La sequía ya afecta a dos de cada tres hectáreas destinadas a la actividad productiva agropecuaria. Si bien las intensidades de la falta de agua varían de región en región, el común denominador en todos los casos es una menor humedad del suelo que la habitual para esta época del año con el telón de fondo de escasas lluvias en los próximos meses.
Cómo afectará la sequía a los cultivos, es materia de debate entre científicos y empresarios, que empiezan a alertar sobre las consecuencias económicas más generales que podrían sucederse y remarcan, especialmente, la falta de dólares.
Según un informe de la Red de Organismos Científico Técnicos para la Gestión del Riesgo de Desastres (GIRCyT) de la semana pasada, el área en sequía se incrementó en cerca de 10 millones de hectáreas a nivel país durante agosto, una aceleración en el ritmo de incremento de la seca. De acuerdo con el relevamiento de la Red GIRCyT, los factores de riesgo afectan un área de 126,5 millones de hectáreas donde hay un stock de 10,8 millones de ganado bovino. En la Argentina hay alrededor de 160 millones de hectáreas aptas para su uso agropecuario.
El informe consignó que gran parte de los suelos del centro y oeste del país mostraban índices de humedad deficitarios. El trabajo destacó que en el Litoral continúa la mejora de las condiciones de los suelos, a pesar de que aun se siente l impacto de la sequía del último verano. En la otra vereda, los valores de humedad son muy bajos en Córdoba, sur de Santa Fe y norte de Buenos Aires.
En ese escenario, las adversidades climáticas han conformado «el peor escenario para la siembra de granos gruesos de los últimos 27 años» en la zona agrícola núcleo (este de Córdoba, sur de Santa Fe y norte y oeste de Buenos Aires), según la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR). La BCR indicó que la situación es la consecuencia de «atravesar el invierno más seco desde 1985 y el efecto arrastre de falta de lluvias del otoño y verano».
Los granos se cultivan en la Argentina en dos momentos diferentes. Los gruesos (soja, maíz y girasol) se siembran en la primavera mientras que los finos (trigo y cebada) se siembran en otoño. Estos dos últimos son los que están siendo más afectados por la falta de agua. Alejandro Longo, director regional del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) Santa Fe, advirtió días atrás que los productores de trigo de esa provincia atraviesan dificultades, especialmente en la zona sur, donde los cultivos muestran «un desarrollo mucho menor» al que correspondería para el momento. El especialista apuntó que las lluvias se dan en forma aleatoria por el fenómeno Niña, que reduce las precipitaciones.
Para el Consejo Agroindustrial Argentino (CAA) existe una «posibilidad cierta» de que Argentina «enfrente una de las peores sequías de las últimas décadas” durante la campaña agrícola 2022-2023 por “la falta de precipitaciones, bajas reservas hídricas y los pronósticos climáticos con lluvias limitadas para los próximos meses».
La sequía podría provocar una reducción sustancial de la cosecha de soja y maíz, lo que golpearía el ingreso de divisas a la economía nacional. La sequía de 2017, y la consiguiente reducción sustancial de la cosecha de soja, fue usada por el gobierno de Cambiemos para explicar el estallido de su modelo económico en abril de 2018.
Por ahora, el gobierno no muestra inquietud por la sequía, sea en su impacto en los cultivos o su derivación económica. «