Lluvia, frío, viento. Las características principales del invierno son la realidad diaria de los trabajadores de la librería Adán Buenosayres Libros, que en plena calle Corrientes al 1600 viven en una carpa desde hace 60 días, para cuidar lo que les corresponde: un millón de pesos en libros y la fuente de trabajo. Una historia de vaciamiento, mentiras, violencia de género, armado fraudulento de una cooperativa, lucha de jóvenes trabajadores, terceros estafados y una Justicia que no define.
«La decisión está tomada. Adán Buenosayres Libros será un espacio más de la economía social. Daremos en adelante los pasos que sean necesarios para convertirnos en una cooperativa de trabajo», escribió exultante en Facebook David Esteban de Vita, dueño de la empresa, a fines de junio de 2016. Un mes antes, había anunciado el cierre de la librería, que se haría efectivo luego de una liquidación que serviría para pagar las indemnizaciones de los empleados.
La liquidación se hizo con gran éxito. Distintos medios de comunicación difundieron la noticia y gran cantidad de personas se acercó a comprar libros y colaborar con la causa. La historia se tornó más romántica cuando De Vita anunció la conformación de la cooperativa.
Al parecer, todo fue un engaño. «Recaudó mucha plata en la liquidación. Cuando nos habló de la cooperativa nos entusiasmamos y aceptamos. Incluso, él también era parte. Presentamos los papeles en el Inaes (autoridad de aplicación de las cooperativas). Faltaba sólo la declaración jurada de De Vita, en la que debía constatar ante el Ministerio de Trabajo que cedía un millón de pesos en libros y el fondo de comercio a la cooperativa, en compensación por las indemnizaciones. Pero nunca los presentó. Nos bicicleteó», relató a Tiempo Lucía López, una joven de 20 años que denunció haber sido golpeada por De Vita en una discusión.
El tiempo pasó y la estructura nunca se modificó. «Él siguió actuando como patrón. Tomaba todas las decisiones, se enojaba cuando alguien pedía explicaciones y pagaba por día. En total, en la coope éramos siete: De Vita, Juan Galarza, un amigo de él que también trabajaba en la librería, y nosotros», contó José Manfredi, otra de las diez personas que se turnan en la guardia, en la puerta del local que hoy está cerrado bajo candado.
«El Inaes nos informó que la matrícula no iba a salir sin esa documentación y, además, que la SRL continuaba activa, por lo que De Vita no podía ser socio-gerente de la SRL y, en paralelo, secretario de la cooperativa», relató José y siguió: «El 4 de junio de este año, hicimos una reunión con él para definir qué iba a pasar. Ahí, nos enteramos de que debía tres meses de alquiler y de que había vendido el fondo de comercio a Yekill (librería ubicada en la vereda de enfrente de la calle Corrientes). Ellos son también damnificados por este estafador».
En esa reunión, se le pidió la renuncia a la cooperativa. «Si yo me voy, se disuelve», respondió De Vita. En asamblea, se decidió por votación su expulsión de la cooperativa. Lucía contó los detalles de esa violenta noche: «Se fue enojado y se llevó la plata de la caja. Nos quedamos tres, para ver qué íbamos a hacer. Volvió totalmente sacado, junto a Galarza, de manera muy violenta. Empujó a una compañera, me metí para que no le pegue y me pegó a mí. Galarza me agarró de los brazos para que me siga pegando, pero un compañero se metió y yo pude zafarme. Llamamos a la policía, se lo llevaron y lo largaron al otro día, que fue cuando cambió los candados y anunció una nueva liquidación».
Para la nueva liquidación, la excusa pública fue la mudanza. La realidad, el vaciamiento definitivo. «Hicimos denuncias por violencia de género, por estafa y otra laboral. Tratamos de difundir el tema y comenzamos con el acampe en la puerta, para evitar que se lleve o venda los libros, mientras esperamos que la Justicia resuelva la situación». «