El dólar cerró en su máximo precio histórico. Los $ 43,41 que registró el Banco Central como promedio de venta al público en entidades financieras están ampliamente por encima de los $ 41,89 que había tocado el 28 de septiembre, apenas conocido el nuevo acuerdo con el FMI y el relevo de Luis Caputo al frente de la entidad monetaria. Del mismo modo, los $ 41,23 de la franja mayorista superan en 33 centavos la marca de aquella fecha del mismo mercado.

¿Por qué se registró este récord? Aquí, algunas explicaciones.

Con las manos atadas. La política monetaria que fijó el Banco Central establece una zona de no intervención que se actualiza diariamente, dentro de la cual la entidad se compromete a dejar flotar la divisa. A valores del jueves, esa franja tiene un piso de $ 38,79 y un techo de $ 50,20. Dicho de otra manera, el dólar puede seguir subiendo y llegar a los 50 pesos antes de que el BCRA salga a vender para frenarlo. Claro que el organismo tiene otros mecanismos para influir de manera indirecta: de hecho, durante la jornada vendió a futuro y subió la tasa de interés, sin demasiado éxito. La paradoja es que su presidente, Guido Sandleris, está sentado sobre un colchón de reservas de U$S 68 mil millones, cifra nunca antes alcanzada, y no le sirven para estabilizar la moneda.

Tasas insuficientes. En las últimas semanas el Central relajó el asfixiante nudo monetario que había impuesto precisamente para desinflar la demanda de dólares. Así, el interés que ofrecen las Leliq (letras que coloca en los bancos para regular la liquidez) bajó de 74% a 44% en cuatro meses. Con semejante descenso, el incentivo a mantener las inversiones en pesos también se redujo y la tasa retomó su camino ascendente: este jueves por esa vía se absorbieron $ 223 mil millones a un promedio de 51,86%, nivel que aniquila cualquier financiamiento para proyectos productivos pero es escaso para frenar la corrida.

Inflación en alza. Desde fines de septiembre hasta ahora, los precios al consumidor subieron cerca de 19% (la próxima semana se conocerá el dato oficial de febrero). Con ese panorama, el dólar había quedado claramente desactualizado. A tal punto, que en ese período el billete bajó desde el centro de la zona de no intervención hasta por debajo del mínimo. Podrá argumentarse que el tipo de cambio alcanzado durante la corrida de septiembre era exagerado, pero la baja nominal de las últimas semanas implicaba un rezago con relación al peso que tampoco era lógico.

Panorama internacional. La jornada se caracterizó por una suba del dólar en relación con casi todas las monedas del mundo. América Latina no fue inmune: el peso uruguayo, el mexicano, el colombiano y el real brasileño cayeron entre 0,7% y 1,1%. Claro que en Argentina la depreciación superó el 4%, lo que indica que los factores domèsticos amplifican lo que sucede globalmente.

Incertidumbre local. La volatilidad del dólar se potencia por los desequlibrios macroeconómicos y las dudas políticas. Una inflación que, en dirección contraria a los pronósticos presidenciales, no para de subir; una recesión más fuerte de lo anunciado; bajas expectativas de recuperación; bonos en picada (el riesgo país está en 776 puntos); una deuda pública que es una pesada hipoteca para los próximos años y los interrogantes sobre si Cambiemos logrará una reelección que hasta hace unos meses se daba por segura hacen que ahorristas e inversores busquen un destino más seguro para su dinero. En ese sentido, la inestabilidad cambiaria de estos días podría haber sido el primer capítulo del proceso de dolarización que suele azotar al país en años electorales. Octubre, todavía, está muy lejos.