El cambio de mes disparó la habitual galería de mediciones privadas sobre la inflación. A la espera del informe oficial del Indec sobre la evolución de los precios al consumidor en marzo, que se publicará el jueves, ya comenzaron a conocerse los primeros informes de consultoras que oscilan entre el 1,8% y el 2,2% de aumento.
Con uno u otro número, y con el fondo de nuevos tarifazos en gas, naftas, peajes y transporte, se torna evidente que el proceso de «desinflación» se estacionó en torno del 25% anual, barrera que se había quebrado en la última parte del año pasado y que se volvió a superar en febrero. También está claro que la meta oficial del 15% para todo 2018 (la original era del 10%) no será cumplida: en el reciente Relevamiento de Expectativas de Mercado que elaboró el Banco Central, los encuestados esperan una suba anual de precios del 20,3%. La situación, que impacta de lleno en los sectores de menor poder adquisitivo, también dispara problemas concretos para el gobierno de índole económica, social y política.
Consumo y construcción
Por definición, un aumento de precios hace que la demanda decaiga. Si hay menos compradores, se reducen las ventas y cae la actividad. La situación se refleja en sectores de consumo masivo, como el comercio minorista (ventas un 2% menores que el año pasado, según CAME) y los supermercados (un 3,1% menos, según Indec). Las grandes cadenas también sienten el efecto: la crisis de Carrefour y la posible destrucción de 2000 puestos de trabajo (ver página 20) no es ajena a la cuestión.
Para compensar ese déficit el gobierno lanzó un formidable plan de obra pública, que a costa de fondos fiscales logró impulsar la actividad. Pero las subas de precios hacen que las empresas planteen pedidos de actualización de costos de engorrosa resolución, que demoran y a veces paralizan la ejecución de las obras, lo que ya despertó preocupación entre las empresas constructoras.
Dólar y tasas
La consolidación de un rango inflacionario cercano al 25% valida las expectativas y su consiguiente traslado a precios de todos los bienes en esa proporción (aun si los costos a compensar fuesen menores). El dólar no queda exento: si sube menos que los demás precios se crea una sensación de dólar barato, con la consiguiente presión devaluacionista. Si esta se produce, como ocurrió en los últimos meses (un 17% desde octubre), la expectativa sobre la suba de precios se potencia. Y si no, suben los costos en dólares de los bienes fabricados en el país, con la consiguiente dificultad para exportar. Esa fue una de las causas por las que el déficit comercial creció a U$S 8471 millones y la invasión de bienes importados hizo tambalear al sector manufacturero.
La alta inflación también dificulta la caída de las tasas de interés, que necesitan compensar a los depositantes por la desvalorización de sus fondos. La «aceleración de la inflación» es uno de los motivos que sostuvo el Banco Central para no reducir la tasa de referencia, a pesar de las presiones del equipo económico.
Pobreza, tarifas y salarios
La inflación mayorista es uno de los parámetros que el gobierno incluyó en las cláusulas de ajuste de las tarifas de servicios públicos. Y los precios de la construcción se usan para actualizar las unidades de valor adquisitivo (UVA) en que están expresados los préstamos hipotecarios en los que ya se embarcaron cerca de 100 mil familias: según el analista financiero Christian Buteler, las bajas cuotas iniciales de este tipo de créditos ya igualaron las del sistema convencional, pero su capital creció un 53% por el nuevo valor de las UVA.
Los problemas se extienden al frente gremial: la mayoría de los sindicatos aceptó el tope salarial del 15% con la promesa de nuevas negociaciones si la inflación supera ese tope. Esto podría desencadenar una nueva ronda salarial cerca de fin de año. Sin una recomposición de ingresos por encima de la inflación, cada vez más familias tendrán dificultades para cubrir sus necesidades básicas, con lo cual la reducción de la pobreza al 25,7% que el gobierno celebró hace pocos días dará paso a un nuevo crecimiento de ese índice. «
YPF congela el precio de sus combustibles por una semana y observa cómo evoluciona el mercado
YPF no subirá, al menos por ahora, el precio de sus combustibles y se mantendrá expectante sobre «la evolución del mercado» tras los aumentos decididos por las petroleras Axion y Shell.
La agencia de noticias Télam consignó ayer que una fuente de la empresa aseguró que hasta el momento «no se decidió ningún incremento» y que esa indefinición se mantendría durante «toda la semana».
En ese camino, YPF «analizará la evolución del mercado», en el que cuenta con una participación superior al 55% de las ventas totales de naftas y gasoil.
Axion resolvió incrementar el precio de todos sus combustibles entre el 4,3% y el 6,5% desde la primera hora del jueves último. Shell hizo lo propio con aumentos que oscilaron entre el 4,5% y el 6 por ciento.
Con la del jueves ya suman tres las subas en los valores de los surtidores en lo que va del año. Las alzas de enero y febrero acumularon hasta un 8% en algunos productos.
Así las cosas, y mientras YPF sostenga su decisión de no incrementar sus valores, hay una brecha de precios ahora más amplia. YPF ofrece el litro de nafta súper a $ 24,39 frente a los $ 25,79 de Shell o los $ 25,43 de Axion, lo que podría determinar la preferencia de los automovilistas, al menos por unos días.
En el caso de los productos premium, la diferencia de precios se extiende desde los $ 28,29 el litro de nafta Infinia de YPF, hasta los $ 30,27 de la V Power de Shell.
De acuerdo a los registros de venta en lo que va del año, YPF posee el 56% del mercado de combustibles líquidos, frente al 20% de Shell, 12% de Axion; 3% de Oil Combustibles y 5% de Petrobras. «