Las ventas de dólares del BCRA para pago de intereses, atesoramiento y remisión de utilidades acumula en el año y medio de la gestión macrista unos 25.000 millones de dólares, como promedio de diferentes estimaciones sobre el tema.
En el marco de un balance comercial casi equilibrado sólo como resultado de la caída de importaciones para insumos industriales- esta salida de capitales tiene como contrapartida necesaria al endeudamiento externo, en este caso, en unos 80.000 millones de dólares.
En suma: el 40% de las divisas ingresadas financiaron la fuga de capitales. Como consecuencia de ello, por cada dólar que ha salido del país tenemos como contrapartida un asiento de deuda externa, que el gobierno pretenderá pagar con nuevos y mayores ajustes.
Es necesario señalar, sin embargo, que la fuga de capitales no ha sido un patrimonio exclusivo de la gestión macrista. Durante los dos gobiernos de Cristina Kirchner, la `formación de activos externos del sector privado no financiero` ascendió a los 82.000 millones de dólares. Entre los mecanismos de fuga, podemos recordar al contado con liqui a través del cual se remitían divisas al exterior mediante la compra y venta de bonos.
La salida de capitales y el `pago serial` de deuda externa según lo definió la propia ex presidenta- se financió con las reservas del Banco Central mientras éstas estuvieron y, luego, reponiendo con nuevas obligaciones de deuda los vencimientos que se iban produciendo.
La bicicleta montada en torno de las LEBACs, que aseguran una prima extraordinaria a quien ingresa dólares y coloca en pesos que rinden mucho más que la devaluación esperada- también tuvo su origen en la administración anterior, aún cuando ha llegado a niveles de hipertrofia bajo el macrismo.
El gobierno actual, sin embargo, encuentra serias dificultades para bajar el rendimiento de estas letras sin acentuar una salida de capitales y, probablemente, una corrida cambiaria.
La fragilidad del conjunto del sistema financiero demuestra que Argentina no gozaba de ningún desendeudamiento el macrismo ha agregado 80.000 millones a una deuda pública que, contabilizando a las provincias, municipios, Banco Central y empresas estatales orillaba los 250.000 millones de dólares a fines de 2015. Cambiemos la ha llevado ahora a más de dos tercios del producto bruto.
El escenario de un reendeudamiento internacional que sólo financia la fuga de capitales retrata, en definitiva, al nuevo capítulo de una quiebra nacional que sólo puede superarse mediante una transformación social de fondo. La investigación de las operaciones de deuda de al menos las últimas dos décadas y el desconocimiento de todas las obligaciones de carácter usurario y varias veces canceladas es un paso necesario de esa transformación.