Para el gobierno nacional, la devaluación del peso es una bendición ya que, según afirman sus integrantes, impulsará las exportaciones. Sin embargo, los datos oficiales demuestran que las ventas externas argentinas están planchadas: crecieron un 4,1% en 2018 versus una devaluación del 120%, con muy pocos rubros que las sostienen. La baja del peso respecto del dólar, con su impacto en la reducción de los costos de los productos que se exportan, no mueve el amperímetro.

Es el caso de los últimos datos conocidos, los vinculados al comercio exterior de agosto último y que el Indec dio a conocer el miércoles pasado. El déficit en la balanza comercial fue de 1127 millones de dólares; las exportaciones sumaron U$S 5167 millones mientras que las importaciones llegaron a U$S 6294 millones. Tanto las exportaciones como las importaciones cayeron respecto de las de agosto de 2017, sólo que las ventas al exterior lo hicieron más que las compras.

En el gobierno se consolaron al explicar que el déficit se debía a la sequía. En lo que hace a la exportación de productos agropecuarios, es cierto ya que cayeron las ventas de porotos de soja, de harina y pellets, y de aceite de soja en bruto.

Pero detrás de ese desempeño se muestran otros que marcan que se está ante un problema más general.

Por caso, las manufacturas de origen agropecuario (MOA, en la jerga económica) vienen en caída libre desde diciembre último, mucho antes de que se declarara la sequía. Acumulan nueve meses seguidos de descenso en la cantidad de productos exportados en la comparación interanual. La cantidad de manufacturas de origen agropecuario exportada en agosto pasado, por caso, fue un 3,6% menor que la de agosto de 2017. Acá se inscriben las harinas y los pellets de soja.

El ministro de Producción, Dante Sica, suele remarcar que las exportaciones de manufacturas de origen industrial (MOI) crecen este año. Es cierto: a lo largo de 2018, la cantidad de MOI vendidas al exterior se expandió todos los meses salvo en mayo. Pero cuando se analiza en detalle se observa que las ventas externas de automóviles explican la mitad y a veces hasta el ciento por ciento del incremento ya que las de los demás sectores industriales cayeron.

Por ejemplo, el febrero pasado, las exportaciones de autos subieron en 191 millones de dólares y compensaron largamente la reducción de las de casi todos los demás sectores. Las exportaciones industriales de ese mes crecieron 107 millones de dólares respecto de un año atrás.

El otro segmento que ha impulsado las exportaciones es el de combustible y energía, promovido básicamente por las mayores ventas de petróleo crudo, sin procesar, motivadas por la suba del precio internacional. Hubo saltos muy notables en las cantidades exportadas de petróleo crudo, como el 59% de abril último, que implicó un ingreso de 141 millones de dólares más que un año antes.

El gobierno nacional tiene depositada una gran esperanza en las exportaciones del año que viene. Es como si las penurias de la devaluación sobre el grueso de la población se compensaran con una mayor cantidad de productos argentinos vendidos al exterior. Las expectativas parecen desmedidas. El mensaje que acompaña al Presupuesto 2019 habla de exportaciones por un valor de U$S 74.600 millones, con un salto del 19% respecto de las de 2018. Niveles semejantes de ventas al exterior sólo se observan entre 2011 y 2013, cuando las MOI superaron a las exportaciones de productos primarios y de MOA. Para ello, las MOI deberían incrementarse en un 30% o más, algo que parece improbable a la luz de la guerra comercial en curso. «

Pronósticos

«Estamos convencidos de que saldremos fortalecidos de esta recesión ya que la economía contará con un tipo de cambio real más competitivo que impulsará nuestras exportaciones», se lee en la introducción del mensaje que acompaña al proyecto de Presupuesto 2019 que envió el gobierno al Congreso.

En ese sentido, el texto proyecta «un crecimiento de las exportaciones en torno al 21% i.a. motorizado por el rebote de las exportaciones agrícolas, que cayeron en 2018 por la sequía, la mejora en las exportaciones energéticas como consecuencia del desarrollo de Vaca Muerta y a una aceleración de las exportaciones manufactureras de origen industrial de la mano en la maduración de inversiones, la mejora en el tipo de cambio real y la aceleración de Brasil».