¿Ajuste sí o no? ¿Para arriba o para abajo? ¿Se cumple lo acordado o se vuelve a negociar? Si se respeta lo firmado, el aumento de combustibles anunciado para esta semana sería casi una rebaja. ¿Será?
A fines del año pasado, el gobierno y las empresas petroleras pactaron que los valores de venta al público se ajustarían cada tres meses en base a una fórmula que incluía, entre otros factores, el valor del petróleo, del dólar y de los biocombustibles. El mecanismo arrancó en enero con un alza de 6 por ciento. Pero ahora, cuando toca la segunda tanda de aumentos, el panorama cambió. El barril de crudo bajó 11%, la divisa cayó 4% y solo los biocombustibles (derivados de vegetales que se usan para «cortar» la nafta y el gasoil) subieron 5 por ciento.
Por eso, el ministro de Energía, Juan José Aranguren, afirmó que según sus números las naftas deberían subir apenas 0,6% y el gasoil tendría que bajar 1,8 por ciento. Pero no garantizó que eso suceda: «Espero que las empresas cumplan», dijo. Y las compañías líderes del mercado no están convencidas de hacerlo: se quejan de que sus gastos de logística y de personal en moneda local crecen y de que el año pasado sus precios subieron 31%, nueve o diez puntos menos que la inflación.
En los últimos días creció la especulación de que el gobierno igual podría autorizar un alza de entre el 5 y 6 por ciento. ¿El motivo? Generar un «colchón» en los valores para evitar más subas en julio y en octubre, justo antes de las elecciones. El ala política de la administración tiene claro que la prioridad son los comicios y que un aumento en las naftas se traslada al resto de los precios. Por eso lo más probable es que la decisión final caiga en el trío formado por Marcos Peña, Gustavo Lopetegui y Mario Quintana. «