingo jugó la primera vuelta de los play offs del torneo vernáculo contra el marplatense Kimberley y este martes por la noche entrenó para la revancha, que estaba prevista para el jueves, pero la Asociación de Fútbol Argentino suspendió la fecha.
Larocca destacó la voluntad de Krueger, que tras los entrenamientos de la noche partía para el taller de Parque Patricios a realizar sus labores como empleado del subte.
Cuando competía para la selección entrenaba también por la mañana y con todo se las arreglaba para llevar adelante Squadra, un emprendimiento textil que lo tenía entusiasmado para el futuro.
Un pibe humilde y buenísimo cuyo nombre se suma a la nefasta lista de muertes de trabajadores del subte bajo la administración de Metrovías, que empezó en 1994.
La lista negra de Metrovías.
En una nota publicada en el portal de noticias de la Universidad de Buenos Aires (Anccom), la periodista Azul Tejada contó el caso de Mario Penaccio, fallecido en septiembre de 2003 cuando se trasladaba en un móvil de la empresa que no tenía asientos. En un choque, detrás de Casa Rosada, salió despedido, señala la crónica.
La electricidad explica otros casos. El 20 de marzo de 2004 Diego Martínez murió en el taller de Congreso de Tucumán cuando soldaba, una tarea que no era habitual en su trabajo diario.
En 2013, el 2 de abril, Antonio Villares obedeció la orden de activar en la estación Los Incas de la línea B las bombas que desagotan las vías cuando llueve. Un supervisor le aseguró que se había cortado la tensión para que él y un equipo de trabajo pudieran ejecutar la tarea en condiciones seguras. Sin embargo apoco de bajar se electrocutó con corriente continua y murió calcinado.
También en 2013, en septiembre, el operario Sergio Reyes murió atropellado por una formación en el taller Rancagua, cerca de la estación Federico Lacroze de la línea B, donde se le asignaron tareas de limpieza sin que previamente lo instruyesen sobre las particularidades del medio y los recaudos a tomar para no sufrir accidentes.
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