El pronóstico surge de los resultados de una encuesta realizada sobre mil empresarios, gerentes y empleados en Australia, Francia, Alemania, Italia, Japón, España, el Reino Unido y los Estados Unidos. El estudio adelanta que su propósito fue el de adentrarse y adelantarse en las características de lo que ya aseguran será la “nueva era del trabajo”.
La primera conclusión sostiene que el mundo laboral posterior a la irrupción del coronavirus avanzará hacia un “modelo híbrido”. Esto es, que los trabajadores alternarán en su labor entre el formato presencial y la modalidad de teletrabajo o home office.
De hecho, aseguran que “el 74% de los trabajadores encuestados cree que una combinación de trabajo basado en la oficina y remoto es la mejor manera de avanzar”. Según el estudio, los empleados se inclinan por dividir el tiempo de trabajo semanal por mitades entre ambas locaciones.
Con todo, el riesgo es grande. De hecho, el 77% de los líderes y gerentes encuestados aseguran que son las empresas quienes se beneficiarán de una mayor flexibilidad. Es que el estudio, además, asegura que más de dos tercios, el 69% de los trabajadores, están a favor del «trabajo orientado a resultados» que implica una flexibilidad en las contrataciones y un avasallamiento a la jornada laboral y la propia estabilidad.
Así las cosas esta nueva era aparece como una fruta envenenada para una gran cantidad de trabajadores que, carentes de representación gremial, podrían quedar, por voluntad propia, a merced de un retroceso de alcance histórico en las relaciones laborales.
En la Argentina, de hecho, se está debatiendo en el Congreso un proyecto de ley que ya tiene media sanción y que, si bien reconoce una serie de derechos a los trabajadores que vayan a trabajar a distancia en términos de infraestructura y carácter voluntario de la modalidad, reconoce que esa forma de trabajo pueda realizarse “por objetivos”.
Efectivamente, para Matías Cremonte, presidente de la Asociación de Abogados Laboralistas, “el teletrabajo está impulsado por los empresarios porque ven en ello una posibilidad de aumentar su rentabilidad. El proyecto de ley con media sanción se hace cargo de esa realidad y otorga una protección específica a las personas que realizan ese trabajo”.
Con todo, el dirigente señaló que “más allá de discutir si esa protección supone una ampliación de derechos respecto de los ya establecidos en la Ley de Contrato de Trabajo o la repetición de esos pisos, en todo caso, debería legislarse para desalentar este tipo de organización empresarial. Porque no hay duda de que, más allá de eventuales opciones individuales, el teletrabajo no mejora las condiciones de vida”.
El debate del proyecto de ley, sin embargo, emerge en medio de la pandemia y la cuarentena cuando desde 2012 existe una normativa vigente que obliga a las empresas a garantizar sillas ergonómicas, matafuegos, mouse pad y hasta un botiquín de primeros auxilios. Esa resolución (1552/12), sin embargo, quedó suspendida mientras durase la cuarentena por una nueva resolución (21/20) publicada el 20 de marzo de este año por la Superintendencia de Riesgos del Trabajo.
Cremonte señala que “resulta contradictorio con la celeridad que se le dio al trámite legislativo el hecho de que la ley comience a regir 90 días después de terminado el aislamiento obligatorio. Eso significa que no se pretende resolver los problemas que en este contexto genera el teletrabajo”.
Un estudio reciente de la filial argentina de la misma consultora indica que apenas un 4% de los empleados recibió algún tipo de compensación por teletrabajo desde que comenzó el aislamiento social y obligatorio.
La modalidad ya está haciendo estragos en la jornada laboral. En la Argentina, sostiene Adecco, “el 42% de los trabajadores dicen dedicarle más horas al trabajo desde su casa que en la oficina”. Sin embargo, 6 de cada 10 afirman que trabajan más relajados desde sus hogares.
Más de una cuarta parte de los encuestados, el 28%, sin embargo, dijo a Adecco que su bienestar mental había empeorado debido a la pandemia. Solo uno de cada diez trabajadores calificaron a sus gerentes con una «alta capacidad para apoyar su salud emocional».
Por eso, Cremonte asegura que, más allá de la ley que se debate, “una buena medida sería intensificar los controles estatales de modo de asegurar que se cumplan las normas que ya rigen este trabajo, como la propia LCT, el Convenio 177 de la OIT, y las resoluciones de la SRT que hacen a la protección de la salud psicofísica”.
Sobre el sentido general del estudio, Cremonte denunció que “se instala desde algunos grandes medios de comunicación que el teletrabajo es algo que trajo la cuarentena y que´vino para quedarse´. ¿Por qué no pensar entonces que la estabilidad en empleo y la prohibición de los despidos también llegó para quedarse?. Simple, porque uno beneficia a los empleadores y el otro a los trabajadores y trabajadoras”.