Las Lebac dejan de existir. El acrónimo de las Letras del Banco Central fue el máximo exponente de la fallida política monetaria de Cambiemos durante sus tres años de gestión. Pero la herramienta había perdido peso en los últimos meses y desaparecerá formalmente este miércoles, cuando la entidad cancele los últimos vencimientos de esos títulos por $ 68 mil millones y ya no los renueve.

Los pagaré emitidos por el organismo tuvieron la intención de regular la cantidad de dinero circulante, en el entendimiento de que ese era uno de los motores principales de la inflación. Pero su puesta en práctica fue un ejemplo de la falta de coordinación entre el equipo económico del Ejecutivo, liderado primero por Alfonso Prat-Gay y luego por Nicolás Dujovne, y el del Central, dirigido por Federico Sturzenegger. Este último retiraba dinero fresco de la plaza a cargo de esos títulos, que llevaban el incentivo de altísimas tasas de interés reales. Al mismo tiempo y en sentido contrario, el gobierno inyectaba liquidez con los préstamos que tomaba en el exterior.

Ese desaguisado culminó con una masa de Lebac que superó los $ 1,2 billones (más que todo el dinero legal en circulación) y un costo en intereses pagados por el BCRA de $ 362 mil millones (unos U$S 20 mil millones) en dos años, según los balances de la entidad. El objetivo primario de bajar la inflación tampoco se logró: los índices siempre estuvieron muy por encima de las metas que se fijaba Sturzenegger. Cuando comenzó la corrida bancaria y el presidente Mauricio Macri decidió recurrir al FMI, una de las imposiciones del acuerdo fue terminar con esa bola de nieve y cancelar en pocos meses esa deuda.

Para los fondos especulativos, las Lebac fueron una herramienta óptima para ganar dinero fácil, desviando capitales que dejaron de financiar proyectos productivos. Según calculó la agencia financiera GMA Capital, los que suscribieron Lebac en sus plazos más cortos y las fueron renovando obtuvieron un rendimiento de 154% en estos tres años, muy superior al 102% que ofrecieron los plazos fijos tradicionales, mientras que la inflación en ese lapso fue 140%. Los que dejaron estos títulos en marzo, antes de que el dólar pegara el salto, tuvieron ganancias netas en divisas de 12% en 2016 y 8% en 2017. La devaluación terminó con este ejercicio de bicicleta financiera, a imagen y semejanza de la que se celebró durante la dictadura militar, a fines de la década de 1970.

Pese a su desaparición, las Lebac dejan un digno heredero, las Leliq (Letras de Liquidez), cuyo stock ya supera los $ 700 mil millones y buscan cumplir la misma función de regular la cantidad de circulante. Aunque se emiten a plazos de apenas siete días y a tasas altísimas (rondan el 59% anual), en el Central confían en tener ese título bajo control porque sólo puede ser suscripto por bancos y entidades financieras cuyas tenencias están sometidas a normas muy estrictas. Así y todo, al ritmo actual los intereses que el BCRA debería pagar el año que viene por este sistema rondarían los $ 400 mil millones. Dependerá de los directivos de la entidad que las Leliq no sean el mismo monstruo en que llegaron a convertirse las Lebac, pero con otro nombre.