Los medicamentos gratuitos entregados por el PAMI no son gratuitos, es mentira. Ya fueron pagados mensualmente y por anticipado con los aportes que los actuales jubilados y jubiladas cotizaron durante décadas cuando eran trabajadores activos.

Ni siquiera hace falta hablar de la violación de derechos, que igual la hay y muy cruel, sino del robo de una propiedad que ya había sido pagada al momento de concretarse la jubilación.

Y no importa si una persona cobra la mínima, la media o una superjubilación: en cualquier caso ya pagó con un porcentual de su salario a lo largo, por lo menos, de 30 años.

El sistema previsional argentino es intergeneracional, esto es que los activos de hoy mantienen a los jubilados de hoy, y los activos de mañana mantendrán a los jubilados de mañana, que son los activos de ayer.

Bancamos a los jubilados de hoy para que sus nietos nos banquen mañana. Los jóvenes asisten a los viejos. Los fuertes protegen a los débiles: es la naturaleza misma de una sociedad civilizada.

Otra es que durante los años de actividad las personas no aportan solo para recibir un «haber jubilatorio» sino que lo hacen a un «sistema previsional», que no es otra cosa que la protección social integral en la vejez.
Y eso se traduce en un pago mensual vitalicio o una pensión,  pero también un universo mayor de prestaciones como turismo, cursos, actividades recreativas, rebajas en transporte y servicios públicos básicos, además de la atención médica y los medicamentos.

Está taxativamente en el nombre del organismo: Programa de Asistencia Médica Integral PAMI.

El engaño reside en que, en su criminal crueldad neoliberal, Milei aplica un concepto individualista («no hay nada gratis, todo debe pagarse») a un sistema solidario basado en una hermandad intertemporal.

Cuando se derogó el sistema fraudulento e individualista de jubilaciones privadas de las AFJP, la sociedad argentina ratificó por abrumadora mayoría la recuperación de un sistema solidario, intergeneracional e integral de protección a la vejez. Como corresponde a una sociedad civilizada y humanista.


Pero ellos recurren a la ya gastada cantinela de la corrupción e intentan convertir en un subsidio de pobreza miserable a un derecho adquirido y ya pagado no solo con dinero. Y los someten a la humillación de trajinar la burocracia para presentar certificado de pobreza por un mendrugo.

Esa es su idea de sociedad.